Borrar
Desde hace 35 años, Lola Obegero tiene una enfermedad reumática. JOSÉ VALLINA
«Necesitamos la vacuna cuanto antes»

«Necesitamos la vacuna cuanto antes»

Enfermos crónicos. Problemas de corazón, páncreas, columna, músculos... Son muchos los especialmente vulnerables al coronavirus que ansían ser inmunizados lo antes posible

YAGO GONZÁLEZ

Lunes, 29 de marzo 2021, 01:37

Ante el coronavirus, parafraseando a George Orwell, «unos son más iguales que otros». Además de los ciudadanos más mayores, hay otro grupo de población que ansía recibir la vacuna para vivir con un poco menos de miedo e incertidumbre. Son los que padecen enfermedades crónicas, aquellas patologías que, por su naturaleza o por el tratamiento que precisan, debilitan la muralla de las defensas naturales. Eso les hace más vulnerables a la covid.

Lola Obegero Enferma de espondilitis

«Puedo hacer vida normal, pero sin esfuerzos físicos»

Hace 35 años, embarazada de su segunda hija, Lola estaba una noche cenando en un restaurante y tuvieron que sacarla sentada en una silla. «Me entró un dolor y una rigidez enormes y no podía caminar», recuerda Lola. El embarazo salió adelante sin problemas, pero al cabo de unas semanas los médicos dieron con la causa de aquella parálisis: espondilitis anquilopoyética, una enfermedad reumática autoinmune e irreversible que afecta sobre todo a la columna y cuyos principales síntomas son el cansancio y el dolor y la rigidez en las articulaciones. «Hago una vida más o menos normal, sin grandes esfuerzos físicos», cuenta Lola, aunque admite que a veces sufre «de un día para otro» los temidos «brotes», episodios de inflamación articular que la impiden moverse. No obstante, y tomando las debidas precauciones, cada mañana Lola pasea por Oviedo. Pero confiesa que tiene «muchas ganas» de ponerse la vacuna contra la covid.

«Desde hace quince años sigo un tratamiento inmunosupresor, por lo que tengo las defensas más bajas que la población general y, por lo tanto, más propensión a contraer infecciones», explica esta traumatóloga jubilada de 67 años, que trabajó toda su carrera en el Centro Médico y que ahora es voluntaria en la Asociación contra el Cáncer para hacer compañía a los enfermos.

Conchita Fernández lucha desde hace un año contra un cáncer de páncreas. J. VALLINA

Conchita Fernández Enferma de cáncer de páncreas

«Ni siquiera mi oncólogo está vacunado todavía»

El 8 de mayo, mientras el resto del país empezaba a salir poco a poco a la calle tras el primer confinamiento, Conchita ingresaba en el HUCA. Allí le operarían, el 1 de junio, del cáncer de páncreas que le habían diagnosticado. La enfermedad le era familiar: una prima suya había fallecido de lo mismo. En total, Conchita estuvo mes y medio en el hospital. «Tuve que estar sola, sola, sola...», recuerda. Su marido y sus dos hijos se turnaban para estar con ella una hora al día, por lo que su mejor compañía fueron los médicos y enfermeros del centro: «Si no fuera por ellos...». Ella ya conocía bien el mundo de la sanidad: tras regentar una pescadería en el barrio de Pumarín, había trabajado durante una década como limpiadora en el Centro Médico. A los 42 años, unos problemas de espalda la apartaron definitivamente del trabajo.

Tras la intervención en el HUCA, Conchita, que ahora tiene 67, comenzó la quimioterapia, con sus conocidas secuelas: «Hubo un momento en que el suelo de mi casa eran todo pelos, así que mi hija cogió la maquinilla y me rapó». Ha pasado por momentos duros, incluyendo una depresión, pero ahora su horizonte parece aclararse: un escáner hecho la semana pasada indica que está limpia. «Estoy que no me lo creo, parece que estoy en una nube», confiesa. Sigue con el catéter puesto, pero de momento no necesita la quimio. Por lo que sí suspira es por la vacuna de la covid: «Tengo unas ganas tremenda de ponérmela, porque este virus no se quiere ir». Pero parece que toca esperar: «Aún no sé nada. Ni siquiera mi oncólogo está vacunado todavía».

A Juan Ortiz, ex gerente del Sespa, le trasplantaron el riñón en agosto. J. V.

Juan Ortiz Trasplantado de riñón

«Tengo que cuidarme mucho, con o sin epidemia»

Juan Ortiz sabe de gestión sanitaria. Por algo fue el gerente del Servicio de Salud del Principado (Sespa) en dos etapas: 1994-1995 y 1999-2003. Y por eso ahora critica el modo en que se ha combatido la pandemia, empezando por la Unión Europea: «Parece que Bruselas está lleno de sabios y luego ves que con las vacunas ha sido todo un desastre. Me cabrean mucho las inconsistencias, los vaivenes y la falta de liderazgo que estamos viendo».

