«A Mónica le han cortado la pierna y la vida de cuajo»

Seis años después, aquella fractura del tobillo se ha llevado por delante casi toda su pierna derecha (con dos amputaciones parciales), la ha llevado más de cinco veces al quirófano, la tiene enganchada a la morfina y la obliga a sondar cuatro veces al día su vejiga. «A Mónica le han cortado, junto a la pierna, la vida de cuajo».

Quien habla es Javier García. Es el marido de Mónica Suárez (Navia, 1978), que vive en una pesadilla sin fin desde aquel accidente laboral que sufrió en 2018. Y habla él porque ella «ya no tiene ni fuerzas. Se pasa el día en la cama. No sabemos ya qué hacer».

¿Cómo una fractura de tobillo acaba en amputación? La explicación no es fácil. «Nosotros no somos médicos, pero creemos que las cosas no se han hecho bien». Los problemas que daba ese tobillo derecho fracturado fueron visibles desde el primer momento. «Fue atendida por la mutua, ya que era un accidente laboral. Pero lo único que hicieron fue escayolar». Y con el yeso llegó el dolor que ya nunca se marchó. «Estuvo dos meses escayolada, se la quitaron y le dieron el alta. Como el dolor no pasaba, volvieron a escayolarla, pero dos meses después, le dijeron que ya estaba». Pero no.

El pie derecho que salió de aquella escayola no tenía nada que ver con el original ni con el izquierdo. «Era un pie hinchado, de color rojo, que le provocaba un dolor continuo». Sin embargo, en la mutua le dijeron «que ya estaba curada, cuando en la radiografía se veía, perfectamente, que seguía con una fisura».

Tan claro estaba que, en 2019, fue trasladada a Gijón, donde la operaron por primera vez. «Le pusieron un tornillo. Pensábamos que ya estaba». Pero tampoco. La fractura quedó resuelta, pero el dolor del pie seguía. Como un dolor de muelas multiplicado por mil. «Comenzaron con terapias de rehabilitación», pero nada. Por primera vez, en una videoconsulta con un médico avilesino, les hablan del síndrome de Sudeck.

Se trata de una dolencia neurovegetativa. En síntesis, tras una fractura el cerebro tiene una reacción errónea y destruye en lugar de reparar la lesión. «Pero está claro que ese síndrome surge de un fallo del tratamiento inicial», dice.

Porque aquella decisión de escayolar, por dos veces, una fractura no curada degeneró en el síndrome y, con él, en toda una serie de intervenciones. Las más duras, las dos amputaciones «primero del pie, luego de la pierna hasta el muslo», que conllevaron un dolor adicional. «La amputación la decidió el equipo de Cirugía Vascular del HUCA, pero cuando nos derivaron a Traumatología, se negaron, por dos veces, a hacerla. La última reunión fue humillante. A Mónica le dijeron que los llantos no servían».

Fue el de Cirugía Vascular el equipo que, finalmente, realizó las amputaciones. Ahora siguen a la espera de una solución. «Un abogado cifró en 600.000 euros la indemnización que le corresponde a Mónica, pero no queremos dinero. Lo donaríamos a la investigación para que nadie pase por esto».