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Muchos ya se imaginan bebiendo sidra en una terraza repleta de gente, disfrutando de una cerveza después de una tarde de playa o saliendo a comer o cenar con la libertad de horarios que normalmente trae consigo el verano. Una imagen habitual durante la temporada estival que, sin embargo, este año está en riesgo de no poder ofrecer el servicio que tanto clientes como hosteleros desearían. Con la campaña de verano ya prácticamente en marcha (y con ella la temporada turística), la hostelería no encuentra trabajadores. Esa es la cruda realidad que atraviesa el sector. Y aunque no es un problema reciente, está cada vez más acusado. «Encontrar personal es muy complicado, tanto camareros como para la cocina». Esta es la idea más repetida por buena parte de los hosteleros, que se ven obligados a realizar maniobras imposibles para mantener el servicio y hacer frente a una época del año en la que la demanda «casi se triplica».
Es un hecho que la caída de jóvenes en Asturias, fruto de la emigración a otras comunidades o al extranjero y de la persistente bajada de natalidad en la región (que el año pasado registró la tercera peor cifra de su historia), ha hecho daño en el sector, que precisamente solía nutrirse de estudiantes o jóvenes sin empleo que buscaban ganar algo de dinero durante el verano. Pero a ello hay que sumar también la vieja creencia de que la hostelería sigue siendo el mismo sector explotador del siglo XX. «Se ha quedado en la retina de la gente aquella explotación de antaño y las nuevas generaciones no quieren dedicarse a ello», comenta Arantxa García, empleada en el Centro de Ecoturismo Tierra del Agua, un alojamiento de turismo responsable y sostenible ubicado en el entorno del Parque Natural de Redes, en Caleao (Caso).
Si bien el presidente de la patronal turística asturiana Otea, José Luis Almeida, no pudo precisar la cifra necesaria para hacer frente a la campaña de verano (que otras fuentes del sector situaron en más de 2.000 trabajadores), sí alertó de que el sector turístico necesita «con urgencia» personal. Es la misma llamada de auxilio que lanzan los hosteleros asturianos, quienes ven cómo el momento del año con mayor demanda, y por ende mayores beneficios, se les complica.
Emilio Rubio, dueño de la sidrería La Montera Picona de Ramón, en Gijón, ha vivido en su propia piel el reto que supone encontrar personal. «Antiguamente siempre había tres o cuatro estudiantes que querían trabajar en verano, pero ahora la gente joven no entra». De hecho, recuerda la anécdota de un chico que quiso dejar de estudiar y empezó a trabajar en su restaurante «todo ilusionado», pero «a la semana vino la madre a darme las gracias porque había vuelto estudiar». Está intentando mejorar las condiciones con «horarios lo más razonables posibles y tres horas de descanso entre turno y turno», pero el problema persiste.
Aparte de este aparente rechazo a los trabajos que se consideran más sacrificados, Rubio detecta otro problema añadido, que en este caso son las exigencias del consumidor. «El cliente entiende que no hay personal porque los horarios son abusivos y te dice que eres un explotador, pero luego es el propio cliente el que no entiende que haya que cerrar a una determinada hora», apunta.
En Somiedo, el hotel restaurante Casa Miño intenta buscar soluciones para atraer trabajadores. «Nosotros incluimos pensión completa, no tienen que pagar ni alojamiento ni comida, pero tampoco les sirve», cuenta Herminio Cano, hijo del propietario. Ahora mismo son seis trabajadores y, para afrontar la campaña de verano abriendo todos los días con sistema de rotación de turnos, necesitarían ser, al menos, 14. En su opinión, «no es problema de dinero, porque para la temporada de verano sueles ofrecer un sueldo superior al del convenio». ¿Cuál es la solución, entonces? Para Herminio, no queda otra que «explotarnos los dueños de los establecimientos y pasar 16 horas al día aquí». Su padre, sin embargo, que también se llama Herminio, considera que «algo se está haciendo mal en la hostelería para que no haya gente». De hecho, «mucha culpa es de algunos hosteleros, que machacan mucho», recalca.
En el caso de Tierra del Agua, Arantxa García cuenta que «nosotros tenemos un equipo estable y no estamos en búsqueda, pero pasamos un año terrible desde la primavera de 2022 hasta marzo de este año, que es cuando cerramos el equipo». Asegura que «ha sido el peor año que hemos vivido en hostelería, porque no encontrábamos personal cualificado y lo poco que encontrábamos se nos iba a los 15 días». Y eso que su establecimiento dispone de seis viviendas en alquiler «totalmente nuevas» para los empleados. Para ella, en gran parte, esto se debe a «un problema educacional», ya que «los chavales se forman en esto para tener una opción de trabajo, pero siempre como segunda opción».
El de Javier Vallina, propietario del restaurante La Jaula de los Tres Grillos, en Gijón, es un caso particular. Regenta un negocio de hostelería atípico que sólo abre de jueves a domingo, por lo que es consciente de que «si buscas trabajo para vivir de ello, yo no lo puedo ofrecer». Afortunadamente, ya tiene contratado el personal de apoyo para verano, que en su caso han sido «todo 'amateurs', porque no hay gente capacitada». Él lo tiene claro: la solución es «que se trabajen las horas que se contratan, ni más, ni menos». Lo que no puede ser es «que te contraten ocho horas y acabes haciendo doce o catorce todas las semanas, pero si ofreces seriedad, la gente va a responsabilizarse», sentencia.
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