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Pilar Alonso
Sábado, 16 de mayo 2020, 01:42
Cada año, según avanza la primavera el ganado empieza a inquietarse. Las reses parecen saber que la subida al puerto está cerca y ya no hay cierre que se les resista. «Son ellas las que dictan cuando llega la hora», explica la ganadera Lucía Velasco, que acompaña a su cabaña a las braña de Cerreo, en Somiedo, desde hace ya una década. Fue en 2010 cuando decidió tomar las riendas de la ganadería familiar y continuar con una tradición, la de la trashumancia, que en su caso se remonta a cuatro generaciones atrás. Esta decisión de mantener viva la tradición trashumante le hizo valedora, en 2018, del Premio de Excelencia a la Innovación para Mujeres Rurales, otorgado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.
A la que Velasco se dedica es una forma de ganadería extensiva que en Asturias practican centenares de ganaderos, que cada año mueven a sus reses de los valles a los puertos para que el ganado pueda disfrutar allí de los pastos durante parte de la primavera y el verano. «Pastos frescos, naturales, calizo, que producen una carne de gran calidad, tierna y jugosa», apunta Lucía Velasco, que subraya también el bienestar animal del que gozan las reses y la calidad de la leche de la que se alimentan los terneros. Ese es precisamente uno de los beneficios que aporta este tipo de ganadería y donde radica parte de su importancia. «La calidad organoléptica de los alimentos que se producen en torno a la ganadería extensiva, derivada principalmente de la alimentación natural a la que lleva este tipo de manejo del ganado, así como del bienestar animal que se deriva de una vida en semilibertad, es notoria», señala el secretario de Asturias ganadera, Xuan Antonio Valladares, que detalla como «la trashumancia influye también de forma positiva en el medio rural, el paisaje, la sociedad, la cultura y también la economía».
En este sentido Valladares mantiene que «se puede considerar a la ganadería extensiva como un sector estratégico, ya que puede llegar a ser imprescindible como método de explotación dependiente de recursos propios».
Lucía Velasco secunda una afirmación que la crisis sanitaria ha venido a ratificar. La gente temió que hubiera desabastecimiento y «nosotros respondimos, aportando nuestros productos de calidad», señala. Esta situación puede significar una oportunidad para que «se valore el trabajo que hacemos y tratar de que no se pierda la cultura y la tradición. Si esto se pierde, quizá ante otra crisis como esta esas estanterías vacías de los supermercados no se llenen», reflexiona. En definitiva, de lo que se trata es de que se les tenga en cuenta.
Algo que, lamentan, no siempre sucede. José Antonio García, regidor de pastos de la Montaña de Covadonga, donde este año subirán más de 11.000 reses tanto de ganado mayor como reciella, lamenta «lo poco que desde la administraciones velan por el mantenimiento de los ganaderos y de la ganadería extensiva». «Los pastos comunes están perdidos, no desbrozan ni dejan quemar y la fauna salvaje campa a sus anchas» denuncia el regidor, que defiende «la importancia de un sector que mantiene el medio ambiente y el modo de vida en las zonas rurales», que no sólo aporta a la sociedad la producción de materias primas y alimentos sino que, además, contribuye de forma paralela a la gestión del entorno natural y al mantenimiento del tejido social.
A las que alude José Antonio García son solo algunas de las dificultades a las que se enfrenta este tipo de ganadería. Pero no las únicas. Lucía Velasco incide en la necesidad de «dotar al medio rural de cobertura de internet para hacer que las explotaciones sean viables». En su caso, la falta de red le impide dotar a su ganado de un sistema de geolocalizadores GPS en los collares, fundamental para conocer el lugar exacto en el que se encuentra el ganado y que advierte, entre otras cosas, de si una vaca se pone de parto. «No hay ni siquiera conexión para dar un alta o una baja en Remo web», una aplicación que permite registrar online al ganado. «Ni televisión tenemos», lamenta Lucía Velasco que, en breve, regresará de nuevo al puerto, a pie, con sus reses, algo que reconoce que le apasiona. Lo hará con un segundo lote de vacas que aguardan impacientes en la ganadería que Velasco regenta en Las Regueras el día de la partida. El primero, formado por las que aún no tienen crías, ya disfruta de la libertad en las brañas del puerto de Somiedo desde comienzos de mayo. Una vez arriba esta joven ganadera se instalará de forma definitiva junto a su marido y sus dos hijos, en Perlunes (Somiedo), donde pasarán todo el verano, hasta que las vacas dicten cuando toca regresar al valle.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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