Margaritis Schinas, esta mañana, en la sede de la Fundación Alvargónzalez, en Cimadevilla, delante de un Nicanor Piñole. Paloma Ucha
Margaritis Schinas, exvicepresidente de la Comisión Europea

«El futuro de Asturias está en tener un papel protagonista en la industria de defensa y en la formación universitaria»

«No hay ganadores en las guerras comerciales. En el momento en que entras en una, lo primero que buscas es cómo salir»

Octavio Villa

Gijón

Viernes, 14 de marzo 2025, 21:51

Es un gijonés más desde que hace cuarenta años se casó con Mercedes Alvargonzález Figaredo, y se le percibe cómodo y en su elemento entre ... los recuerdos de la historia naval, comercial y militar española que atesora en Cimadevilla la casa familiar de los Alvargonzález, sede también de la Fundación del mismo nombre. Esta mañana, tras la conferencia que ofreció en Oviedo, organizada por Compromiso Asturias XXI y bajo el título 'Europa en la encrucijada: Desafíos para Asturias', el exvicepresidente de la Comisión Europea Margaritis Schinas (Salónica, 1962) ha aportado una profusa y poliédrica visión sobre el estado de Europa y las oportunidades que tiene Asturias, así como un diagnóstico, con recetas de tratamiento, para un futuro en el que los europeos tenemos que adoptar decisiones valientes para seguir siendo el referente mundial que durante siglos hemos sido.

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Schinas inició su carrera en la Comisión Europea en 1990. Fue también miembro del Parlamento Europeo de 2007 a 2009. Al finalizar su mandato parlamentario, regresó a la Comisión Europea y ocupó diversos cargos destacados. En 2010, el Presidente Barroso le nombró director general adjunto de la Oficina de Consejeros de Política europea. Posteriormente fue director residente y responsable de la Oficina de la Dirección General de Asuntos Económicos y Financieros de la Comisión Europea en Atenas. En 2014, el presidente Juncker le nombró portavoz jefe de la Comisión Europea. Desde 2019, Úrsula Von der Leyen le tuvo en su equipo como vicepresidente responsable de la promoción del Modo de Vida Europeo en la Comisión Europea.

-La vuelta de Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos nos ha puesto en un momento histórico de la polí­tica internacional, en el que da la impresión de que Estados Unidos, no tanto por hacer América grande de nuevo, sino por otras cuestiones, quiera quitar de enmedio como actor de la polí­tica internacional a Europa. Decía ayer en la conferencia que se trata de juegos de poder en los que hay que jugar fuerte...

-Sí­, es así­. Yo creo que Trump II será más turbulento que Trump I. Y Europa tiene que hacer dos cosas en este momento sin precedentes. Primero, a pesar de esta retórica que nos viene de Washington, Europa tiene una obligación de hacer todos los esfuerzos posibles para salvar la relación trasatlántica. Aunque no se nos quiera y se nos respete tanto, nosotros tenemos que demostrar que tenemos la voluntad de salvar lo que se puede salvar de la relación transatlántica, que es el ancla del mundo, es el centro de gravedad del mundo comercial y polí­ticamente. Europa y Estados Unidos son los lí­deres del mundo. Y tenemos esta obligación de agotar cualquier margen de voluntad para trabajar con Trump II, aunque sea en estas circunstancias.

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-¿La alternativa serí­a que ese centro de gravedad derive hacia China?

-La verdad es que no sabemos cuál serí­a la alternativa si la relación trasatlántica no funciona y se desvanece. Por eso hay que insistir. Y la segunda cosa que tenemos que hacer es corregir lo que nos hace débiles en los ojos de la nueva Administración americana.

-¿Qué es?

-Nuestra falta de polí­tica de defensa, nuestra falta de gasto de armamento y nuestra falta de proyección exterior diplomática. Nosotros no podemos seguir siendo un poder comercial y cultural sólo. Europa no puede ser un centro de poder blando, tenemos que aprender el juego del poder, el poder duro que pasa por esto. Si hacemos estas dos cosas, yo creo que tendremos más oportunidades de trabajar con la nueva Administración americana.

