Los colores y calores del Xirin

Entre quienes más se beneficiaron del termómetro venido arriba, los vendedores de bolsas de hielo que ayer hicieron literalmente su agosto tanto en el interior del recinto como en las inmediaciones. Y es que, realmente, ayer en Salcéu, más que enfriar las bebidas lo que apetecía era tenderse sobre un colchón de cubitos o de 'icebergs' para aliviarse de unas temperaturas a las que este verano no nos tiene muy acostumbrados en Asturias. Ni siquiera la sidra, habituada a refrescar en una simple cubeta de agua, se libró de recibir un baño helado para poder ser engullida por los cientos de romeros que aún siguen fiel a ella y su espíritu sanamente 'folixeru' en lugar de decantarse por otro tipo de estimulantes alcohólicos. Algunas mezclas no son buenas y precisamente para evitar que las garrafas cocteleras contaminaran el sector tradicional de la fiesta en torno a sus clásicas casetas, se encaminaron los controles del servicio de seguridad privada que vigilaba el acceso al recinto festivo y que se encargaba de una verdadera regulación del tráfico de romeros, dirigiendo a los portadores de elementos de botellón directamente hacia la zona denominada de dj. Allí se vivía una fiesta muy distinta a la que les gusta difrutar a los xiringüeleros de toda la vida y la mayoría de las incidencias de la jornada provenía de ese sector.

En la romería propiamente dicha, cerca de un centenar de casetas con sus respectivas peñas dándolo todo en su propio territorio y compartiéndolo generosamente con los demás, y las calles de esta pequeña Pravia –que son también las de decenas de lugares de toda Asturias– atestadas de bullicio alegre mantenían en toda su altura el espíritu característico de esta fiesta. Una muestra de esa identidad que los auténticos xiringüeleros no quieren perder la daban la Peña Desidrataos de la propia villa del rey Silo, que transformaron su caseta en una iglesia para celebrar la boda de dos de sus integrantes: Llara y Jose. El enlace se celebró al mediodía en pleno prau Salcéu y no faltaron en él ni el velo de la novia ni la pajarita del novio ni la dignidad purpurada de todo un obispo sidreru que impartía bendiciones y culinos a los invitados.

El buen humor reinaba en toda la zona de casetas sin amilanarse ante los estragos de las elevadas temperaturas y era posible cruzarse con unos tipos que portaban camisetas amarillas reclamando la «llibertat dels presos politics» con el rostro de Iñaki Urdangarin o quienes al baño nada recomendable en las crecidas aguas del Nalón preferían la inmersión en una piscina hinchable llena de sidra. También era posible intentar pedir asilo folixeru en el ya habitual Consulado de Siero o comprobar si regían los preceptos islámicos sobre el consumo de nuestra bebida autóctona en el Emirato de Grao. Los más curtidos en xiringüelismu, como la peña praviana del El Desastre, se protegían del 'calorón' a la sombra de su caseta, hábilmente ventilada y con abundante provisión de una sidra casera que quitaba el hipo y por si sola sería capaz de aniquilar cualquier botellón. Ese en el que los pravianos no quieren que acabe por beberse nunca su fiesta del Xiringüelu.