Hace 25 años acompañaba en su último viaje a uno de mis amigos más queridos. Se llamaba Horacio Fernández Inguanzo, aunque, en Asturias, muchas personas lo conocían como 'El Paisano'.

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Horacio, un maestro de escuela que había cursado sus estudios a la vez que trabajaba, ... había nacido en un pueblo del concejo de Llanes y muy joven se incorporó a la lucha por un mundo mejor, más justo y más humano.

Tras el golpe de Estado y la posterior guerra de España, en la que llegaría a ser teniente del Ejército republicano, fue encarcelado y condenado a muerte, pena que le sería conmutada saliendo de la cárcel en 1943, siendo detenido nuevamente dos años más tarde y condenado esta vez a catorce años de prisión, de los cuales cumpliría nueve.

Volvió a ser detenido en 1969 permaneciendo en la cárcel hasta la ley de amnistía, en 1976.

Sin embargo, esta breve biografía no refleja más que unos datos, unas fechas, que no definen la personalidad de un hombre bueno, un referente ético y moral, en una época en la que estos escaseaban.

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Tuve la fortuna de ser su amigo y de compartir momentos muy agradables en los que, por encima del dolor y del sufrimiento que lo acompañaron durante aquella época aciaga, siempre me manifestó la necesidad de no olvidar, pero, a la vez, de no vivir anclado en el pasado, de no pensar en la revancha, si no en construir puentes que nos permitieran avanzar como país, como sociedad, y esas palabras él las tradujo en hechos a lo largo de toda su vida.

Siempre recordaré una conversación con Jorge Semprún, uno de los intelectuales más comprometidos en España, y en Europa, superviviente de los campos de exterminio nazis y dirigente del Partido Comunista en la clandestinidad, en la que se refería a Horacio como a un héroe, como a uno de los imprescindibles.

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Un joven, preso en Carabanchel, también me comentaba cómo se escapaban de una galería de la cárcel en la que estaban para ir a visitar a Horacio en su celda, 'el Robin Hood asturiano', como lo llamaban.

No fue su final el deseado, pero, en tiempos tan deplorables como los que estamos viviendo, y no me refiero, solo, a la pandemia, nos queda su ejemplo y a mí, personalmente, el honor de haber sido su amigo y de mantener viva su memoria.

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