La ría de Villaviciosa ha perdido vida. Bien lo saben aquellos que han vivido durante años en sus orillas. Atrás han quedado los grandes barcos que salían de sus astilleros, el comercio de cal desde el Calieru o los kilos de marisco que permitían a las familias contar con un dinero extra en su día a día. El estuario llegó a ser en sus años dorados el motor económico para muchos pueblos de la zona. «Era el modo de subsistencia. Siempre estaba llena. Todo el mundo se alimentó en algún momento gracias a la ría», recuerda Saúl García, presidente de la Asociación de Vecinos de San Martín del Mar. Pero el paso de los años la ha convertido en la sombra de lo que fue.
Lo saben bien Paz Rodríguez, 'Pacita la del Llagarón', y Paz Valdés, 'la del molín', vecinas de San Martín. «Antes la ría era una fiesta y ahora está desierta. ¿Cuánto dinero llegó a darnos?», se preguntan. Mariscadora e hija del molinero, ambas vivieron toda su vida de lo que el estuario les ofrecía. «El tráfico que había por esta zona entraba todo por la ría. Las carreteras estaban vacías. Recuerdo pasar horas mariscando. Llevaba un termo de agua caliente en la barca y cuando tenía mucho frío en las manos, me las mojaba para poder seguir», recuerda Rodríguez, quien destaca que sus cuatro hijos pudieron estudiar gracias al dinero que ella sacaba de sus largas jornadas en el agua.
También gracias al oficio de su marido, Florencio Estrada 'Tino', quien fue uno de los últimos carpinteros de ribera. Su taller sigue intacto un año después de su fallecimiento, como recuerdo vivo de aquellos años en los que grandes embarcaciones tomaban forma a orillas de Villaviciosa. En aquella época las gabarras surcaban diariamente las aguas de la ría, en un ir y venir de productos, siendo casi el principal comercio de la zona.
Las familias compaginaban su trabajo en las ganaderías con la pesca o la recogida de marisco. Un trabajo que se fue perdiendo con el paso de los años y que sufrió su golpe de gracia en 2011 cuando el Principado decretó el cierre de la ría por los altos niveles de contaminación. En aquel momento, había una treintena de mariscadores inscritos, de los que a día de hoy, nueve años después, no quedan ni una decena. «Esto surgió en el 2011, pero por lo que sabemos tres años antes el Principado ya había advertido al Ayuntamiento de que la red de alcantarillado era insuficiente y con muchas deficiencias», recuerda Andrés Pérez, mariscador ya jubilado.
José Manuel Felgueres, alcalde por el Partido Popular en aquel momento, siempre defendió que la causa de la contaminación no eran los vertidos municipales. «Los vertidos de la red municipal eran mínimos y ejecutamos las obras para acabar con ellos. El tiempo nos está dando la razón, porque a día de hoy la ría sigue cerrada», asegura. El ahora diputado en la Junta General del Principado lamenta el «abandono» que sufre el que podría ser un gran motor turístico para el concejo: «Es una joya en bruto y la estamos perdiendo».
Corregir la situación
En 2015, con la llegada del socialista Alejandro Vega la relación mejoró, aunque mariscadores y Ayuntamiento se vieron las caras en un juicio por el que Villaviciosa tuvo que indemnizarlos con más de 200.000 euros. «El aumento de la presión sobre el estuario por vertidos procedentes de todo el entorno, principalmente el urbano, ha sido determinante para el cierre al marisqueo. El casco urbano sigue teniendo una red unitaria de pluviales y fecales que hace que el sistema colapse en episodios de lluvia. Eso ha sucedido durante los últimos 30 años, y esos son muchos años de vertidos a la ría. Hasta que dijo basta. Lo peor ahora es que corregir esta situación requiere de inversiones millonarias en saneamiento», explica el alcalde.
Construcción de la barcaza Nalón / Un grupo de carboneros / Un barco de carbón en El Puntal.
Asociación de Vecinos de San Martín del Mar
Para los ecologistas, la solución en esta materia también pasa por la inversión. «Se planificó un crecimiento urbano sin haber hecho las infraestructuras necesarias. Por ejemplo, hace falta un colector nuevo porque el actual se colapsa y vierte a la ría», señala Pedro Zamora. Para los vecinos, el problema radica principalmente en los vertidos químicos. «La ría siempre se regeneró, a pesar de que el 80% de los residuos orgánicos acababan en el agua. El problema ahora son todos los productos químicos que se usan y también terminan en la ría», opina Saúl García.
El problema de la contaminación se vio agravado en los últimos años con el deterioro cada vez mayor de los porreos. Muchos de los diques se han venido abajo provocando que los productos que se utilizaron en esos terrenos agrícolas hayan acabado ahora en la ría. En este sentido, son muchas las voces que han pedido a Costas -propietaria de las parcelas- que actúe para frenar esta situación. «Solo cabe que el Estado, que es el titular de los terrenos donde no existan concesiones o propiedad privada, asuma una actuación y ejecute un plan global», insiste Vega.
Para los ecologistas, en cambio, la solución pasaría «por volver a naturalizar la ría» y centrar los esfuerzos en proteger el núcleo urbano de la subida del nivel del mar.
Entre tanto, y ante la falta de una actuación conjunta entre todas las partes implicadas, la ría sigue perdiendo cada vez un poco más de vida, quedándose rezagada como uno de los motores más importantes para el concejo.
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