Begoña Traba y Carlos Rodríguez conversan con su encargado, Alejandro Saiz mientras limpian el museo de Anclas. MARIETA

250 kilos al día de basura por el botellón

Salinas. La localidad es la más afectada por este fenómeno, que se repite casi a diario, según confirman quienes se encargan de recoger la basura que dejan tirada

C. DEL RÍO

Martes, 17 de agosto 2021, 01:05

Entre 250 y 300 kilos de media extra es lo que generan los botellones que se suceden prácticamente a diario en Salinas. «Solo descansan los martes», confirma Alejandro Saiz, encargado de la plantilla de limpieza de Daorje en Castrillón, que en verano ve como se incrementa la carga de trabajo para limpiar lo que decenas de jóvenes ensucian sin pararse a pensar en los demás. Esta práctica, ruidosa y molesta para los vecinos, supone una hora de trabajo extra a los operarios que tienen adjudicada la zona en cuestión, que en ocasiones tienen que pedir ayuda a algún compañero.

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Creen los trabajadores que no hay más botellón que otros años, pero en este 2021 sí es más cambiante. Antes se concentraba en El Pinar y ahora ha pasado de La Peñona al paseo de Salinas. El comisario jefe de la Policía Local, Ricardo González reconoce que les preocupaba especialmente La Peñona por la peligrosidad del lugar, sobre todo cuando uno va pasado de alcohol. Lograron mover a la juventud de allí, pero no han abandonado la zona por completo. Lo saben mejor que nadie Begoña Traba y Carlos Rodríguez, dos de los operarios que se encargan de adecentar la localidad desde hace dieciséis años: «Solo tienes que mirar al otro lado del Museo de Anclas, en la cara de la colina que cae hacia la playa del Cuerno, hay hasta carritos del supermercado, en los que traen la bebida».

No hay sitio mejor para una práctica que ven difícil de erradicar. Cada espacio presenta una dificultad concreta a la hora de recoger los residuos. Lo peor, aseguran, son los cristales. «En La Peñona cuando llegamos es como una alfombra de porquería, sobre todo cristales» y «aquí es todo manual, no puede subir la máquina y por mucho que barras, siempre quedan 'cristalinos'», apostilla Carlos Rodríguez al comentario inicial de Begoña Traba. En El Pinar la dificultad es otra, los cristales, rotos en pequeños fragmentos, se clavan en la tierra y cuesta sacarlos. Un problema similar al que tienen en la playa, que se sumergen en la arena y la máquina que la limpia no logra extraerlos, con el consiguiente peligro para los usuarios.

Begoña y Carlos se confiesan tan acostumbrados como resignados a un fenómeno que en Castrillón se da casi en exclusiva en Salinas. El concejal de Medio Ambiente, Iván López Reguero, cree que quienes hacen botellón no son residentes fijos de Salinas sino veraneantes y además piensa que la situación actual, con restricciones horarias a la hostelería, contribuye a agravarlo. «El botellón nos exige una limpieza extraordinaria y me gustaría llamar la atención también sobre el daño medioambiental», apunta.

Su apreciación acerca de quien se suma a un botellón casa con los ejemplos de sensibilización que describen Begoña y Carlos: «Hay gente que quiere colaborar, aunque no sean suyos las botellas, vasos y latas. Son personas que viven aquí en Salinas o están ligadas a la localidad y les duele ver la suciedad. Hace un par de días hubo un hombre que nos pidió una bolsa para recoger algunos residuos próximos a la zona del Náutico», explica Carlos.

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Voluntad de recoger

La experiencia les dice que ni poniendo más papeleras o contenedores se aliviaría esta consecuencia (la de la suciedad) del botellón. «El que lo quiere recoger, lo recoge. Es como la comida. En El Pinar las papeleras se llenan, pero a pocos metros hay un contenedor y la gente deja los residuos junto a la papelera en un bolsa en lugar de llevarlos hasta el contenedor», pone como ejemplo Begoña. Es, reconoce, un mal menor. Porque el hecho de que, al menos, queden en una bolsa facilita su recogida. «Hay un botellón de lo más peculiar -apostilla su compañero- en Santa María del Mar. Se da desde hace unos diez años y siempre lo dejan todo recogido en una bolsa junto a la papelera».

Todo este material, principalmente cristal, no se recicla, es casi imposible separar los miles de fragmentos de cristal que se barren o succionan, según el lugar, de papeles, latas, envoltorios de plástico y otros residuos, como consecuencia estos 250 o 300 kilos extra de media van como residuos genérico a Cogersa.

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Y, puestos a buscar una nota positiva, Begoña apunta que el hecho de que de ahora los bares sirvan en mesa y no se pueda estar de pie consumiendo ha contribuido a evitar esa otra parte de basura que en sentido estricto no es botellón, pero que también quedaba tirado en el suelo. O como aquellas noches de jueves que se pusieron de moda hace muchos años y dejaban la zona de los Gauzones intransitable. Aquello, dicen los operarios, ya era botellón.

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