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Alimentación, cosmética, farmacia, biocombustibles.Las aplicaciones que se pueden dar a las algas son muchas, pero las empresas que en Asturias se dedican a su cultivo, muy pocas. Esta actividad, con tradición de décadas en otras países, es una industria incipiente en la región.Tres ... firmas se dedican al desarrollo de especies de alto valor con las que se pueden obtener importantes beneficios, no solo económicos. Una industria que se divide en dos campos: las macroalgas y las microalgas.
Pioneros en esta primera actividad son los responsables de Algas de Asturias, que cuentan con un campo de cultivo en mar abierto en Lastres. La compañía nació en 2013 de la mano de Daniel Suárez, una enamorado de la mar. Los trámites burocráticos supusieron varios años de trabajo hasta que por fin pudieron colocar su campo de cultivo frente a la costa lastrina, un espacio de 66 metros de lado en el que flotan 300 boyas y que prevén ampliar hasta los 165 metros cuadrados. De cada boya cuelga un cabo en el que se plantan las semillas que luego se transforman en un alga laminaria conocida como 'Kombu de azúcar'. «Es muy apreciada en la cocina,está entre las tres más comercializadas del mundo. Se trata de un alga autóctona que actualmente está en recesión en Asturias.Solo quedan pequeños núcleos en Cudillero yTapia», explica José María Osoro, gerente de la empresa.
El cultivo de estas macroalgas se hace en Lastres, pero se inicia en La Coruña. La universidad de la ciudad gallega es la proveedora de la semilla que insertan en los cabos, un producto delicado que llevó años desarrollar. «Eva Llera, que trabajó en el Centro de ExperimentaciónPesquera, nos ayudó mucho.Ella hizo experimentos con esta alga. En la Universidad de La Coruña tienen la base genética de la variedad asturiana, que es la que utilizamos», señala José María Osoro.
Con la semilla en la mano, toca comenazar a plantar.No es fácil. Esta variedad de alga es muy sensible a los cambios de temperatura del agua del mar.«Con 17 grados el alga sufre y con 20 se muere», explica el gerente de la empresa. Esa vulnerabilidad obliga a hacer todo el proceso de cultivo en invierno, lo que implica enfrentarse a los peores temporales del año.«En octubre empezamos a medir la temperatura del mar.Cuando baja de 14 grados es el momento de plantar. El año pasado acabamos la siembre el día de Navidad».
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El cuidado del campo de cultivo tampoco es sencillo.Las aguas de Lastres son ideales para el desarrollo de las algas, por sus altos contenidos de nutrientes y por lo mucho que baten los cabos de los que cuelgan las algas.Pero esta última característica se convierte también en un quebradero de cabeza.«Tenemos que evitar que se rocen los cabos, porque al hacerlo se pierden las algas.Estamos muy agradecidos a la comunidad pesquera de Lastres, que nos ayudan en todo lo que pueden y nos avisan si ven que se suelta alguna boya. Este año nos ha servido de experiencia, porque nos ha tocado lidiar con los peores temporales.Hasta hace unas semanas, no hubo cuatro días seguidos de mar en calma», explican.
La inversión necesaria para poner en marcha este proyecto ha sido «importante», pero ya se empiezan a ver los frutos.El pasado año fueron 30 las boyas que plantaron, cantidad que se elevó esta temporada hasta las 300 y que esperan aumentar hasta las 1.200 en la próxima campaña.Estos días han podido recoger sus frutos, cajas y cajas de algas que pasan por la rula de Lastres, donde se certifica su origen y se garantiza la trazabilidad del producto.«Lo vendemos en fresco, sobre todo a grandes distribuidores europeos», explica Daniel Suárez sobre un producto que ha despertado el «interés» de restauradores de la región y que pretenden se meta en los hogares de los españoles. «Se puede comer en muchas preparaciones y no hace falta que sea en cocina creativa.Se puede tomar envolver un pescado y meterlo al horno, hacerlo con legumbres, como guarnición de un pescado...», señala José María Osoro.
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Finalizada la cosecha, en el mes de junio, los responsables de esta empresa desmontan el campo de cultivo y dejan solo cuatro boyas de señalización.«Dejamos que la gente pueda fondear en ellas para ir a pescar. Las algas son zona de refugio de muchos peces y mariscos.Antes no había nada, ahora hay mucha vida en ese fondo», explican.
Algas de Asturias es la única firma que se dedica al cultivo de las macroalgas.Pero hay otro campo de cultivo en el que trabajan dos firmas en la región: el de las microalgas, microorganismo fotosintéticos que viven en medios húmedos y que tiene numerosas aplicaciones, desde usos como fertilizantes o alimentos para animales, a elaboración de cosméticos y suplementos alimenticios.
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Neoalgae, una firma biotecnológica radicada en Gijón, es una de ellas. Su director ejecutivo es Ignacio Albert de la Rosa, quien tras pasar por la consultoría medioambiental en la época del 'boom' del ladrillo encontró en esta actividad una nueva ocupación al quedarse en el paro.«Conocía algo de la carrera de biología y mi socio Fidel Delgado tuvo una empresa de macroalgas», explica.
La consultoría fue la primera ocupación de esta empresa que, a base de mucho trabajo ha conseguido hacerse con unas instalaciones donde cubren desde la producción de estos microorganismos hasta su transformación en productos y comercialización.
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El proceso comienza en un laboratorio.Es allí donde reciben una pequeña cantidad de una especie que les llega de una entidad de Canarias. A partir de ahí, todo se basa en su multiplicación y concentración. «Al agua y a las microalgas se les incorporan nutrientes y aireación, de forma que aumenta su volumen y concentración.La cepa empieza a multiplicarse con el control de luz y temperatura», señala.
A medida que el proceso va cumpliendo fases, siempre con el mismo procedimiento, la cantidad y concentración del producto aumenta y se cultiva en recipientes cada vez más grandes ubicados en su invernadero, donde reciben la luz del sol.El proceso culmina en los 'raceway', grandes tanques en los que el agua siempre está en movimiento y con capacidad para hasta 7.000 litros. «Se realizan controles en todo el proceso para comprobar que siempre tenemos lo que estamos buscando, que no hay contaminación», explica el director general de la firma.
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Acabado el cultivo, toca cosechar. A través de centrifugadoras separan el agua del producto y obtienen una pasta que ya se puede sacaar al mercado. «Esa roja es astaxantina, un potente antioxidante que se vende a 18.000 euros el kilo». Su apuesta va más allá.En esta firma desarrollan sus propios productos y, además, los comercializan. «Lo que nos diferencia es que abarcamos toda la cadena de valor».
En Teverga está la segunda firma dedicada a esta actividad.Se trata de Algatek, una empresa que cultiva en interior a través de una tecnología propia que tienen patentada: los bioreactores. Se trata de un sistema que, a través de luces led, permite hacer este proceso.«La idea es producir en mayor cantidad con periodos de luz que pueden llegar a las 24 horas», explica Aroa González, responsable de administración de la empresa.
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TinoBacchetta, su presidente, es también la persona que desarrolló esta tecnología y que eligió Teverga para su implantación. «Si puedo producir aquí, con estas temperaturas y este sol, puedo hacerlo en cualquier parte del mundo», explica.Ahora, la empresa vende su producto en forma de pasta o liofilizado, además de comercializar su propia tecnología. Una nueva forma de aprovechar un producto al que pocos miraban hace años: las algas.
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