Secciones
Servicios
Destacamos
El inicio de los trasplantes de corazón en Asturias hace ahora 25 años saldó una deuda histórica. «Era algo por lo que veníamos peleando y trabajando muchos años en la sanidad pública asturiana», recuerdan hoy sus impulsores, que echando la vista atrás visualizan aquella madrugada del 1 al 2 de febrero de 1998 en el viejo Hospital Central como «una noche de nervios, larguísima, pero muy ilusionante». Fue un minero del pozo Monsacro, José Luis Fernández Suárez, de 56 años, de Morcín, «alguien que confió ciegamente en nosotros», quien se hizo acreedor a entrar por la puerta grande de la medicina asturiana. Y lo hizo con éxito gracias a los 'nuevos' latidos que le dio el corazón de un donante valenciano fallecido de hemorragia cerebral en el Hospital Clínico y «cuyo órgano fuimos a buscar en avión a toda prisa a Valencia», apunta el cirujano vascular Juan Carlos Llosa, uno de los pocos profesionales aún en activo que participó en aquella mítica intervención.
Un cuarto de siglo después, EL COMERCIO ha reunido en el actual HUCA a varios de los que intervinieron e impulsaron aquel trasplante y también a quienes hoy recogen su testigo. Porque el inicio de estas operaciones «abrió la puerta a otros muchos avances», indica José Luis Lambert, que dirigió hasta su jubilación la unidad de Insuficiencia Cardíaca y Trasplantes Cardíacos y quien insiste en señalar que «el HUCA dispone de las técnicas más avazadas del mundo. El paciente no necesita marchar fuera».
Desde aquella madrugada de febrero del 98, en Asturias se practicaron 368 implantes de corazón, el último, a una mujer, el pasado 17 de enero. «Veinticinco años dan mucho. Mira si dan que hemos visto pasar a tres Papas, aunque el Sporting sigue en Segunda», asegura con sorna el cirujano que hizo ese primer trasplante: el doctor José María Valle. «La nuestra fue una carrera que se inició mucho antes en el viejo Hospital General, que fue muy importante para la sanidad española. Con el tema de los trasplantes había empezado ya en Asturias el doctor Alonso Lej (fallecido recientemente), y nosotros recogimos su legado. Fue como atravesar la barrera del sonido, sabíamos que podíamos pero hasta que no lo haces no puedes demostrarlo».
En superar esa barrera del sonido estuvo también el cirujano cardiovascular José Luis Naya, ya jubilado, y que fue coautor del primer recambio de corazón. «Fue emocionante y para el hospital fue un gran progreso, sobre todo para los pacientes que hasta entonces tenían que operarse fuera, aunque luego el seguimiento lo hacíamos desde aquí». María José Bernardo, enfermera de la unidad de trasplantes, y Juana Cautado, enfermera instrumentista y especializada en bomba de perfusión, recuerdan que «había mucha expectación, lo vivimos con bastantes nervios. Esa noche nadie durmió ni se marchó a casa» hasta que a las 7.40 horas de la mañana del 2 de febrero, lunes, el corazón del donante valenciano ya latía, seguro y fuerte, en el cuerpo del minero asturiano. Fue un complejo operativo que duró casi doce horas». «Vivimos aquel momento con mucha intensidad y enorme responsabilidad. Era un hito histórico para el hospital», rememora Lola Escudero, coordinadora autonómica de Trasplantes y jefa de la UCI Polivalente que «esa noche estaba de guardia» como médica de la UVI del entonces Hospital Covadonga. Desde la coordinación de trasplante, Benjamín Otero, enfermero, fue otro de los profesionales que participó en gestionar aquel dispositivo que tuvo un 'alma máter' fundamental, el ya fallecido Jesús Otero (Chus), gran impulsor de todos los trasplantes (corazón, riñón e hígado) que se hacen hoy en Asturias. «La estrella de este proceso son, sin duda, los donantes. Sin ellos, no habría trasplantes», insiste en señalar. Benjamín Otero destaca a su vez la importancia del trabajo en equipo: «En un trasplante participa todo el hospital, intervienen entre 50 y 60 personas. Hay muchos profesionales detrás de la cortina» que en casi tres décadas ha permitido trasplantar de corazón, hígado y riñón a 3.000 pacientes. «Lidiar con la muerte no es fácil. Yo he tenido como donante a un amigo de mi hija, pero cuando ves que casi tres mil personas siguen viviendo gracias a eso, te reconforta», abunda. En la misma línea insiste la doctora Escudero: «Es bueno expresar a la familia el deseo de donar órganos. Es un maravilloso acto de solidaridad que regala muchos años de vida».
En estos veinticinco años «el perfil del donante y del receptor ha cambiado mucho. Afortunadamente, en parte, porque hay menos fallecimientos en personas jóvenes». Lo apuntan quienes desde el HUCA representan el futuro: Beatriz Díaz Molina, jefa de sección de la unidad de Insuficiencia Cardíaca Avanzada (la noche del primer trasplante trabajaba como residente) y Jacobo Silva, jefe de Cirugía Cardíaca. «El paciente que se trasplantaba al principio era más joven, con problemas graves de corazón al que no había otros tratamientos que ofrecer. Pero ahora hay muchas opciones para la insuficiencia cardíaca antes del trasplante», dice la doctora Díaz Molina.
Esa falta de donantes jóvenes («algo positivo») está pasando factura a los trasplantes, sobre todo a los de corazón, cuya cifra se ha visto mermada. Los primeros años se hacían unos 20 implantes anuales, sin embargo, en 2022 se practicaron solo seis. Esto obliga a los profesionales a poner la mirada en otras técnicas. «Una de ellas es la asistencia ventricular mecánica, los llamados corazones artificiales», que en Asturias ya han sido implantado en 16 pacientes, indica Jacobo Silva. «Son dispositivos que de forma similar al motor de un pozo empujan la sangre desde el ventrículo izquierdo a la aorta para sustituir la función del corazón». Son equipos que precisan una fuente de energía externa, lo que «lleva a instalar un cable que sale del paciente y conecta a unas baterías». Silva no duda en que estos aparatos «mejorarán con el tiempo», pero hasta que eso llegue cree que hay que poner el foco en «ver cómo evoluciona el tema de los xenotrasplantes (trasplante en el que se utiliza el corazón de un animal) e intentar aumentar la donación en asistolia, que son los donantes de muerte no encefálica». Eso sí, sin olvidar que toda esta maquinaria a día de hoy funciona «gracias a los donantes y sus familias».
José Luis Fernández era de hablar poco, pero era un hombre agradecido. Había aprendido de la solidaridad de la mina y sabía que en ocasiones era bueno tener paciencia. José Luis no dudó en dar el sí cuando le preguntaron si lo podían incluir en la lista que el Hospital Central empezó a confeccionar en diciembre de 1997 para iniciar los trasplantes de corazón. De aquella llevaba un año en lista de espera en Valdecilla. A José Luis le gustaba caminar viendo el paisaje del pozo Monsacro, algo que tuvo que dejar de hacer por su maltrecho corazón. El 2 de febrero de 1998 se convirtió en el primer trasplantado cardíaco de Asturias. Disfrutó de esta segunda oportunidad hasta el 8 de diciembre de 2004. Una válvula tozuda en su corazón de adopción le impidió seguir adelante.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.