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Álvaro Platero sigue con una ganadería familiar a cuya gestión le ha dado una remodelación completa. Fotos: Damián Arienza
Álvaro Platero: «En 10 años no habrá ganaderos»

Álvaro Platero: «En 10 años no habrá ganaderos»

La Peruyeira. A caballo entre Tapia y Castropol, 161 hectáreas y un manejo de estabulación libre son la clave de Álvaro Platero, el propietario de Astilleros Gondán, para ser rentable en el duro mercado lácteo

Octavio Villa

Gijón

Domingo, 24 de julio 2022

Es el mago que consiguió situar un pequeño astillero asturiano como líder tecnológico en Europa, con una intensa especialización en buques para funciones muy específicas. Pero Álvaro Platero es también uno de los mayores ganaderos de leche de Asturias. Su explotación familiar, La Peruyeira, a caballo entre Castropol y Tapia, donde la rasa costera occidental besa la falda de las colinas situadas al sur, es la más extensa de Asturias. Son 116 hectáreas propias y otras 45 en renta con las que Platero, mano a mano con su colaborador desde hace tres décadas Felipe Fernández, ha adoptado una decidida apuesta por «el pastoreo o estabulación libre» para el manejo de sus hoy aproximadamente 326 vacas frisonas.

¿Cuáles son las claves? Felipe Fernández las resume: «Investigamos y viajamos a Holanda para ver este tipo de manejo, cuya gran ventaja es que reduce mucho los costes». Cierto es que hay que tener terreno disponible, y Platero partía con la ventaja de haber recibido de su abuelo, Francisco Díaz Martínez 'Gondan' (su pueblo de procedencia, cerca de Sarria, en Lugo), 70 hectáreas de buen terreno de pastos, con agua propia y con una explotación que en aquel momento rondaba las 161 reses, en esa ubicación. Pero también es verdad que «con el manejo que tenía, la finca no daba para sacar adelante esas cabezas», anota Felipe Fernández mientras recorre con EL COMERCIO la finca, que hoy cuenta con 116 hectáreas divididas en parcelas de entre dos y cuatro hectáreas, muy bien ordenadas, con una red de caminos asfaltados u hormigonados y con canalizaciones que permiten una milimétrica gestión del ganado con una plantilla de siete trabajadores.

La clave de este manejo es la reducción de costes y la prolongación de la vida útil del ganado, aunque ello implique obtener un precio algo inferior por la leche (en España las empresas pagan una prima por llegar a determinada cantidad de grasa y de proteína en la leche, pero si ello es a costa de estabular permanentemente al ganado, de forzar una mayor producción de leche diaria o de acortar la vida de las vacas, a Álvaro y a Felipe no les vale.

Sus vacas producen una media anual de unos 7.700 a 7.800 litros por cabeza, mientras que en algunas ganaderías con métodos más intensivos se superan los 13.000 litros anuales. Son criterios de producción diversos, a los que algunos se ven abocados por necesidad económica. Quien no tiene terreno suficiente para optar por un manejo de pastoreo y bajo coste afronta la necesidad de suplementar la alimentación con piensos, y el círculo vicioso de los costes le lleva a buscar una máxima productividad, aún a costa de la longevidad de sus animales y de tener que medicarlos más.

La Peruyeira tiene sus 116 hectáreas divididas entre 20 que emplean para plantar maíz forrajero para la alimentación de las vacas y, el resto, con tres variedades de reigrás (hierba específica para la alimentación del ganado) y dos de trébol, blanco y rojo.

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La Peruyeira

Vista desde su zona alta, en una imagen en la que se aprecian las naves ganaderas y buena parte de las parcelas y caminos de la finca, con un rebaño de 150 cabezas en producción en primer término.

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De estas parcelas, algunas se destinan al ensilado, pero otras se centran en la alimentación directa de unas vacas que no pisan la cuadra más que dos veces al día, para los ordeños de las seis de la mañana y las cinco de la tarde, que se prolongan durante tres horas, aunque eso incluye una intensa limpieza al final del ordeño que ayuda a reducir costes, porque también minora las posibilidades de que los animales enfermen.

En esencia, la alimentación de las vacas de la Peruyeira se divide entre los pastos libres que comen día y noche en las parcelas que diariamente se les asignan (divididas en tres grupos. Esta semana, uno de 150 y otro de 70 en producción, y un tercero de vacas secas). En las praderías comen algo menos de la mitad de lo que es su alimentación diaria. El resto, hasta casi el 60%, lo ingieren en las zonas de espera de la muy bien diseñada y amplia nave ganadera mientras aguardan a entrar en la sala de ordeño, y corresponde fundamentalmente a una mezcla de ensilado que producen las propias fincas. El número de reses también está medido para optimizar el resultado. Platero precisa que «en este tipo de manejo, cada parcela da sus mejores números con entre 2,5 y 3,5 vacas, y nosotros estamos en esa última cifra. Pasar de eso nos obligaría a emplear más piensos y concentrados», lo que implicaría más costes y obligaría a modificar los criterios de producción.

En cifras

2.000

toneladas de leche es la producción que La Peruyeira tiene prevista para todo este año, lo que supone unos 6.300 kilos diarios, aunque fluctúa a lo largo del año, ya que agrupan los partos para que la mayor producción coincida con los mejores pastos, de inicio de verano.

