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RAMÓN MUÑIZ
GIJÓN.
Viernes, 5 de abril 2019, 01:37
El Instituto Nacional de Estadística (INE) lleva desde 2013 llamando a unos 100.000 hogares al año para saber quién vive en él y cómo. A unos les pica el timbre, con otros lo hace por carta y hay casos en los que las preguntas las dirige por internet. En el primer ejercicio descubrió que Asturias era, con mucha diferencia, la comunidad con mayor proporción de domicilios que tienen un solo ocupante. En el resto del país el fenómeno del solitario se daba en el 24,2% de los encuestados y aquí reconocieron esa situación el 28,5%. La prueba se ha ido repitiendo año tras año, descubriendo que aquel resultado no fue casual y la soledad sigue avanzando.
Las últimas estadísticas, conocidas esta semana, elevan al 30,2% los hogares que en Asturias tienen a un hombre o una mujer viviendo sin más compañía. Es casi uno de cada tres. Ninguna otra comunidad había superado antes esa barrera del 30%. La diferencia con el resto del país se ha incrementado en cuatro décimas porcentuales.
Desmenuzar los datos constata dos realidades. En todo el país está en auge el hogar unipersonal, en parte por un cambio de valores que minimiza o retrasa las uniones conyugales y la maternidad. Las familias son cada vez más pequeñas. A este fenómeno general, Asturias suma su particular crisis demográfica, con la salida de jóvenes y un padrón cada vez más envejecido. El INE estima que el 46,4% de los solitarios asturianos tienen más de 65 años. Son en total unos 63.500 mayores, unos 4.800 más que en 2013. Si se contrasta con el padrón, el resultado es elocuente: en Asturias uno de cada cuatro mayores de 65 años se las arregla viviendo solo.
Esta realidad «obliga a replantearse todo el sistema de asistencia social», indica Fermín Rodríguez, catedrático de Análisis Geográfico Regional en la Universidad de Oviedo. «Hay que preguntarse cómo comen esos mayores, quién les limpia la casa y si fuera tienen alguien que les haga compañía», apunta. Junto al también geógrafo Rafael Menéndez, ha pasado los últimos años analizando el fenómeno en Mieres, un concejo que considera clave. «Vemos que la despoblación, que se asimilaba al vaciamiento rural y se entendía como normal, ahora se extiende como gangrena por el área central, irrumpiendo en zonas urbanas», resumen.
La dinámica tiene un marcado carácter femenino, más aún en las cuencas. En Mieres hay 6.150 mujeres mayores de 65 años frente a 4.220 hombres. La diferencia se extrema en las edades más avanzadas. Por encima de los 85 años ellas son más del doble que ellos. «Sabemos que en líneas generales las mujeres viven más, pero aquí es que además ellos tuvieron un trabajo muy duro en la mina y tendían a cuidarse poco», completa Fermín Rodríguez.
En su trabajo de campo constató que en la mayoría de los casos las mujeres que viven solas lo hacen «en inmuebles con mucha edad, algunas en infraviviendas. Hay un mercado inmobiliario en las afueras de la ciudad donde por 45.000 euros se venden viviendas que nadie compra y encuentras cerca a mujeres solas en infraviviendas de autoconstrucción, arreglándoselas con cuatro duros».
La última Encuesta Continua de Hogares pone datos al asunto. El 80,8% de los solitarios por encima de los 65 años ocupan viviendas que ya han pagado y que hay más que obtuvieron el inmueble gratis o a precio rebajado (un 4,6% de casos) que los que siguen pagando hipoteca (un 3,9%). Sobre el tipo de vivienda, el INE indica que el 1,38% de esos mayores solitarios carecen de cocina en el piso y que el 18,5% están en viviendas unifamiliares, lo que acentúa esa distancia con el resto del vecindario. El 44,3% de los hogares de estos solitarios fueron levantados hace, como poco, 49 años, mientras que otro 23,5% habita en inmuebles edificados entre 1970 y 1980.
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