O. VILLA / J. M. PUGA
OVIEDO.
Viernes, 9 de septiembre 2022, 03:53
Un desagravio y un «acto de justicia con quien tanto ha aportado a la Universidad de Oviedo y a toda Asturias, y que lo ha pasado tan mal». No era el momento de recordar las circunstancias que Carlos López-Otín ha vivido últimamente muy ... a su pesar, y así lo entendió ayer Adrián Barbón, quien quiso dejar meridianamente claro que Asturias respalda «a uno de los bioquímicos más relevantes del mundo, cuyas investigaciones han ayudado a descubrir y desbloquear nuevas y prometedoras vías para el tratamiento de enfermedades, incluido el cáncer».
Publicidad
Así, Barbón, muy cómplice y cariñoso ayer con un muy emocionado López-Otín, le indicó que «quiero que nuestro insigne científico entienda su distinción como una prueba de la confianza plena de Asturias en su labor, en su dedicación y su entrega a nuestra Universidad y como muestra de nuestro cariño».
Con esas palabras y un reconocimiento a los que, como López Otín, eligen Asturias para vivir y trabajar y los que, como Entrerríos, llevan el nombre de Asturias por todo el mundo, concluyó su alocución Barbón. Previamente, y con un tono enormemente poético y una voz claramente tomada por la emoción, López-Otín quiso transmitir su agradecimiento, porque «cada tormenta tiene su arco íris. Gracias por deshilvanar esa luz blanca que a veces se oscurece, hoy me habéis regalado un arcoíris tan grande y tan exagerado...».
Hizo también un paralelismo entre el momento en que, en su Aragón natal, «un día de azules iluminados aprendí a leer y vi que es cierto que en un folio blanco cabe el universo entero» con lo que ahora descubre en sus investigaciones: «No dejo de asombrarme de que en cada una de nuestras células, que son minúsculas, caben dos metros de nuestro ADN, que es lo que nos permite ser lo que somos, contiene nuestros secretos más intimos». Y del mismo modo trató de resumir «en tres minutos 35 años de intensa, comprometida y feliz, en general, vida en Asturias».
Publicidad
Y, sí, fue un discurso lleno de agradecimientos y con alusiones tan livianas a los momentos oscuros que nadie se podría sentir ni mínimamente interpelado. Lo que hizo López-Otín fue mirar a un auditorio en el que vio que estaba «lleno de personas y emociones, en el que veo pasar mi vida proyectada por delante de todos, gracias a vosotros, y veo especialmente a representantes de los que me han acompañado en el viaje al centro de la vida, la salud y enfermedades y el viaje al centro del conocimiento».
Agradeció, pues, a «miles de alulmnos que me han acompañado. gracias a José Mari, primer discipulo, y a David, el último. Entre ellos hubo muchos, dispares en carácter y edad, pero iguales en compromiso y talento y para mi, en bondad. También distingo a alguno de los que me han demostrado que merece la pena seguir confiando en el homo sapiens sentiens, el hombre que sabe que siente, que a mí me interesa muchísimo más, Daniel y Laura, que siempre me han acompañado, Rebeca y Miquel, Antonio y María Manzaneque, perfecto ejemplo de integridad. Natalia y Yolanda, Cris y Luis, Pilar, Radamés, Paloma, Emi, todos que me han ido acompañando en la vida cotidiana. Todos ellos me han demostrado compromiso con la vida, la verdad y adversidad ajena. Las mayores cumbres de la solidaridad humana».
Publicidad
Por supuesto, y entre otros muchos, agradeció a Gloria -su esposa, la asturiana que le supo captar para esta tierra- que «fue la que me enseñó lo mejor de asturias y los asturianos», si bien también dejó notar que echaba de menos ayer, particularmente, a «los que se fueron a explorar los confines del azul profundo», como «mi padre y, sobre todo, mi madre, que se fue de la vida muy triste. Hoy eso para mí, me llena el corazón de pena, pero también de orgullo por lo que me enseñó».
Del mismo modo, y muy humanamente, el científico asumió sus propias limitaciones: «Echo de menos a los que no pudimos ayudar a sobrevivir. Adán fue el primero, nunca lo conocí en persona, pero nunca me olvidé de él, en una lista que crecía al ritmo de nuestra imperfección, nuestra arrogancia y, lo peor, de la indiferencia».
Publicidad
Por todo ello, por todos ellos, por los muchos a los que aludió, el científico quiso «invocar en voz muy baja la poesía» y, recurriendo a Federico García Lorca, añadió que «tengo silencios pero también un oscuro deso de vivir. No hay tiempo para borradores, hay que ponerlo todo en limpio, con letras claras» y, citando la 'Gacela de la muerte oscura', habló «de la esperanza, que nutre nuestros sueños, nuestra alma y nuestra vida entera», citando estos significativos versos:
«'Quiero dormir un rato, / un rato, un minuto, un siglo; / pero que todos sepan que no he muerto'».
3 meses por solo 1€/mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Estos son los mejores colegios de Valladolid
El Norte de Castilla
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.