326

vacas y un semental frisón componen la ganadería, si bien la mayoría de las inseminaciones lo son con semen sexado de Ascol. El año pasado se repusieron 55 cabezas con partos propios, sin comprar.

161

hectáreas componen la explotación, de las que 116 son propiedad de La Peruyeira, para pastoreo y siembra para ensilado y el resto son fincas arrendadas, en las que se planta maíz, reigrás y trébol para ensilar.

Un futuro sin leche

Todo esto, para mantener «el mismo resultado económico de cuando comenzamos, aunque con una facturación mucho más elevada», indica Álvaro Platero. Dicho de otra forma, el ganadero, aún apostando por un tipo de manejo en el que se optimizan los costes, como es su caso, se encuentra que para obtener unos beneficios de explotación de unos 100.000 euros, equivalentes a los aproximadamente 16 millones de pesetas logrados en 1996, el año pasado tuvo que rozar el millón de euros de facturación, mientras que hace un cuarto de siglo se ganaba la misma cantidad con una facturación tres veces menor, en números redondos.

Platero no tiene inconveniente en hablar de cifras: «En 1995 se pagaba la leche al equivalente a 33 céntimos, a 35 en 2001 y en 2020 se ha pagado a 37. Este año la estamos cobrando a 38», mientras que los costes de producción ya alcanzaban en 2020 los 38 o 39 céntimos por litro, y eso antes de la inflación de los costes que ha supuesto la crisis logística y de materiales de 2021 y la aún mayor inflación generada por la guerra de Ucrania.

«Ya nos pasó a mediados de la pasada década, que estuvimos tres o cuatro años sin beneficios de explotación, y los cálculos que tenemos son para temporadas óptimas, con buenas lluvias y buenos pastos. Nosotros, como el resto de ganaderos de leche, vivimos de las subvenciones y de la venta del ganado mayor, porque en los últimos años los gastos superan el precio de venta de la leche». Y tiene claro que «si nosotros, en La Peruyeira, con un sistema de pastoreo que supone los costes más bajos posibles, estamos así, el 90% de los ganaderos de leche pierden dinero».

A la izquierda, Felipe Fernández Prieto, en otra de las parcelas de la finca, con un grupo de 70 frisonas en producción, a primera hora de la tarde. A la derecha, vista hacia la zona más alta de la finca, con una parcela de maíz forrajero y dos destinadas a pasto.
Imagen secundaria 1 - A la izquierda, Felipe Fernández Prieto, en otra de las parcelas de la finca, con un grupo de 70 frisonas en producción, a primera hora de la tarde. A la derecha, vista hacia la zona más alta de la finca, con una parcela de maíz forrajero y dos destinadas a pasto.
Imagen secundaria 2 - A la izquierda, Felipe Fernández Prieto, en otra de las parcelas de la finca, con un grupo de 70 frisonas en producción, a primera hora de la tarde. A la derecha, vista hacia la zona más alta de la finca, con una parcela de maíz forrajero y dos destinadas a pasto.

Y nada hay que apunte a que los mercados vayan a soportar bien un incremento del precio de venta de la leche que haga atractivo apostar por el sector. Ejemplo: al este de La Peruyeira, lindando con el río Anguleira, hay un buen número de fincas de eucalipto echadas a monte. Le preguntamos a Platero si piensa en adquirirlas o rentarlas para afrontar una expansión de su explotación: «No, no compramos vacas ni prados. Es absolutamente inviable si no mejoran los precios». Y esto es algo que «saben bien tanto la Central Lechera como el resto de fábricas. A la central yo le tengo presentados mis números, y saben que a este ritmo se van a quedar sin ganaderos, y sin suministro de leche en Asturias, en unos diez años. ¿Cuántos ganaderos hay ahora menores de 55 años? Pocos, ¿no? Y con esta perspectiva, ¿cuántos se incorporarán? Pocos o ninguno», alerta Platero, que insiste en que «los que quedamos no somos rentables».

¿Será un futuro en el que los asturianos tengamos que comprar la leche del extranjero? «Yo no conozco los números macroeconómicos de la leche que se trae de fuera, pero sí tengo claro que con los precios actuales la ganadería de leche en Asturias no es rentable, y clama al cielo que sabiendo todo esto, acabemos de ganar un recurso en la UE frente a 13 fábricas de leche porque tenían un acuerdo para mantener a la baja los precios. Se están pegando un tiro al pie, se van a quedar sin ganaderos», vaticina.

La Asturias rural ideal

Pero volvamos a La Peruyeira, una finca ordenada, bien trabajada, limpia y tremendamente racional. En lo que era el conjunto de casería original de la finca, situado justo en la zona, ya elevada, en la que el terreno comienza a adquirir su máxima inclinación, Álvaro Platero está adecuando ahora un precioso salón de actos de piedra vista, destinado a recibir a visitantes y a celebrar las botaduras del astillero con sus clientes. El propio Platero cuenta que «quedan gratamente impresionados, les gusta mucho celebrarlo aquí». Son armadores, en su mayoría, del norte de Europa, que se llevan una imagen de una Asturias rural productiva, ordenada y con un paisaje agrario que debería ser mucho más común. Pero que también debería ser más rentable para los ganaderos.

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