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PEPE G.-PUMARINO
CANDÁS.
Lunes, 28 de octubre 2019, 00:42
Los antiguos trabajadores de la Ciudad de Vacaciones de Perlora consideran «irrecuperable» su actividad a la vista de la situación actual de los edificios. Cada año desde hace siete, cuando se cerró el complejo, organizan una reunión en Candás en la que, además de la inevitable nostalgia, nunca falta un punto de denuncia.
En esta ocasión asistieron casi un centenar de trabajadores, que además de revivir los tiempos de su juventud como empleados del complejo turístico no pudieron evitar lamentarse ante el estado en el que se encuentra el recinto, algo que constatan cada vez que lo vistan y pasean por sus calles. «La realidad nos deja una sensación de estar en una ciudad vacía cuando en nuestra memoria todavía siguen vivos los recuerdos de una instalación plena de actividad», comentan.
La mayor parte de ellos desarrolló su vida laboral en el recinto durante más de una treinta años como cocineros, camareros, ayudantes de cocina o encargados del mantenimiento de las instalaciones. «La actividad era muy intensa porque eran 1.000 las personas que pasaban buena parte de sus vacaciones en la residencia -rememoran-. Los pabellones estaban llenos, hasta el punto que teníamos que buscar alojamiento en otros hoteles de la parroquia».
Para estos 'trabayadores de leyenda', como se definen por ser de las pocas plantillas que mantienen una relación casi familiar, la vuelta a la actividad de ocio y turística de la residencia «es casi imposible», a la vista del estado de abandono en el que se encuentra el complejo. «Con tan solo saber cómo quedaron los chalés y los pabellones, en la actualidad no se podría autorizar su ocupación por incumplir las condiciones de habitabilidad», lamentan. «Las acometidas de agua y luz están obsoletas, al no haber sido renovadas, lo que hace que sean irrecuperables». Es por esta razón por la que consideran que la Administración regional, que es la propietaria del recinto, precisaría de una importante inversión a la que no puede hacer frente. «Cuando se cerró y se anunció que su gestión pasaría a manos privadas, tuvimos la esperanza de que se volvería a recuperar la actividad de una manera mejor. Pero no fue así».
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