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La mayoría de España ha estado en tensión las últimas semanas debido a la nieve que ha ido dejando la borrasca Filomena a su paso. Esto ha hecho que la sociedad tuviese que encontrar una nueva forma de buscarse la vida, en la que parecía que nada se podía hacer sin coches y con hielo a la puerta de casa. Sin embargo, en muchos pueblos del Oriente de Asturias esta situación se convierte en una realidad todos los años. En Sotres viven Kaelia, Abel y su hijo, afincados en este lugar dónde por los inviernos su casa se rodea de nieve durante algunos meses.
Sotres es el pueblo más alto de Asturias, está a unos 1.050 metros de altitud, y ubicado en medio del Parque Nacional de Picos de Europa. Entre sus escasos 200 habitantes se encuentra Kaelia Cotera y su familia, que cuentan con la ganadería familiar Cambureru.
La ganadería tiene 150 cabras de carne, 70 ovejas y 60 vacas. Kaelia y su pareja, Abel Fernández, se encargan, sobre todo, de las cabras. Estas, en las temporadas más frías del año, están en un invernal del Texu, a dos kilómetros de Sotres. En él, las cabras se refugian en busca de tranquilidad. Una labor añadida ya que, debido a la nieve, deben subir andando a atenderlas.
Los de Sotres comercializan su carne con gente de la zona y, además, están comenzando a construir un restaurante en Tresviso, «que estará listo para el verano de este mismo año». Con esta regencia Kaelia y Abel pretenden hacer más rentable el oficio ganadero, «que conlleva muchas horas y un gran coste económico».
Por otro lado, Abel, como afición, arregla y afina cencerros. Estos sirven al ganadero para identificar y localizar al animal que lo porta. «Las fábricas y proveedores están en Extremadura y Albacete, desde estos lugares nos los envían y Abel se encarga de 'machacarlos' para que el objeto suene como es tradición en Asturias».
El 1 de mayo se abren los pastos a todo el ganado. Es en esta fecha cuando Kaelia, Abel y su hijo, se van, junto a su ganado, a una majada en las Vegas de Sotres. Son los únicos que viven en este lugar, que antes era un pueblo, durante la primavera. «Allí no hay ni luz, ni agua, vivimos con lo básico, como en antaño». Aquí se quedan hasta mediados de julio cuando el ganado suba a la peña y ellos van a la hierba.
Kaelia cuenta que tienen suerte de que a Sotres suban camiones con carne, pescado y demás alimentos para abastecerlos, «viene hasta el panadero, estamos mejor que en la ciudad». Lo que sí sopesa es que en esta temporada su hijo no pueda bajar a la escuela, «es el único niño que baja desde el pueblo, pero precisamente ahora no está acudiendo, ya que el minibús no puede subir por la nieve, y las máquinas que limpian la carretera pasan en torno a las 11 de la mañana», lamenta la de Sotres, que reclama que se eche la sal necesaria en la carretera, para poder bajar si ocurriese alguna urgencia.
Una vida en el monte que nada tiene que envidiar a la de la ciudad, y en la que Kaelia y su familia son felices, dedicándose en cuerpo y alma a su gran pasión, la ganadería.
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