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Rafael Suárez-Muñiz
Sábado, 25 de septiembre 2021
El jardín que la familia González-Regueral posee en Pola de Lena goza de un remoto contexto geohistórico. En primer lugar, esta finca se extiende actualmente entre las calles Peralera (N), Vital Aza (O), Luis Menéndez Pidal (E) y Manolo Pilares (S). Hace siglos, los límites eran más exagerados. Frente a una torre medieval (s. XV), Álvaro Díaz de Miranda poseía una casa colindante a la calle Vital Aza que ya aparece en su testamento de 1540 en el seno de un complejo palatino rústico. Este era el tatarabuelo de Francisco Bernaldo de Quirós, el dramaturgo. Familia cuyo mayorazgo ocupó más de medio pueblo, pero al morir sin descendencia: la finca pasó a su tío. Los franceses quemaron la casa en la Guerra de la Independencia (1810), cuando esta estaba en manos del señor de Olloniego: Antonio Vicente Bernaldo de Quirós Benavides y Rosalía Bermúdez Pardiñas. Como curiosidad: a ella fue a quien le preguntó Jovellanos por dónde trazar la carretera de Pola de Lena sin afectar mucho a sus intereses.
Su nieta, Rosalía Bernaldo de Quirós Benavides y Peón, se casó con el ingeniero químico Augusto Bailly, de origen galo, que vino a trabajar a la Fábrica de Mieres; quien reconstruyó la casa sumándole nuevas construcciones servidoras para el autoabastecimiento. Hizo un palacete nuevo en 1893 porque consideraba que la casa anterior era muy oscura. La casa de Benavides (mal llamado palacio de los marqueses de Regueral) se hizo en 1893 sobre una finca que llegaba hasta el río Lena por el este y se extendía mucho más al oeste que el Ayuntamiento. La finca fue mermando hasta el límite actual debido a sucesivas expropiaciones y a cesiones familiares. De este matrimonio nació Concha Bailly Bernaldo de Quirós y se casó con un nombre propio de la historia de la economía y de las infraestructuras en Asturias: Vicente González Regueral, hijo de Salustio González Regueral; intervinientes en la apertura de la calle Uría de Oviedo para conectarla a la estación del Ferrocarril del Norte; en el trazado de ferrocarril León-Gijón y su conexión con la Meseta (1884), y en la situación del puerto de abrigo de El Musel en Gijón.
Por el norte estaba la finca La Peralera y por el oeste La Pipera, en las que Bailly tenía su colección de frutales. Aquí confluyen tres hitos en Asturias. Podemos decir que en estas fincas se introdujo la afición a la botánica en el ADN familiar, cuando Augusto Bailly llevó a la Exposición Provincial de Oviedo, en 1875, algo único: una increíble colección de 39 variedades de peras, 14 de manzanas y chalotas / cebollitas francesas (su introductor en Asturias y fácilmente en España).
En el lado norte de la casa se abre un patio, cual antojana, con un pozo de agua, al que da una casa dedicada antiguamente a frutero y hoy a almacén de aperos, y otra contigua a la residencia principal que alberga el antiguo ahumadero de la matanza (en el sótano de la primitiva construcción). En el lateral oeste se adicionó la capilla, que fue utilizada como iglesia después de los destrozos de la iglesia parroquial tras la República y la Guerra Civil. En la capilla se conserva una vidriera con el escudo de armas del marquesado de Santa María del Carrizo, que fue un título pontificio, otorgado directamente por el Papa por mantener a la comunidad religiosa del convento homónimo. Precisamente, entre la Revolución de Octubre de 1934 y la Guerra Civil, la parte de arriba de la casa (dependencias del servicio) fue utilizado como hospital y luego como cuartel, conservándose a día de hoy pintadas de los internos que se van acercando al siglo de vejez. En contacto con estas dos se encuentra la cochera con la vivienda del chófer y un piso superior de galería hoy rehabilitado. Lindando con la calle Luis Menéndez Pidal se instalaron dos palomares y una enorme cuadra para vacas y caballos con vivienda superior para guardeses.
