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Yolanda Moriyón y Carlos da Silva, ayer en Oviedo. ALEX PIÑA

De los malabares del circo a la quiebra

Carlos, payaso, y Yolanda, trapecista, recorrieron juntos el mundo. Ahora cierran la cafetería que han regentado los últimos seis años en Gijón

YAGO GONZÁLEZ

OVIEDO.

Sábado, 12 de diciembre 2020, 03:16

Comienzos de los años 90. Yolanda Moriyón acude con su hermana al Circo Medrano, de parada en Gijón. Están en primera fila. Allí les encandila el número del payaso, apodado 'Carablanca'. Tras la función, se hacen unas fotos con él. Debajo de ... la pintura, la nariz de goma y los zapatones está Carlos da Silva, un simpático portugués. Le dice a Yolanda que el siguiente destino del circo es Palencia. Unos días después, ella se va a la ciudad castellana a conocerle un poco más.

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Con el tiempo, Carlos y Yolanda se enamoran. Él le cuenta su historia: nacido en el pueblo de Alhos Vedros, forma parte de una familia pobre de cinco hermanos. Vende gatos en el mercadillo local por cinco escudos, pastorea ovejas... Cualquier cosa que le dé de comer. Un día, con 12 años, se entera de que una carpa perteneciente a una histórica familia circense, los Cardinali, está por la zona. Le adoptan, incorporándolo a sus filas como payaso y trompetista. Con ellos recorre todo el planeta y llega a trabajar en el circo de Ángel Cristo y con los payasos Fofito y Rody.

Yolanda se instala con Carlos en su caravana y entra en la «gran familia» del circo, entre domadores de leones, magos, equilibristas y payasos como su novio. La gijonesa tiene dotes físicas, había participado en varios campeonatos de atletismo y el circo la ficha como trapecista. Se convierte en una de las grandes atracciones con su número de cuerda vertical. Ella y Carlos viajan con la compañía durante una década.

Un local muy portugués

Llegado el momento, ambos concluyen que es hora de buscarse una vida algo más tranquila. Se van a Gijón, donde Carlos trabaja en la construcción y ella de camarera. En un momento dado, encuentran un local al que le ven una oportunidad. Casualidades de la vida, está en la avenida de Portugal. En 2014 abre la cafetería Isla de Madeira, donde Carlos entretiene a la clientela con su trompeta y su traje de payaso.

Ahora Carlos y Yolanda 'actúan' en la calle, él con su trompeta y ella con su micrófono, reclamando ayudas a Adrián Barbón. El dueño del local no les perdona ni un euro de los 1.100 de alquiler mensual y la pareja no tendrá más remedio que abandonarlo. El 6 de enero, como dice ella, «el regalo de Reyes será darle las llaves al casero». No obstante, los amigos proveedores que han hecho estos años están intentando conseguirles otro local para volver a empezar la función.

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