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ALICIA G. OVIES
VILLAVICIOSA.
Sábado, 31 de julio 2021, 01:28
Quintueles tiene una de las playas más concurridas de la región, un sinfín de sendas para recorrer la parroquia, una gran tradición gastronómica... Y por eso, año tras año, al llegar el verano, multitud de turistas se acercan a la parroquia buscando la desconexión y la tranquilidad que les ofrece la vida rural. Sin embargo, y para incredulidad de los vecinos, «algunos se sorprenden, e incluso se quejan, de que los gallos canten, las vacas mujan y lleven al cuello un cencerro que suene con el movimiento, los cortacésped funcionen a la hora de la siesta...».
Hartos de estas quejas, y siguiendo el ejemplo del alcalde del pueblo francés de Saint André de Valborgne, la asociación vecinal ha elaborado un cartel en el que abogan por «una armoniosa convivencia entre foráneos y vecinos».
«Estamos encantados de que la gente venga a Quintueles, le dan mucha vida al pueblo, pero cuando vas a un sitio debes adaptarte. No puedes venir a un pueblo y quejarte por las vacas o los gallos hagan ruido», explican.
El póster que han elaborado hace referencia a eso mismo. Porque en Quintueles conviven tanto maravillosos paisajes como animales o agricultores y es necesario «que haya convivencia y que nos acoplemos. No solo los turistas, sino también los propios vecinos», indican.
Esta no es la primera vez que la vida rural choca con el sector turístico. En 2019, el canto de un gallo enfrentó al responsable de un alojamiento rural de Cangas de Onís con el propietario del animal porque molestaba a sus clientes. Y el año pasado, la Audiencia Provincial de Oviedo condenó a una vecina de Arriondas a reducir el exceso de ruido que generaban los perros que tenía en su finca y que pertenecían a su nieto.
En Francia, este tipo de conflictos llegaron a tal punto que el Parlamento aprobó una proposición de ley para proteger aquello que da forma al campo: sus sonidos y sus olores.
Bajo el calificativo de 'patrimonio sensorial', esos ruidos que forman parte del día a día rural y que tanto molestan a algunos visitantes están protegidos por ley en el país galo. Ya no cabe, pues, queja alguna en el caso de que un gallo cante a deshora o un tractor despierta a un turista con la salida del sol.
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