Qué comen y en qué cantidad, cuánto ejercicio físico hacen, el nivel de sedentarismo, cuánto tiempo pasan ante las pantallas... pero también cuestiones como la ansiedad y la depresión. Todo ello influye en la salud de los niños y las niñas. Ya en 2021 la Organización Mundial de la Salud alertó sobre las cifras de sobrepeso y obesidad en la infancia: 39 millones de niñas y niños menores de 5 años tenían sobrepeso u obesidad en 2020; más de 340 millones de infantes y adolescentes de 5 a 19 años tenían sobrepeso u obesidad en 2019.
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Y Asturias no es una excepción. La Consejería de Educación ha publicado un informe sobre 'Educación nutricional y hábitos saludables. ¿Cómo está el alumnado asturiano?', informe en el que admite una «alta prevalencia de obesidad infantil en el Principado de Asturias».
Según las investigaciones que se han hecho sobre el tema, solo la mitad de la población de entre 8 a 11 años tienen una dieta saludable según el estilo mediterráneo. Los últimos estudios permiten, en base a este y otros muchos datos, hacer una predicción sobre los índices de sobrepeso y obesidad infantil en función del estilo de vida, en el que se analiza no solo la dieta, sino también la cantidad y calidad del sueño, la velocidad a la hora de ingerir los alimentos... Así, la Federación Mundial de Obesidad ha estimado que aproximadamente 42 países desarrollados tendrán más de 1 millón de niñas y niños con obesidad en el año 2030.
En cuanto a España, los últimos datos los anunció el Gobierno el pasado mes de septiembre y corresponden al año 2023, cuando la tasa que mide el exceso de peso infantil había caído un 4,5% respecto a 2019, último año que se había hecho este mismo estudio. En concreto, se había logrado una reducción del 3,1% en sobrepeso y del 1,4% en obesidad entre los niños y las niñas de 6 a 9 años, de forma que la tasa actual de exceso de peso en esta franja de edad se sitúa en el 36,1% frente al 40,6% que alcanzó hace cinco años.
Pero no todo fueron buenas noticias, porque las tasas de sobrepeso y obesidad infantil apenas han descendido entre escolares que pertenecen a familias con ingresos brutos inferiores a 18.000 euros anuales. Los índices de sobrepeso y obesidad entre escolares que pertenecen a familias con rentas más bajas se mantienen estables desde 2011, cuando se hizo el primer estudio. «España no puede permitir que la alimentación de las niñas y los niños dependa de su código postal«, dijo el ministro Pablo Bustinduy.
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Las diferencias en estas familias vienen de los desayunos insuficientes (el porcentaje de escolares que desayunan algo más que una bebida baja mucho en las familias con rentas más bajas); la escasez de fruta y verdura (en estas familias se consume menos); la mayor exposición a pantallas y las menos actividades extraescolares.
Las conclusiones son aplicables, en general, a todas las comunidades autónomas. En el caso de Asturias, una investigación de la Universidad de Oviedo de 2021 alertaba de que solo la mitad de los escolares de Asturias de entre 8 y 11 años seguía una alimentación ajustada al modelo de dieta mediterránea y tres de cada diez presentan obesidad o sobrepeso. Lo peor, que un 70% de los padres no eran conscientes del problemas.
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Con todos estos datos sobre la mesa, los expertos consideran que es necesario trabajar la 'competencia alimentaria' entre los escolares desde edades tempranas «para desarrollar un sistema crítico de experiencias, saberes y habilidades que les permitan mantener una dieta saludable relacionada con un estilo de vida activo», según recoge el informe. Por eso, la Consejería de Educación del Principado asume le necesidad de una educación nutricional para los estudiantes, desde el aula, con el objetivo de «motivar a los estudiantes a adoptar comportamientos alimentarios saludables y elecciones de estilo de vida en general».
¿Cómo hacerlo en los centros educativos? La consejería habla de «proyectos interdisciplinares». Y aunque la primera asignatura que menciona es Educación Física, habla también de Matemáticas y Ciencias de la Naturaleza. En Educación Física propone trabajar en el primer ciclo de Primaria el concepto de alimentación saludable; en el segundo, las características de los alimentos naturales, procesados y ultraprocesados, y en el tercero, el impacto de los alimentos ultraprocesados y bebidas azucaradas.
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El informe de la Consejería incluye recomendaciones sobre cómo llevar estas enseñanzas a las programaciones docentes, partiendo de la base de que desde el área de Educación Física se debe trabajar específicamente la vida activa y saludable. Se propone, por ejemplo, centrar los ejercicios en el comportamiento alimentario, más que en la teoría y hacer ejercicios prácticos, como talleres de cocina. Insta también a sumarse a campañas institucionales sobre estas cuestiones. En el caso de Asturias, el Programa Educación y Promoción de la Salud en la Escuela (EPS) para el curso 2024-2025 y la campaña Alimentación Saludable y de Producción ecológica en los comedores escolares de Asturias, de la Consejería de Salud.
Pero también plantea ir un paso más allá y hablar de emociones, para que los escolares «identifiquen qué emociones y situaciones cotidianas influyen en su comportamiento y cómo esto impacta en su nivel de actividad física diaria y comportamiento alimentario dentro y fuera del aula». Lo que está claro es que «la adquisición de una salud integral que aúne la dimensión física, social y mental, así como la promoción de hábitos saludables en entornos educativos se ha convertido en uno de los desafíos más importantes».
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