Irene Díaz
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Irene Díaz
Su vocación es la investigación, no la gestión. Pero Irene Díaz Rodríguez (Lugones, 1973) aceptó el reto planteado por Ignacio Villaverde de ponerse al frente del nada sencillo Vicerrectorado de Investigación en noviembre de 2023, cuando se suponía que quedaba un año de mandato. Luego ... hubo adelanto electoral, Villaverde se mantuvo en el cargo y Díaz en su puesto con casi seis años por delante para gestionar el área. Licenciada en Matemáticas por la Universidad de Oviedo y doctora en Informática por la Carlos III de Madrid, es catedrática de Ciencia de la Computación e Inteligencia Artificial y gestiona un área con 176 grupos de investigación, 2.000 investigadores de plantilla y entre 300 y 400 de personal contratado.
–Muchos ojos puestos en usted. ¿Cómo lo lleva?
–Soy consciente de que la investigación es el buque insignia y que cualquier acción tiene una repercusión inmediata. Pero no quiero tener la sensación de que están muchos ojos mirándome, porque quiero estar concentrada en las labores del vicerrectorado.
–El propio rector lo ha reconocido en varias ocasiones: llegó a Investigación en un momento en que el área estaba desbordada. ¿Qué se encontró?
–Le agradezco al rector la confianza. El foco estaba puesto en investigación. Lo que me encontré fue un servicio completamente entregado y me gustaría reconocer su labor: son trabajadores incansables. Tenemos una dependencia importante de plazos que nos fijan otros organismos. Pero me encontré muchísimo compromiso...
–Y muchísimo trabajo.
–Sí. Con cosas que realmente estaban atascadas y que en este año hemos conseguido avanzar...
–¿Qué pasos se han dado?
–Había bastante atasco en la gestión de contratos de personal investigador. Desde que se hacía la solicitud hasta que se iniciaba la gestión podían pasar tres o cuatro meses. Y luego, los trámites llevan otros dos o tres meses. Hemos conseguido que no haya tiempo de espera prácticamente antes de iniciar la gestión.
–En el último Claustro hubo quejas por el tiempo que lleva la gestión económica a los investigadores.
–Tenemos que se ser conscientes de que toda investigación que hacemos gracias a financiación pública está sujeta a unas normas. Entiendo y comparto las apreciaciones en cuanto al tiempo que les quita: estamos trabajando para reducir esa carga. Acabamos de poner en funcionamiento un sistema de automatización de compras y hay una parte de trabajo que estamos haciendo que no se ve, analizando y diseñando estrategias.
–Se llegó a criticar que se podía tardar casi un año en cobrar una factura.
–Se han acortado los plazos. Pero ahora mismo, por ejemplo, cuando se está cerrando el ejercicio, hemos tenido un aluvión de solicitudes: unas mil en las últimas dos semanas. Evidentemente, ahora se va a tardar un poco más.
–¿Qué papel juega la investigación en la Universidad de Oviedo? Dice que es el buque insignia.
–En la universidad tenemos dos tareas fundamentales: la docencia y la investigación, y es el hecho de tener las dos cosas lo que nos diferencia de otras instituciones. La investigación es lo que da valor a todo lo que podemos aportar a la sociedad.
–En este momento de expectativa ante la llegada de las universidades privadas a Asturias, y aunque a estas también se les exija investigación, ¿es lo que diferencia a las públicas?
–En España no hay ninguna duda de que las universidades públicas estamos a la vanguardia en lo que a investigación se refiere. La Universidad de Oviedo es el motor de la investigación en Asturias y vamos a seguir siéndolo.
–¿Qué presupuesto mueve la investigación?
–El presupuesto que esperamos aprobar el lunes –por hoy– en Consejo de Gobierno está en torno a 34 millones.
–¿Sube respecto a este año?
–Más o menos nos mantenemos, porque hay una variable que está influyendo: los fondos MRR se acaban y con cargo a ellos hemos tenido muchos proyectos.
–¿Perdemos entonces dinero?
–Salvo que haya una medida extraordinaria del Gobierno... Las universidades hemos alertado sobre ello: hay investigaciones en marcha y solicitamos al ministerio que mantenga las líneas de financiación. Está afectado, por ejemplo, el Plan Complementario de Biodiversidad. Esperamos que el ministerio sea sensible a nuestra reivindicación.
–¿Y el plan propio de investigación?
–Tendrá en torno a dos millones, de los que hay una parte importante comprometida para las ayudas predoctorales. Ahora tenemos 31 personas y son contratos por cuatro años. El presupuesto en investigación ha subido más, en proporción, que el de la Universidad.
–¿Habrá en 2025 también ayudas postdoctorales?
–Lo contemplamos en el presupuesto, sí. No van a ser muchas, pero queremos iniciar esa línea de actuación. Y también queremos potenciar la línea de ayudas para optar a proyectos europeos.
–¿Es ahí, a partir del doctorado, donde perdemos potencial?
–Tengo sentimientos encontrados. El doctorado es el nivel educativo más alto y tiene una orientación investigadora, pero hay que ser realista: la universidad no puede absorber todos los doctores. Además, la investigación no es el objetivo de todos los doctores. Dicho esto, estamos haciendo esfuerzos importantes por incorporar a los doctores que se quieren quedar y por posibilitar el regreso de quienes en su momento se fueron.
–¿Sigue siendo atractiva la carrera investigadora?
–Está hablando con una investigadora muy vocacional. Siempre digo que es el mejor trabajo del mundo: tienes libertad para crear, contribuyes al avance de la sociedad, tienes contacto con los estudiantes y puedes transmitirles tu bagaje... Si lo que me pregunta es si es fácil, no lo es. ¿Que requiere muchas horas? Sí. ¿Que tienes que trabajar los fines de semana? Sí, es muy exigente. Lo que es importante y los investigadores no podemos controlar es el acceso y los salarios. Si hablamos de un Severo Ochoa o un FPU, el nivel de exigencia es muy elevado. No quiero entrar en comparaciones con salarios de otras profesiones, pero como sociedad tenemos que reflexionar si a los investigadores, a los que dejamos en sus manos la responsabilidad de avanzar en la sociedad en todos los ámbitos, podemos por ley establecer esas retribuciones.
–Casi en salarios mínimos.
–Sí, sí. Y sobre la estabilidad. Los que tenemos grupos de investigación queremos tener investigadores jóvenes, pero les podemos ofrecer el tiempo que dura el proyecto. Cuando tienes 23 años, el mercado laboral te ofrece mejores condiciones... Así que ¿quién se queda? Los que son absolutamente vocacionales, que afortunadamente los hay.
–Con la pandemia parecía que nos habíamos dado cuenta de lo importante de la investigación. ¿Se nos ha olvidado?
–Puede que un poco. He recordado esto precisamente con el suceso de Valencia, cuando hemos vuelto a hablar con científicos, con investigadores... Hemos vuelto a ser relevantes.
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