«No tengo nada que ver, nunca estuve en Llanes ni sé quién era Ardines»

Benatia afirma que confesó bajo la promesa de que le imputaran un delito menor. Kelli sostiene que supo del caso estando en Suiza

R. M. / L. R. / O. S.

OVIEDO.

Miércoles, 3 de noviembre 2021, 01:23

Tres de los acusados están en prisión provisional desde febrero de 2019 y el cuarto lleva aún más tiempo entre rejas por otro delito. Saben lo que es pasar un largo encierro. Sobre ellos pesa una petición de cárcel de 25 años de cárcel por ... lo que cada palabra que digan ante el jurado popular puede sellar su destino. Bajo esa presión ayer comenzaron los interrogatorios. Por expreso deseo de la fiscal, los primeros en hablar fueron los supuestos sicarios y por expreso consejo de sus letrados, solo atendieron a las preguntas que habían ensayado con ellos. Responder a las acusaciones suele casar más con la imagen de un hombre inocente pero deja al reo expuesto a calentarse y soltar algo que termine perjudicándole.

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Bajo ese guión aprendido, Djillali Benatia se enfrentó al reto de convencer al jurado de que no le crean cuando en febrero de 2019 reconoció su participación en el crimen y se tomen en serio lo que repite desde finales de 2020, que aquello no lo dijo con sinceridad. «Me engañaron, me quieren arruinar la vida por algo que no he hecho», indicó. El supuesto sicario, como Pedro Nieva y Jesús Muguruza fue aislado por los agentes de la Unidad Central Operativa (UCO) por orden judicial. «Si no declaras lo que te decimos, te vas a comer el asesinato como ellos. Si colaboras te vamos a meter un delito menor, dos o tres años de cárcel y ni siquiera vas a entrar», dijo que le dijeron los agentes.

«Me pegaron, me insultaron, hicieron lo que querían conmigo y al final no aguanté la presión», insistió Benatia convenientemente guiado en las preguntas por su abogado, Adrián Fernández. Según su versión de los hechos estaba tranquilamente durmiendo en casa con su familia cuando de madrugada los agentes rompieron la puerta, con metralletas, para arrestarlo y registrar el domicilio. De la impresión su mujer y sus hijos «van al psicólogo, están con pastillas y todo».

«No tengo ni armas ni nada de eso. Tengo dos hijos y les enseño lo mejor», abundó. ¿Por qué cree que la Guardia Civil le incriminó en esta historia? «Querían que declarara así para cerrar el caso. Estuvieron encima mío, presionando, hasta tortazos. No entiendo por qué lo hicieron», manifestó. Para poner al acusado ante el espejo de su confesión, la fiscal Belén Rico y el letrado de la acusación, Antonio Pineda, se aprestaron a solicitar que al jurado se le entregara copia de esas declaraciones que hizo ante los agentes y que repitió delante de la instructora del caso. «La declaración no es mía, es de la Guardia Civil», insistió.

Quien más lejos llegó en ese terreno resbaladizo fue quizás Fernando de Barutell. El abogado que actúa en nombre de Maamar Kelii dijo mucho en Sala y más después ante la prensa: «Aquí se han violado derechos fundamentales y los agentes que lo hicieron he visto que luego han sido incluso condecorados». Es cierto que los imputados tienen derecho a mentir para defenderse, pero él, como letrado, no tiene «patente de corso», según recordó. Por ello, «entiendo que el coronel jefe de la Guardias Civil interponga una querella contra mi», provocó.

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Cuestión de honor

En su turno de palabra ya había calentado motores, afirmando que «las cosas no son lo que parecen. La UCO es una unidad excepcional pero en ocasiones comete errores y les cuesta mucho a los funcionarios reconocer un error». Para hacerse con el público confió que esto no va de buscar personas honorables: «Si buscan un ciudadano ejemplar, yo no lo soy, pero mi cliente sí».

De todos los abogados, De Barutell fue el que más tiempo habló, quizás para compensar la parquedad de palabras de su cliente. Maamar Kelii respondió a parte del interrogatorio con monosílabos y con negativas a lo demás. «No tuve conocimiento del crimen. No he participado». ¿Estuvo en Asturias en la fecha de autos? «No». ¿En otra? «No».

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Al acusado le perjudica que los investigadores han situado un teléfono móvil que utilizaba cerca de la escena del crimen, pero él negó la mayor. «Mis hijos, mi mujer, mi sobrino, la familia utilizaba ese teléfono». Casualmente aquel día lo perdieron de vista, anotó. «Nunca lo hemos encontrado, desapareció sin más». ¿Por qué no lo denunciaron? «Era de escaso valor, de escasa importancia», respondió.

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