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R. MUÑIZ
OVIEDO.
Martes, 26 de marzo 2019, 04:18
José Antonio Rodríguez murió a finales de 2015 en un accidente que nunca debió ocurrir. Sobrevolaba una loma en Parres, descargando agua para extinguir uno de los 453 incendios que durante 16 días calcinaron el Principado. Al adentrarse en una columna de humo se desorientó y terminó estrellando la aeronave. Fue la consecuencia más trágica de una oleada de fuegos que, en un 91%, habían sido provocados, según concluyó el Principado. Los informes de sus Brigadas de Investigación de Incendios (Bripas) y el trabajo de la Guardia Civil está llevando al banquillo de los acusados a sospechosos con un mismo perfil: ganaderos de los que se cree que pusieron la primera llama pensando que no ocurriría nada, y luego se vieron sorprendidos por la virulencia del viento sur.
Es el relato que el fiscal y el Principado sostuvieron ayer contra A. L. S. y J. C. V., los dos procesados por el luctuoso incendio de Parres. Las acusaciones solicitan que se les condene a dos años y medio de cárcel y al pago de una indemnización de 1,7 millones. En ese coste estiman el daño ambiental causado y la factura que dejó el despliegue de camiones, bomberos y helicópteros.
Ambos negaron haberlo hecho. «Si llego a ver el fuego soy el primero en llamar a los bomberos», indicó F. C. Dijo que por culpa del fuego tuvo que recoger al ganado en su casa antes de tiempo, comprar pienso, vender algunas cabezas para financiarlo. «Yo no creo que quemar sea una buena idea, entre otros motivos porque nosotros perdemos ayudas de la PAC, el monte pierde calidad y luego acotan el terreno quemado y no lo puedes usar; no lo veo rentable», agregó A. L.
Si fueron ellos, nadie les pilló con las manos en la masa. Las causas contra presuntos incendiarios avanzan en gran parte con indicios, razonamientos y pruebas circunstanciales. La jurisprudencia los dan por buenos si son consistenter. Los juristas explican que a diferencia de otros delitos, aquí se acepta que es difícil lograr una prueba concluyente, dada la escasa vigilancia que tienen los montes.
Aquí «los principales indicios son las contradicciones de sus versiones», indicó uno de los guardias civiles del Seprona que investigaron el caso. ¿Qué hacían ellos la mañana en la que se divisaron las primeras llamas? F. C. dijo vivir a cinco kilómetros de las llamas; aquella mañana asegura que subió al monte a alimentar a las vacas de su mujer, que siempre están en un paraje denominado la 'manga ganadera'. Dijo que no fue hasta la tarde cuando un vecino le telefoneó para contarle lo del fuego. A. L. declaró haber estado más cerca del siniestro, ladera abajo, en una cuadra, peor tampoco vio el humo.
Los investigadores dan por buenas esas ubicaciones pero tras visitarlas concluyen que «necesariamente» ambos vieron el humo la mañana de autos y no llamaron a los bomberos. Para rebatirlo los procesados presentaron un informe pericial que, tomando el relieve de los montes, calculó que para divisar el humo éste tendría que haber alcanzado los 139 metros de altura. Los agentes de las Bripas no fueron capaces de aclarar si llegó a tanto esa mañana. El guardia de medio rural que mejor conoce el lugar y en cuyo criterio se apoya parte de la acusación estimó que «es improbable» que divisaran desde esos puntos el incendio dados los desniveles y picos que se les interponían.
Otra de las tesis de los agentes es que los montes quemados solo los usaban ellos. Los acusados aseguraron que «nunca» o «casi nunca» aprovechaban esos pastos, por la maleza presente. Los ganaderos que testificaron opusieron que no, que ellos dos los usaban pero también otros siete u ocho profesionales. «Hay más gente que lleva allí ganado», terció el guarda del medio rural.
El fiscal Miguel Rodríguez se esforzó por mantener el caso, y solicitó que se investigue a uno de los testigos por haber supuestamente mentido en el juicio. Según la Guardia Civil, a ellos les dijo que una pista junto al incendio la desbrozó tras ser autorizado por A. L. Ayer, en la sala, el vecino matizó que fue un comentario genérico, que había preguntado si un desbroce así requería de permiso, pero sin aclarar la zona que pretendía modificar. El juicio quedó así visto para sentencia.
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