Juan, de 67 años, ginecólogo de formación, también conoce la medicina desde el otro lado de la mesa. El 29 de agosto, después de un año de espera, le trasplantaron el riñón. «En aquellos meses, los hospitales de Asturias y Cantabria recibieron más órganos de lo habitual, dado que la incidencia del virus era menor que en otras zonas de España».

Juan toma cortisona y dos inmunosupresores que le hacen tener unas defensas «muy débiles». «En realidad, yo he tenido muchos incentivos para cuidarme, porque cuando uno está recién trasplantado, el hecho de que te pille cualquier virus puede resultar fatal. Así que yo tenía que cuidarme mucho, hubiera o no epidemia», cuenta. Su vida tiene una sencilla rutina: sale a las 9.30 de la mañana, pasea por las afueras de Oviedo un par de horas y vuelve a encerrarse en casa al día siguiente. «Y todos los días igual, igual, igual...». Ni siquiera su hija va a comer a su casa.

Isabel Álvarez padece de miastenia gravis, un trastorno que afecta a los músculos. J. VALLINA

Isabel Álvarez Enferma de miastenia gravis

«Los primeros 89 días de pandemia no pisé la calle»

Caída de párpados, visión borrosa, dificultades para tragar o hablar... «Es una enfermedad crónica muscular que mejora con el reposo y empeora con el ejercicio». Así describe Isabel la dolencia que padece, miastenia gravis, un problema en la conexión entre los nervios y los músculos. La sufre desde hace veintidós años, cuando ella tenía 45 y trabajaba de enfermera en el Centro Materno Infantil de Oviedo. «Tuve bastante suerte porque di con unos neurólogos estupendos que, tras descartar un tumor cerebral, me lo diagnosticaron en solo 48 horas», explica Isabel.

«Hace años la mortalidad era muy grande, pero gracias a los tratamientos ha caído muchísimo», afirma. Pero, claro, la medicación golpea duramente su sistema inmunitario. «Por eso es tan importante que personas como yo se pongan la vacuna del coronavirus», urge Isabel. «No entiendo cómo personas con enfermedades raras como la mía estemos todavía sin vacunar, cuando toda nuestra vida nos han dicho que evitemos al máximo cualquier infección», lamenta Isabel, que toma unas ocho pastillas al día, ya que también padece de asma e hipertensión. Porque, como ella dice, «cuando tienes una enfermedad autoinmune es muy raro que te quedes solamente con esa».

Por ese motivo, Isabel ha llevado «muy mal» la pandemia. «En los primeros 89 días, yo no supe lo que era pisar la calle. La basura me la bajaba la vecina y la compra me la hacía una amiga», recuerda. Ahora sí sale a pasear por Oviedo, «pero en las afueras, donde haya poca gente, y mirando que haya algún banco cerca para descansar».

Álvaro Suárez, de veinte años, padece una cardiopatía desde que nació. DAMIÁN ARIENZA

Álvaro Suárez Enfermo de transposición de grandes vasos

Un chico «alto y fuerte» que estudia para director de cine

El 31 de enero, Álvaro cumplió veinte años. Lo hizo en un lugar poco frecuente para un cumpleaños: la UCI del Hospital Ramón y Cajal de Madrid. Allí se recuperaba de una operación. No era la primera vez que pisaba un quirófano, porque Álvaro nació con transposición de grandes vasos, una cardiopatía congénita en la que se invierte la circulación de la sangre en las arterias pulmonar y aorta. «Lo operaron a los diez días de nacer, cuando pesaba dos kilinos... Y desde entonces, otras varias intervenciones quirúrgicas por el medio. Lleva seis cateterismos... Ya perdemos la cuenta», dice su madre, Ana Isabel.

A pesar de todo, este chico gijonés ha hecho una vida prácticamente normal, incluso jugaba al balonmano en el colegio, un deporte que se adaptaba mejor a sus circunstancias porque permite más cambios en un partido que, por ejemplo, el fútbol.

Cuando estalló la pandemia, Álvaro estaba pendiente de que le pusieran una válvula pulmonar. «No nos atrevíamos a salir de casa, pasamos un miedo atroz», recuerda su madre. «Toda esta situación nos obliga a tener mucha más precaución que la mayoría. No vemos el momento de que le vacunen», asegura.

Su hijo estudia un módulo de realización audiovisual en Langreo y, antes de la pandemia, iba él solo en transporte público. Ahora, por precaución, le llevan sus padres en coche. Álvaro es un chico «alto, fuerte, alegre y responsable», y conserva su amor por el cine, sobre todo por el de Martin Scorsese.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Premios Goya

La quiniela de los premios Goya 2025

Equipo de Pantallas, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández, Mikel Labastida y Leticia Aróstegui

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcomercio «Necesitamos la vacuna cuanto antes»