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Olga Esteban
Oviñana (Cudillero)
Domingo, 28 de julio 2024
Hacía más de una hora que la pequeña parroquia de San Roque de Oviñana se había quedado pequeña cuando, un poco antes de las seis y media de la tarde, llegaban los dos coches fúnebres. El primero, negro. El segundo, blanco. Se hizo un sobrecogedor silencio, solo roto por sollozos. Era muy difícil contener la emoción. Todo un pueblo, todo un concejo, se volcó con la familia de Javier Fernández Martínez y de su hijo, el pequeño Jesús, de solo diez años. El sacerdote que oficiaba el funeral habló de tragedia, la que el viernes por la noche, en un fatal accidente de tractor, le costó la vida a ambos en la pequeña aldea de Arrojas, un núcleo rural a pocos kilómetros de Cudillero.
Era Javier, natural de la zona, conocido y querido «desde Oviñana a Pravia». Y sus hijos, y toda la familia. Por eso, el párroco, que explicó que había tenido la oportunidad de conocer bien al niño, «un buen chaval», se mostró impresionado por la «multitud» que se congregó en el pueblo donde el pequeño Jesús residía con su madre y su hermana mayor. Entre la gente, el alcalde de Cudillero, Carlos Valle.
Tanta gente, tantos coches, se concentraron ante la parroquia de San Roque que fue necesario regular el tráfico en el tramo de carretera donde se encuentra la iglesia y en las fincas de alrededor llegó un momento que no quedaba ni un sitio donde aparcar. Imposible que meter todo ese cariño y apoyo dentro de la pequeña iglesia parroquial, así que decenas de personas tuvieron que seguir el funeral desde fuera.
Dentro y fuera familiares, vecinos y amigos escucharon al sacerdote admitir que no hay respuestas a lo ocurrido, al por qué de tragedias como esta: «Jesús no nos enseñó a entenderlo todo, sino a creer». Porque, ante la imposibilidad de palabras de consuelo, apeló a la «fe y la esperanza» para ayudar a la familia, la madre de Jesús, a su hija y hermana del pequeño, a la pareja de Javier, a los abuelos, que se resistían a dejar marchar el féretro, y a todos los familiares y amigos que hoy les arropaban. Tras la ceremonia religiosa, Javier recibió sepultura en el cementerio de Piñera. Y el cuerpo del pequeño Jesús fue incinerado en el tanatorio de Funerarias del Occidente en Barcia, Valdés.
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