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A. CUENCA
VILLAVICIOSA.
Martes, 31 de enero 2023, 01:08
Javier y María Luisa habían cumplido con creces los ochenta pero seguían al pie del cañón después de más de medio siglo consagrado al campo. El matrimonio de Bedriñana heredó en su momento las propiedades y el oficio del padre de ella, Mariano Sariego, ... y ya le habían pasado el testigo a su hija, María Esther, tercera generación volcada con los plantones de pomares, lo que se conoce como viveristas. Juntos recorrieron ferias, mercados y plantaciones de toda Asturias vendiendo sus plantones, muchos de sidra, pero también de manzanas de mesa. La suya fue una vida consagrada a una tradición que terminó por costarles la vida en un fatal accidente.
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CARLA VEGA / O. S.
Porque ni Javier ni María Luisa se dedicaban ya profesionalmente a lo que fue su vida: el cultivo y la posterior venta de plantones, que cultivaban con mimo y dedicación en su vivero de Bedriñana, el mismo que crease el padre de ella hace la friolera de un siglo, hoy uno de los últimos del concejo y también de Asturias. Más de un centenar de variedades de manzana cultiva la familia Estrada Sariego y varias veces ganaron también el concurso de sidra casera de su pueblo y de todo el concejo.
Hasta Santander y Galicia llegaron y llegan los árboles que nacieron y nacen en su finca, hoy de mano de María Esther y, tal y como le gustaba presumir al abuelo, probablemente pronto también gracias al trabajo de sus nietos. Para el matrimonio seguir colaborando con la empresa familiar, arrimando el hombro, no era simple obligación, sino puro compromiso. Su vida.
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