Rafael Suárez-Muñiz
Doctor geógrafo urbanista
Domingo, 12 de junio 2022, 16:03
El conocimiento geográfico de nuestra región no deja de revelar hallazgos, francamente sorprendentes, en forma de jardines botánicos privados. A 470 metros de Casa Gerardo (Prendes), donde Geles, Pedro y Marcos elevaron la fabada al estrellato Michelín, el joven Pablo Tarabico, soldador de profesión, ha ... proyectado un impecable jardín de rincones, en el que cocina equilibradamente con texturas, portes y colores. Aquí vierte su creatividad y le sirve de campo de experimentación.
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Queda patente la prioridad de su propietario en la relación jerárquica de la parcela. El universo botánico de Pablo, que mira a mediodía, ocupa una superficie de unos 2.200 m2 y se localiza en el municipio de Carreño, concretamente en el barrio de La Rebollada (Guimarán), formando parte de la Ruta Clariniana. La materialización de este jardín botánico se fue haciendo realidad «desde el año 2010, que fue cuando hicimos la casa. Mi afición llegó por los acuarios de tipo paisajista. Cuando vivíamos en Gijón, en un piso, tenía acuarios de plantas y al terminar de hacer esta casa explotó la afición. En 2010 fue lo típico que pones una cosa aquí y otra allí, sin sentido, pero hace 6 o 7 años es cuando empezamos en serio», subraya Pablo.
La composición vegetal es tan amplia como variada; es una odisea cuantitativa que ronda las 300 especies diferentes y supera el millar de plantas en total, oriundas de todos los continentes fértiles. Las que más abundan son las vivaces, como las diversas echinaceas, agastaches, penstemons (campanillas norteamericanas), salvias, aster, dalias y liatris (espigados tubos pilosos de color violeta originarios de Norteamérica).
El espacio cuenta con una pendiente cortada hacia el sur, con mayor agudeza en el plano superior, una cota intermedia de planicie y otra pendiente más tendida que ha quedado resuelta con mucho acierto a partir de una circundante red caminera. En la entrada se disponen unos parterres geométricos con una gran concentración de suculentas polifiléticas como crasas, aeonium (natural de África) y echeverias (caracterizadas por su forma de lechuga), originarias de zonas semiáridas como México; además de una criptomeria, lavanda, alocasias amazónicas higrófilas (forma de oreja de elefante) procedentes de la Fonte Baxa, un loropetalum chino, pendientes de la reina, helechos comunes y un espectacular callistemon rojo de origen australiano. Nada más cruzar el umbral de la puerta, en 10 m2 ya habremos dado una fugaz vuelta al mundo.
A continuación, se refresca el jardín con la primera superficie de agua, una fuente-estanque rodeada de una llamativa colección de cactus y otras suculentas en maceta, como el aeonium arboreum. Frente a la casa, en el centro del jardín, se descubre una plazoleta de uso estancial a modo de cenador, la cual se halla rodeada por numerosos parterres redondeados y de formas sinuosas adosados al límite perimetral, todos cerrados por rocalla y cubiertos de suculentas, vivaces y herbáceas. Al comienzo se yerguen unas yucas frente a unas coloridas fotinias. Pablo tiene una visión y un estilo que puede asemejarse indudablemente al de Miguel Busto (Molleda) o al de Fernando Álvarez del Valle (Candás), quien también le suministra plantas. En los parterres que bordean el jardín concurren numerosas arbustivas.
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En la parcela inferior, donde tiene ovejas, hay distintos frutales (cuatro cerezos, tres ciruelos, un granado, perales, nogales, etc.). Las redondeadas formas centrales del jardín presentan enormes pompones de curiosas rosas de capullos abiertos, hortensias de invierno y algún arce palmatum rojo. En la parte superior del jardín es donde se concentran los arces; en total hay cinco arces japoneses grandes, entre ellos uno palmatum clásico, uno Fireglow y un Sango Kaku. Siguiendo con el apartado arbóreo, una cica neozelandesa les hace compañía en otra latitud, además de un impresionante olivo y cuatro variedades de magnolias caducifolias. Entre los arbustos de esta parte destacan tres ceanothus azules, «uno florece en marzo, otro en junio y otro es rastrero», cuyo máximo representante lo encontramos en el palacio de Regueral de Pola de Lena.
Entre las genialidades de Pablo Tarabico se encuentran una casita de estilo inglés para que jugasen sus hijas, un coqueto invernadero, un riachuelo con pasarela y un estanque de nenúfares con ranas, cuyo croar sonoriza los compases de los itinerarios por el jardín. Pablo enfatiza la importancia que ha tenido la figura de su padre en estas y otras estructuras del jardín, por todo lo que lo ayudó en lo concerniente a albañilería y carpintería. En estos momentos se ha podido percibir una gran explosión floral y cromática —a la espera de los agapantos— gracias a todos los distintos tipos de dalias, de dalias enanas (flor morada y hojas negras), hostas, heucheras, pestemon, clavelinas, lirios de colores, rudbeckias, amapolas procedentes de Francia, amapolas californianas (naranjas), cosmos, aster, hemerocallis perennifolias y caducifolias, y otras tantas.
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El jardín de Pablo Tarabico, en conclusión, cuyo máximo esplendor se alcanza en agosto y septiembre, hace las delicias de las miradas más hiperactivas que hallan en cada ángulo una nueva diana, una sorpresa más, otra novedad. El orden, la forma, las formas, el color y el gusto que le ha impreso: estrechan cálidamente sus manos con la diversidad y la cuantía de lo que allí echa sus raíces. Este contexto se enriquece con la inquietud del propio Pablo, que de allá donde puede siempre marcha con algún esqueje interesante para implantarlo en su cofre. Se trata, pues, de un jardín muy jovencito, que ya presenta un estado totalmente colmatado y terminado, pero, que, sin lugar a dudas, le queda muchísima proyección y trayectoria digna de seguir de cerca.
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