Borrar
La asturiana fue una de las protagonistas del homenaje de Estado. EFE
«La ausencia es ancha, pero sigo gritando»

«La ausencia es ancha, pero sigo gritando»

A sus 92 años, Hilda Farfante no pierde la esperanza de encontrar los restos de sus padres, asesinados en el 36 en Cangas del Narcea

Miércoles, 2 de noviembre 2022, 02:23

«Siete vidas que viviera, como los gatos, siete vidas que estarían marcadas por su ausencia. Porque los mataron cuando tenía cinco añitos y tengo 92. La ausencia es así de ancha y no se puede explicar con palabras, pero yo sigo gritando», decía ayer, con la voz todavía firme, Hilda Farfante Gayo, que no pierde la esperanza de encontrar los restos de sus padres antes de morir y que este lunes recibió «agradecida y muy nerviosa» en Madrid el primer gran reconocimiento de Estado a los represaliados del franquismo frente a un Gobierno casi en pleno. Un acto conmemorativo con motivo del Día de Recuerdo y Homenaje a todas las víctimas del golpe militar, la Guerra Civil y la dictadura que llegaba casi 47 años después de la muerte de Franco y en el que no pudo evitar emocionarse «con tanto cariño».

Grita Hilda -con los recuerdos intactos- cada jueves, cuando aún tiene fuerzas para caminar con otros familiares armados con fotos por el centro de la capital para luchar contra la amnesia. «No se entiende qué daño puede hacer que recordemos a los nuestros». Él, Ceferino Farfante. Ella, Balbina Gayo. Maestros de la República que le fueron arrebatados en los albores de la contienda, «que pagaron con su vida su vocación sagrada de enseñar la cultura, la libertad y la tolerancia», y cuyos restos siguen sin aparecer a pesar de que «el Principado ha hecho todo lo posible. Y por eso también les estamos muy agradecidos».

La primera en caer fue Balbina, que aquel 8 de septiembre del 36 era directora de la escuela de Cangas del Narcea -a donde la fue a buscar un grupo de falangistas- y en cuya partida de defunción alguien escribió que murió por un hecho de guerra, «pero su única arma era la llave del colegio que llevaba en el bolsillo», no se cansa de repetir su hija.

Cuando se enteró de que se la habían llevado, Ceferino salió a buscarla a caballo, decidido a intercambiarse con ella. Y, a pesar de que intentaron convencerle de que diese la vuelta, llegó al cuartel el día 11, pero ya era demasiado tarde. «Aquella mañana habían matado ya a mi madre y aquella misma noche lo fusilaron a él».

Y, aunque las búsquedas emprendidas en Bimeda y Vega de Rengos no han dado resultado, Hilda Farfante Gayo se siente hoy «reconfortada», un poco menos sola en la promesa que un día se hizo: «Mientras me quede voz, seguiré buscándolos».

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcomercio «La ausencia es ancha, pero sigo gritando»