En el extremo suroccidental de la finca se encuentra la que fue la casa del administrador de la familia, Manuel Álvarez Buylla, abuelo materno de Vital Aza y por eso él nació allí. Pegados a esta casa, al final del jardín francés, se encuentran los tres bojes más grandes de Asturias (de porte arbóreo). Junto a la cual se vivificó un rinconcito con un banco de piedra y azulejo, donde estaba el antiguo cenador y aún conserva la típica mesa de piedra de los importantes jardines asturianos. A mediodía se orienta el jardín de colección, el cual está dividido en dos partes casi simétricas. La mitad occidental es donde Augusto Bailly hizo a finales del siglo XIX un espectacular jardín francés geométrico y simétrico, para lo que requirió una importante obra de desmonte a fin de terraplenar la pendiente y terminar solucionando el cambio de cota con un jardín aterrazado mantenido por muros de contención. Pero, en el borde norte, la finca cuenta con un jardín ante la cochera con el mayor y más antiguo árbol del amor (Cercis siliquastrum) de Asturias y posiblemente de los más antiguos de España, con más de 300 años.
Entre los platos fuertes destacan: el mayor madroño de Asturias en el jardín francés, las tres magnolias grandiflora —época de Bailly— entre la cuadra y el jardín francés; todos ellos en torno al siglo y medio de antigüedad. En el apartado floral cabe reseñar el conjunto de peonías del mismo periodo (Peonia sinensis de tipo vivaz o la suffruticosa de tipo arbustivo). También dispone de la clásica palmera junto a la entrada (tradición indiana). El jardín francés, de unos 1.600 m2, se encuentra en una cota superior. Se articula a partir de un eje central jalonado por dos fuentes francesas de fundición con nenúfares y peces, así como pasillos laterales definidos por la topiaria de los bojes que forman elevados pináculos pentagonales. El trazado compromete formas cuadradas y otras circulares de boj balear que rodea agrupaciones de hortensias y las fuentes decimonónicas.
Carmen González-Regueral se aficionó a la botánica debido al invernadero de plantas ornamentales de su marido en Almería y a su hija, Isabel, la «ponían a rellenar macetas y plantar palmeras». En la mitad oriental, de antiguos huertos y frutales, es donde Isabel Oliveros (bisnieta de Vicente Regueral) comenzó a materializar su afición botánica y empezó a desarrollar su jardín desde 2010 trayendo plantas y semillas de todo el mundo aprovechando los largos viajes que hacía, partiendo de una sólida formación como paisajista en Batres. Al final del jardín nuevo se yerguen dos cedros deodara con más de 120 años que superan los 50 metros de altura.
El jardín de Isabel tiene una continuidad geográfica y estacional, aunque ella lo haya ido haciendo sin un orden preestablecido, con un diseño moderno en parterres circulares tematizados donde juega con la mezcla de especies y su porte. Podemos encontrarnos 17 magnolias de hoja caduca (15 tipos); un bosquete de bambú; dos kiwis; dos avellanos; un falso platanero; posiblemente la mayor colección y variedad de dalias de Asturias con al menos 20 tipos distintos, como las imperiales de origen mejicano que florecen en invierno y alcanzan los 3-4 metros; 18 tipos de arces (japónicos, butterfly, atropurpúrico); alrededor de 150 variedades diferentes de camelias y hortensias; anémonas japonesas; clerodendros bungei de Asia; 6 o 7 linos de Nueva Zelanda; rosales; 15-20 variedades de helechos; un cerezo; fresnos; una acacia de Constantinopla (albizia summer chocolate); 7 tejos, un liriodendro tulipífera; un castaño de Indias rosa, nogales del Pecán; un cornejo chino, etc. En definitiva, la posesión de los descendientes de Bailly dispone de más de 1.000 tipos de plantas diferentes de todos los continentes. Es decir, una colección botánica particular, a orillas del río Lena, cada vez más creciente que en poco se diferencia a la variedad de un jardín botánico convencional. Lo que la dota de ese papel verdificador y oxigenador de la trama urbana, como si de una esponja se tratase.
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Lucía Palacios | Madrid
María Díaz y Álex Sánchez
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