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MARINA MARTÍN
SALINAS.
Domingo, 4 de agosto 2019, 00:56
Unos veinte minutos eternos, lo que tardó en llegar la ambulancia, fue el tiempo que el socorrista Marcos Rodríguez estuvo reanimando al joven de veintitrés años que sufrió una parada cardiorespiratoria antes de ayer en el paseo de Salinas.
Una actuación que, gracias ... a la velocidad del servicio de socorrismo, pudo salvar la vida al chico. «Si llega a estar paseando un par de calles más allá, a nadie se le hubiese ocurrido llamar a los socorristas y no habría sobrevivido» asegura Rodríguez. Son situaciones extremas en las que de un minuto de diferencia puede depender que el desenlace sea bueno o una tragedia.
«Me avisó una señora de que había un chico que se encontraba mal, y cuando llegué estaba tirado en el suelo» cuenta el socorrista. «Cómo me han enseñado le puse boca y, al comprobar que no respiraba lo primero que hice fue avisar al puesto de que tenía a un chaval con una parada cardiorespiratoria y empezamos el protocolo que tenemos». En estos casos «muy graves», los pasos a seguir están estipulados de manera clara: avisar, traer material y empezar con la RCP. Fue su compañero, David Martín, quien trajo rápidamente el desfibrilador.
«Hicimos unos doce ciclos de reanimación antes de que llegase la primera ambulancia, que vienen a ser unos veinte minutos» calcula Rodríguez. «No te sé decir el tiempo exacto porque con los nervios de la situación no se tiene percepción del tiempo que pasa». Fue la primera de las tres ambulancias que acudieron al lugar, y trasladaron al joven, que fue llevado al hospital San Agustín
Una historia con final feliz a la que el socorrista no es la primera vez que se enfrenta. «Llevo dieciocho años trabajando en este puesto y llevaré sobre diez reanimaciones, pero todos habían fallecido», explica. «Esta es la primera reanimación que la persona ha conseguido salir adelante». Y eso ha dejado huella en aquellos quienes atendieron al joven. «David, mi compañero, y yo hasta nos emocionamos cuando vimos que tiraba adelante», cuenta. «Un chico tan joven, que entra en parada, sabiendo como sabemos que generalmente todos fallecen, pues fue como 'guau'».
Y es que Marcos Rodríguez lleva dieciocho años velando por la seguridad en una playa «muy peligrosa, que nunca sabes por dónde puede salir» y salvando vidas. No en vano en 2015 un grupo de bañistas asiduos al arenal decidió, por cuenta propia, entregarle el 'Manguito de oro' tras haberse jugado el tipo en un complicado rescate en el mar.
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