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El Muro, anoche, con bastante afluencia de personas caminando y en bicicleta..

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El Muro, anoche, con bastante afluencia de personas caminando y en bicicleta.. carolina santos

Asturias, a medio gas por el autoconfinamiento

El autoconfinamiento no acaba de prender en la población, aunque se ha reducido el flujo de viandantes

NATALIA VIVAR / YAGO GONZÁLEZ / BORJA PINO / CLAUDIA ROJAS

Viernes, 6 de noviembre 2020, 01:24

Asturias amaneció ayer a medio gas en la segunda jornada. Con miles de negocios cerrados a cal y canto y con escasez de clientes en los locales cuya actividad permite el Principado. No obstante, la estampa aún no es idéntica a la del confinamiento total en primavera; paseantes y compradores salieron a las calles, la mayoría con timidez y cautela, aunque algunos con rebeldía.

En el centro de Gijón, a falta de cafeterías abiertas, los ciudadanos iniciaron su jornada entre paseos matutinos y visitas a los comercios esenciales. Algunas personas de riesgo, como Dolores Ortiz y Conchita Díaz, se vieron en la necesidad de tener que salir de sus hogares para «ir al supermercado y a la farmacia», pero pese a todo apelan a la «conciencia ciudadana» y animan a cumplir con el autoconfinamiento por «el bien de todos, ya que quizás la situación podría mejorar antes».

No obstante, también abundaban las personas mayores que viven solas y aprovechan todo el margen posible para salir antes de que llegue el «confinamiento absoluto». Algunos denuncian la «mala gestión» de la pandemia y reclaman medidas «menos restrictivas». «Yo no me confino, que se confine el Gobierno», decía un vecino.

Paseantes en la calle Corrida de Gijón, al mediodía. carolina santos

La céntrica calle Covadonga no tiene apenas actividad comercial a excepción de sus farmacias. Por contra, los pequeños comercios de alimentación generaron colas, con distancia social, y largas esperas. En Begoña el ambiente se respiraba tranquilo mientras que, a media tarde, la calle Corrida se quedaba prácticamente desierta, sin apenas transeúntes. Entre ellos, Dolores Arenas, que iba a visitar a su hijo «excepcionalmente». «Se necesita una acción de autoconfinamiento por parte de todos», añadía Severiano Vidal.

En la Plaza 6 de agosto, Ángeles Caso, técnica de laboratorio, señala que «la gente no está saliendo». Ella misma aseguraba que hace su trabajo y se va a casa, intentado «salir lo menos posible.

«A esto no se le puede considerar negocio, más bien es una supervivencia», lamentaba Marina Calvo, gerente de El Jardín de Gloria, en la calle Fernández Vallín. Su confitería es uno de los comercios que ha optado por servir a los clientes café para llevar, puesto que «no nos han aportado alternativas».

Ambiente apagado en Oviedo

El ambiente no era muy distinto en Oviedo. El centro tuvo una mañana apagada, con algunos paseantes, algún corrillo de mayores de tertulia en un banco de la calle y algún solitario tomándose un café del Starbucks frente al Campoamor. Por la tarde, el tránsito de viandantes decayó aún más. Los niños que bajaban del bus del colegio eran lo único que aportaba algo de vibración.

Por la tarde, la calle Uría de Oviedo registró menos tránsito que en las horas matutinas. aLEX PIÑA

En la plaza de la Libertad, Lucía Gavarri, camarera del bar Friends, despachaba cafés en una mesita colocada en la puerta. «Estamos sirviendo bastantes, pero es que además, el hecho de vender cafés es también un acto de protesta. Tiene que saberse que no podemos cerrar», sostiene.

Carlos García, dueño de la cafetería Santa Cristina, enfrente de la estación de Renfe, tiene una actitud algo más resignada: «Creo que a la gente le falta cierto sentido de la disciplina y de la colaboración. En la vida hay momentos en los que toca sufrir». Aún así, el veterano hostelero está satisfecho: «No imaginaba que íbamos a vender tantos cafés». El miércoles sirvió alrededor de 300, y asegura que hoy empezará incluso más temprano, a las siete y media. Y en Caveda, el puesto callejero de Mepiachi llevaba más de cien cafés vendidos a media mañana, en su primer día.

Otros no tienen tanta fortuna. Como Érica Sepúlveda, cuyo centro de estética estaba vacío: «Voy a cerrar, no me compensa estar así». O la peluquería contigua que atiende José: «Ayer me fallaron cinco clientes. Por la mañana todavía hay algo de gente, pero la tarde es una ruina».

Avilés, «sin chispa»

«Hasta el mismo martes, esta calle estaba llena de gente en los bares a todas horas; había vida. Pero ahora...», comentaba a media mañana, Paula Gómez en la plaza de Álvarez Acebal de Avilés, durante el habitual paseo para que su perro se esparciese. Con tiendas y establecimientos hosteleros clausurados en casi todas las arterias de la ciudad, el flujo humano en la ciudad, aún sin alcanzar el vacío de los meses de confinamiento, sí fue escaso en casi cualquier franja horaria.

La calle La Cámara de Avilés, al caer la tarde. MARIETA

No lejos de allí, en la calle Galiana, Ana González, de camino a su trabajo en la tienda de cosméticos Equivalenza, especulaba con la razón de la reducida presencia humana. «Yo creo que, más que por autoconfinarse, la gente no sale por la hostelería, y también pienso que hay miedo», decía. Ella se confiesa parte de ese colectivo decidido a cumplir con la recomendación de limitar las salidas del domicilio en la medida de lo posible. «Si tengo que salir, pues salgo, pero es verdad que noto reducida mi vida social».

«Seguro que esto ayuda a que el virus no se propague más, y me alegro, pero es verdad que falta algo; falta chispa», opinaba Óscar Rodríguez, jubilado de 72 años y vecino de La Rocica, mientras regresaba a su domicilio. «A ver si pasa pronto, porque se echa de menos ver a la gente; te alegran los días».

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