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P. A. MARÍN ESTRADA
Lunes, 7 de agosto 2017, 03:26
El debate sobre los límites del humor y cuándo éste deja de serlo para convertirse en ofensa a otros, agresión verbal o apología de un delito, rebasa las aguas de la realidad cotidiana para correr en ocasiones amparado en los regueros de alcohol habituales en ... las grandes concentraciones festivas.
La romería praviana del Xiringüelu, con sus miles de asistentes -cada uno de su casa- y a pesar de la inexperiencia 'folixera' de los más jóvenes, podría ser terreno abonado para la difusión de esta clase de mensajes dudosamente graciosos. Alguno se vio, aunque la tónica general, como es costumbre en el prau Salcéu, discurría por los cauces del sano disparate y la defensa exacerbada de la bebida reina de la fiesta: «Que la sidra te acompañe», esgrimía en su solapa un pacífico guerrero de El Folechu o «A mí échamela...despacito», decía otra chapa, uniéndole otro de los motivos estrella, el del éxito de Luis Fonsi. Y alguien más filosófico advertía: «No necesito divertirme para beber». «Más culiar, menos trabayar» se leía en otra camiseta, deslizándose por el doble sentido hacia terrenos resbaladizos. El sentido común y la alerta lo ponía Patricia, de la Peña El Trallazu, en la que abundaban los mensajes contra las agresiones machistas: «Se puede pasar bien respetando a los demás, sobre todo a las mujeres». No está de más recordarlo. No fue esa la única leyenda ad hoc: «Fiestas sin abusos sexuales. No es no», rezaba otra.
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