Borrar
Urgente La familia García Vallina pone a la venta TSK
Margarita Álvarez y José Luis Alonso contemplan una llamativa y añosa camelia.

Ver fotos

Margarita Álvarez y José Luis Alonso contemplan una llamativa y añosa camelia.

El Jardín de Margarita, en Muros de Nalón, un tour entre lo alóctono y lo autóctono

Las quinientas variedades distintas de árboles, plantas y flores permiten hacer un viaje relámpago entre cuatro continentes

RAFAEL SUÁREZ-MUÑIZ

Domingo, 27 de marzo 2022, 01:12

Al atravesar la portilla de acceso nos reciben Margó Álvarez y José Luis Alonso. Es imposible no hallar analogías con el tropicalismo de Burle Marx, el naturalismo tecnocrático de Nigel Dunnet, el modernismo tropicalista de Raymond Jungles y la actual tendencia del asturiano Fernando González por recuperar las llamadas sucesiones ecológicas en toda esta búsqueda de reminiscencias. Salvando la leve y tendida pendiente aterrazada de los 2.500 metros cuadrados de El Jardín de Margarita: topografía y dialéctica visual convergen gracias a las obras de desmonte y terraplenamiento en un integrado diálogo entre especies arbóreas que implican el carácter boscoso con el porte rastrero de las formaciones vegetales de los distintos parterres, así como con el espacio dedicado a huerta, como rasgos generales.

«La idea de hacer un jardín surgió en 2005. Hicimos un camino en curva para ir poco a poco poniendo macizos a los lados», secunda Margó. Es un jardín francamente joven y muy cambiante, ya que se recurre a la inserción de flores de temporada, nuevas adquisiciones, bulbosas, plantas herbáceas, etc. Bordeando la finca vecina por el oeste, aprovechando la inclinación de la pendiente, se fue plantando en 2001 una interesante variedad de cipreses (seis en total) que no se han visto en otros jardines visitados, estos son los cipreses de Leyland, los de Lawson blue y los macrocarpa de olor a limón. Los otros árboles de porte alto son los infrecuentes liquidámbar, los tuliperos de Virginia, las hayas y los abedules. Los abedules alcanzan los 35 años de edad y las hayas tienen 23 y 25 respectivamente.

No es menos simpática la proximidad entre un abeto de Normandía y un laurel-cerezo, como si de una recreación vegetal del Cáucaso se tratase, una reunión de comunidad podríamos decir. En esta misma franja occidental, situados en parterres próximos a los rinconcitos de desahogo visual que ha ido creando Margó con sumo gusto, se encuentran dispuestos algunos arces japoneses de porte bajo que ya empiezan a hacer gala de su primera foliación, sus pequeñas y palmeadas hojas son de color rojo intenso, luego se vuelven verdes y terminan por otoñar en rojo otra vez. Enfrente de estos destaca el árbol Katsura, también de origen nipón, también conocido como árbol de caramelo por su olor a arroz con leche. Hemos visto algunos singulares ejemplares en La Viesca (Salas) y en Los Molinos (Villaviciosa). No hay que olvidarse de las chillonas flores rojas del membrillo japonés de la entrada, como los que hemos visto en la quinta de Peñafrancia (Gijón).

Para darle la nota autóctona cabe reseñar el productivo naranjo que hay frente a la fachada principal de la casa y la higuera del lateral nororiental. «La higuera la plantó mi madre y tendrá unos 40 años», al igual que el naranjo, concreta su propietaria.

Perdiéndonos entre la veintena de parterres de Margó haremos exactamente lo mismo con el número y la variedad de las especies que en estas armónicas formas se dan cita. Sobre todo hay plantadas vivaces y aromáticas, ya que la idiosincrasia de su propietaria es tener un jardín ecológico. La encargada de recibir a los visitantes es la singular euphorbia characias. La composición interior del jardín está equitativamente integrada por una cuantiosa corte de capuchinas, pendientes de la reina, aster, astilves, un chinchin que huele a vainilla, viburnum, rosas rugosas, rododendros, camelias, liliums, ortigas, dalias, gauras, agapantos, choisias, fetidus, miscantus (gramínea), consuelda simpitum, morenbeckia, lichnis, una planta de pistacho y una curiosa y llamativa planta de meliantus major natural de África que huele a cacahuete.

«Plantas y flores comestibles tengo muchas porque atraen mariposas», destaca Margó, ya que sus flores ricas en néctar son captadoras de polinizadores. También tiene un buen número de casetas para que aniden los pájaros. Además apunta que «no tenemos riego ni echamos pesticidas», por eso algunas plantas y árboles sufren. En los bancales del huerto hay un montón de plantas aromáticas como el anisado hinojo, la menta, el tomillo, el orégano, la ajedrea, la lavanda, la manzanilla, la echinacea o el lemon grass. «El equilibrio es imposible», dice Iván Ferreiro, pero Margó lo consigue o al menos se acerca mucho. Hay un equilibrio y una armonía entre los recursos y las facilidades que se le dan a la naturaleza desde la antropía. La atracción de pájaros e insectos junto con las aromáticas son un buen mecanismo disuasorio y de control de plagas.

Hay, pues, en El Jardín de Margarita una significativa oportunidad de hacer un viaje relámpago entre los cuatro continentes vitales y especialmente a regiones geográficas concretas. Hay alrededor de 500 variedades de especies distintas, todas ellas de diferentes géneros, «hay especies que atraen pájaros y los alimentan». Llama poderosamente la atención cómo una persona es capaz de crear por sí misma, con no poco esfuerzo físico y económico, un jardín para el disfrute de humanos -han hecho todo tipo de talleres, itinerarios didácticos e incluso conciertos- y de la microfauna diversa que allí reside gracias a la abundancia de plantas nutricias y hospederas.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcomercio El Jardín de Margarita, en Muros de Nalón, un tour entre lo alóctono y lo autóctono