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P. LAMADRID
GIJÓN.
Jueves, 29 de julio 2021, 01:37
«Menchu siempre fue joven porque mantuvo viva la curiosidad por conocer y saber». Álvarez del Valle cultivó ese interés por todo aquello que la rodeaba durante su dilatada carrera periodística y también cuando cedió los micrófonos a las generaciones posteriores. Así lo recuerda la ... periodista María Teresa Álvarez, amiga y compañera de la fallecida, al tiempo que destaca la «suerte que tuvo de vivir como quiso sus últimos años». Menchu «eligió lo que quería hacer en su jubilación» y no fue otra cosa que conjugar su amor por la cultura con el disfrute de la naturaleza desde el enclave privilegiado que es Sardéu. En su casa, «rodeada de hortensias y mirando al mar», vivió su retiro, primero acompañada por su marido, José Luis Ortiz, y luego ella sola.
Una circunstancia que asumió con naturalidad porque, «cuando tienes una vida llena, estás de acuerdo contigo y te quieres, la soledad no pesa», asegura Álvarez, que no teme equivocarse al señalar que Menchu «fue muy feliz en su pequeño paraíso». Coincide con esta afirmación el director emérito de la Fundación Princesa, Graciano García. «Estaba aislada, pero no sola. Se entretenía con mil cosas. Con ver crecer las flores que plantaba o escuchando el ruido lejano de la mar», rememora. Menchu encontró la mayor compañía en la lectura, en la que se enfrascaba durante horas. Sobre todo si se trataba de poesía, género que la atraía de manera especial. Por ello, estaba muy interesada en la iniciativa 'Asturias, capital mundial de la poesía' que promueve el propio García.
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«También era muy sensible a los temas femeninos y a la literatura escrita por mujeres», apunta Álvarez. Pero no solo las letras abrigaron su soledad. Sus amigos y vecinos siempre estuvieron ahí, bien fuera en persona o al otro lado de la línea teléfonica. Sus compañeras de la tertulia El Garabato, de la que formaba parte desde hacía más de una década, también compartieron numerosos momentos con la abuela de la Reina. Aunque, en esos ratos, era solo Menchu, una vecina y contertulia más.
En su afán por difundir la cultura, llegó a promover representaciones teatrales en Ribadesella, junto con su amigo Emilio Serrano. Además de prestarse a presentar libros y manifestaciones artísticas, tanto si se lo pedían amigos como personas a las que no conocía. Siempre estaba dispuesta a echar una mano en favor de las actividades culturales. La jubilación tampoco le hizo perder el pulso de la actualidad, que conocía gracias al repaso diario que hacía a los medios de comunicación tanto de la región como nacionales.
Con la pena lógica por la ausencia, que siempre es dolorosa, sus amigos tienen el consuelo de saber que «Menchu disfrutó de cada momento de su vida». Y con ellos como testigos para recordar ahora esos 93 años de curiosidad.
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