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PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA
Lunes, 28 de octubre 2019, 03:56
Es una mañana despejada de octubre y desde la terraza del Observatorio Meteorológico de Oviedo se ofrece una visión en 360 grados de los principales perfiles montañosos de Asturias: el Aramo, las sierras de Occidente, las Ubiñas, Picos de Europa, el Sueve, las mariñas, la llanura central. No hay duda del emplazamiento privilegiado de este observatorio que funciona aquí desde 1972 y bajo cuya azotea se encuentra desde 2008 la sede territorial de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).
En sus oficinas, unos paneles dedicados a la divulgación escolar rememoran la historia de las observaciones meteorológicas en la región. Las inició en 1851 el rector de la Universidad de Oviedo León Pérez de Salmeán desde el patio del caserón de San Francisco y estuvieron en su torre hasta 1957. El actual, junto al Depósito de Aguas del Cristo, es uno de los tres con los que cuenta Aemet en el Principado. Los otros están ubicados en El Musel y en el aeropuerto. Son los tres ojos principales de una red de captación de datos que se extiende por 25 estaciones automáticas repartidas por la geografía regional y 67 manuales que atienden otros tantos colaboradores voluntarios. Cuenta también con un radar meteorológico situado en el Pico Aguión (Salas), con capacidad para detectar precipitaciones en un radio de unos 200 kilómetros, una Estación de Contaminación de Fondo enclavada en Niembru (Llanes) y un detector de rayos ubicado en el aeropuerto. Para gran parte de los ciudadanos el nombre de Aemet se asocia con las predicciones del tiempo y la información que transmiten los medios de comunicación. El delegado territorial de la Agencia en Asturias, Angel Gómez Peláez, es consciente y aclara las actividades del organismo. Explica que «tiene competencia exclusiva para emitir avisos y predicciones de fenómenos meteorológicos adversos que pueden afectar a la seguridad de las personas y a los bienes materiales» y, además, elabora, suministra y difunde información meteorológica y predicciones de interés general, una tarea «sobre la que (en cambio) no tiene exclusividad. Hay empresas privadas que emiten sus propias previsiones». En opinión del responsable de la delegación asturiana, «en los medios hay una tendencia a resaltar lo impactante, que se traduce en dar más importancia al mal tiempo que al bueno, y a quien recibe la información le llega más esa parte negativa. De ahí parten a veces las quejas de los hosteleros».
Pero Aemet no solo emite avisos sobre fenómenos adversos o pronósticos de interés general. Con sus previsiones y datos en tiempo real da apoyo a la navegación marítima y aérea sobre el territorio nacional o al Ejército en cualquier parte del mundo. Las observaciones obtenidas en su red de estaciones van destinadas igualmente a la vigilancia climática y son registradas en el Banco Nacional de Datos Climatológicos. Con ellas se preparan informes para usuarios y se elaboran escenarios de cómo puede evolucionar el clima en el futuro.
Desde Asturias se recaba toda esa información, pero las zonas de operaciones de la Agencia no coinciden con los límites de las comunidades. Los pronósticos marítimos de la región se realizan desde La Coruña, los aeronáuticos desde Santander y los de montaña desde Zaragoza. Las previsiones generales provienen del Grupo Norte del Centro Nacional de Predicción en Madrid.
En la Oficina Meteorológica del Aeropuerto de Asturias se emiten boletines cada media hora, o aún más frecuentes en caso de cambios bruscos de las condiciones meteorológicas. Allí trabajan a turnos siete funcionarios prestando un servicio imprescindible para la navegación y la seguridad aérea. La plantilla de la delegación es de 18 empleados, distribuidos en sus tres emplazamientos (nueve en la sede de la delegación territorial y dos en el Observatorio de Gijón).
Raúl Álvarez es el jefe de la oficina meteorológica del aeródromo de Santiago del Monte. Lleva en él cinco años y admite que la climatología asturiana, «como la de todo el Cantábrico, nos obliga a estar más atentos que en zonas con clima más benigno. Aquí los cambios son muy bruscos por entrada de nubosidad baja del mar. Aparte de los boletines cada 30 minutos, emitimos otros especiales si hay fenómenos de importancia». Especial importancia cobra la posibilidad de descargas eléctricas por el riesgo que entraña en la navegación y en los repostajes de combustible. El técnico admite que, en relación a las otras estaciones regionales, «si estableces una escala de responsabilidad, ésta es muy importante operativamente. Es un sector donde pueden ocurrir cosas graves y nuestra atención debe ser máxima». Un complejo sistema informatizado gestiona los datos obtenidos en tiempo real desde los instrumentos repartidos por el perímetro del aeropuerto, que el personal supervisa y complementa con observaciones visuales. Como se hace en cada estación meteorológica, todos los instrumentos se calibran periódicamente y las observaciones de los automáticos se contrastan con las realizadas de forma manual.
Menos estresante es la labor de los observadores meteorológicos de Oviedo y Gijón. El primero cuenta con tres observadores y el segundo con dos. En la sede de Aemet en El Cristo además trabajan seis técnicos que se ocupan de asuntos generales de la delegación: meteorológicos, mantenimiento de infraestructuras, gestión y atención a usuarios. Se coordina la red de 82 colaboradores meteorológicos que se ocupan de las estaciones manuales, del primer escalón de mantenimiento en estaciones automáticas y de observaciones nivológicas y fenológicas.
El responsable en Asturias de la Agencia, Ángel Gómez, subraya la importancia de la labor de estos voluntarios, que solo cuentan con una compensación por premio en metálico de entre 200 y 500 euros al año y «realizan un gran esfuerzo de constancia, porque necesitamos su información todos los días».
Muchos han heredado la responsabilidad de sus padres o abuelos, otros son agricultores o profesionales que aprovechan esos datos de calidad para su trabajo o simples aficionados a la meteorología. Junto a los funcionarios son el elemento humano indispensable para que el sistema parcialmente automatizado de Aemet cumpla su cometido. Los vigilantes del tiempo: del que hace hoy y hará mañana o en el incierto futuro del cambio climático mundial.
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Abel Verano y Lidia Carvajal
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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