t Gabino Díaz Merchán, en 1997. MARIO ROJAS

El obispo «libre» que le dio «un vuelco» a la Iglesia asturiana

OLGA ESTEBAN

Lunes, 20 de junio 2022, 04:32

Palabras sabias y gestos llenos de clarividencia y lucidez. Esa es la «hermosísima herencia» que deja Gabino Díaz Merchán, don Gabino, en palabras de quien hoy dirige la Iglesia asturiana, Jesús Sanz Montes. Palabras y gestos que fueron, por el momento que le tocó vivir ... y también, por su forma de ser y de creer, mucho más allá de lo eclesial. Palabras y gestos que supusieron encontronazos, desencuentros y polémicas, finalmente reconducidas, a juzgar por todo lo dicho estos últimos días, desde su fallecimiento. Gentes y personalidades de los más diversos y alejados posicionamientos políticos y sociales han coincidido en elogiar la figura de Merchán, «hombre bueno» y «obispo santo» para quienes con tanto cariño le han despedido.

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Merchán era el último obispo español vivo que participó en el Concilio Vaticano II. Lo hizo en la última sesión, en 1965 (entonces era obispo de Guadix, a Asturias llegó en 1969). Siempre defendió aquellos principios basados en la Doctrina Social de la Iglesia y que muchos años después, decía, seguían siendo válidos. José Ángel Pravos, párroco de San Miguel de Pumarín, en Gijón, fue ordenado sacerdote por Merchán en 1979 y fue con él vicario episcopal de Occidente. Recuerda sus esfuerzos para «adaptar la Iglesia al Concilio con tacto, con prudencia y determinación, suave pero firme». Faustino Vilabrille, de Cristianos de Base y del Foro de Cristianos Gaspar García Laviana, va más allá y asegura que «fue el único fiel al Concilio. No solo participó, sino que asimiló los contenidos y quiso ser fiel hasta el final».

Decía estos días el presidente del Principado, Adrián Barbón, que él cree «en una Iglesia muy social, cercana a los pobres, a los trabajadores, a las realidades sociales». Quizás por eso ha hablado tanto y tan bien de Díaz Merchán, estos días, el «arzobispo de la concordia». Un arzobispo que en Asturias lidió con graves conflictos laborales y sociales, que abrió las puertas de los templos a los trabajadores, se posicionó en huelgas y sujetó aquel famoso gomeru convertido ya en símbolo para siempre.

Gabino Díaz Merchán era el pastor de la Iglesia asturiana cuando llegó la transición. Y lo fue también de la Iglesia española, como presidente de la Conferencia Episcopal Española. Un cargo que le llegó en 1981, precisamente el mismo día del golpe de Estado del 23-F y cuando la Iglesia confirmó su adhesión a la democracia. Siguió al frente de la Conferencia en 1987 y desde allí «encabezó un diálogo fundamental». Juan Lozano, arcipreste de Gijón, compara su figura con la de Tarancón. Ambos, dice, «tuvieron una actitud muy conciliadora con todos los sectores de la política, con todos los grupos sociales, una actitud muy pacífica, de ayuda a la reconciliación».

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No solo eso, sino que durante su mandato, el Gobierno aprobó leyes como la del divorcio y la del aborto, absolutamente contrarias a la doctrina de la Iglesia. En 1981, el Parlamento daba luz verde a la ley del divorcio, algo que los obispos lamentaron, porque dañaba la estabilidad del matrimonio. En cualquier caso, el posicionamiento público, cuentan quienes vivieron de cerca aquellos momento, fue menos crítico de lo previsto gracias precisamente a Merchán y a un sector más moderado de la Conferencia. Los católicos, se determinó, no podrían divorciarse. Si lo hicieran, no quedarían excomulgados, pero sí privados de confesión y comunión.

Llegó después la despenalización del aborto, una reforma legal a la que los obispos se opusieron. Pero, por entonces, era evidente la división interna en la Iglesia, con diferentes visiones a la hora de enjuiciar algunos temas. «Fue una época difícil no solo en la sociedad, sino también dentro de la Iglesia, donde había una gran división. Y ser ahí una persona conciliadora y mantener los referentes no es fácil. Lo hizo muy bien», afirma Juan Lozano.

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Compromiso social

Otro veterano sacerdote, Javier Gómez Cuesta, recuerda aquellos tiempos, aquel «vuelco» que Merchán le dio a la Iglesia, la «división por el compromiso social de una parte», los «fuertes debates en el Consejo Presbiteral». Rememora Gómez Cuesta los tiempos anteriores a la transición, los «espías en las homilías», aquella imprenta del obispado «donde se hacían documentos que no se podían hacer en otros sitios». Con el tiempo, «gracias a los movimientos cristianos comprometidos y a las puertas abiertas de don Gabino, en la Iglesia se pudo afrontar la situación y abrir a una nueva etapa de la historia de Asturias».

Díaz Merchán estuvo al frente del arzobispado 33 años y en ese tiempo pasaron muchas cosas, cambiaron otras tantas. Tuvo conflictos con la escuela concertada asturiana cuando el Gobierno regional anunció recortes de aulas. Bajo su mandato se prohibió la celebración de funerales en los tanatorios, facultó a todos los sacerdotes de la diócesis para absolver los pecados «reservados al ordinario», como el homicidio y el aborto, con el fin de facilitar el acceso al sacramento de la Penitencia durante el año jubilar de 2000.

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Javier Gómez Conde, historiador y teólogo, resume su figura como la de alguien «libre», como un «obispo auténtico». «Santo», le han llamado estos días.

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