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-Usted habló hace dos años en Gijón de Frontex, ese cuerpo europeo de guardacostas y vigilancia de la inmigración, con unos 10.000 efectivos...

-Sí, ya lo tenemos. De ahora a 2027, tendrá 10.000 efectivos. Es el organismo europeo de protección de frontera exterior más importante y Ursula von der Leyen en su programa para el segundo mandato anunció que ella quiere que hasta 2034, que es final del nuevo presupuesto comunitario suban los efectivos hasta los 30.000. Estamos hablando de la federalización de la vigilancia de nuestras fronteras.

-Lo decía porque Frontex es la muestra que es de que sí­ se podrí­a hacer un ejército europeo, en lugar de que cada país de la UE aumente el tamaño del suyo. Ahora mismo Polonia tiene el mayor ejército de la UE, y con los planes que se han puesto sobre la mesa, Alemania sería la que tomaría el relevo, volviendo a una situación militar similar a la de hace 90 años.

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-Yo no pondrí­a en todo este debate sobre la Europa de la defensa, que ya se está perfilando, que ya tenemos las primeras decisiones la semana pasada. Yo no pondrí­a al principio de este proceso el Ejército europeo. No empezarí­a en un ejército. Esto serí­a el final, la última etapa del proceso que empieza. Hay que empezar por otras cosas en las que podemos ir más rápido, actuando más en común y siendo más eficaces.

-¿Qué cosas serían estas?

-Primero, tener un instrumento comunitario, recursos, dinero comunitario que nos permita comprar armamentos de manera coordinada y de procedencia europea.

-El problema para que el armamento sea de procedencia europea es que a día de hoy carecemos de esa capacidad industrial.

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-La tendremos que establecer, construir. Y esto cuesta, pero ya la semana pasada la Cumbre ha decidido que habrá este nuevo instrumento de 150.000 millones de euros y que, al lado, habrá un espacio macroeconómico de 650.000 millones de euros, que será el espacio que se liberará por no computar el gasto militar al déficit. Esto libera más...

-¿No computar esa enorme cantidad de fondos al déficit no es hacerse -trampas al solitario?

-No. Esto es algo que siempre estaba en la mesa. Es decir, tú no puedes gastar para tu seguridad y a la vez tener el banquero diciéndote que no se puede. Hay que cambiar las reglas de gobernanza económica. En estos momentos históricos sin precedentes que tenemos, la prioridad es liberar espacio macroeconómico.

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-¿Pero eso cómo se hace? ¿Sin subir impuestos? ¿Sin que la ciudadaní­a se vea afectada? ¿Sin que suba la inflación o los tipos de interés que, además, van directamente sobre las economí­as familiares en cuanto a los principales gastos de una familia, como lo que invierte en la hipoteca?

-¿Pero la alternativa cuál serí­a? La alternativa serí­a no tener nunca una polí­tica de defensa. Tener ejércitos nacionales, comprar cada uno por separado lo que circula en el mercado y no tener ningún tipo de coordinación europea. Con este espacio, con este dinero, vamos no sólo a comprar armas europeas, sino que vamos también a producir productos de defensa europeos. Por ejemplo, el escudo antiaéreo europeo o un eurodron o una eurocorbeta. La Europa de Defensa empezará así, convergiendo en armamentos, utilizando más recursos para comprar más espacio, crear más comunidad, más cobertura común. Para que un dí­a seamos capaces de crear, pero al final, repito, de este proceso, no al principio, un Ejército de Europa.

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-Bárbara W. Tuchman planteaba en su libro 'Los Cañones de Agosto' que los mandos militares de los primeros años de la I Guerra Mundial, que se habían formado entre 1870 y 1914, no supieron adaptar su formación militar clásica al intenso avance tecnológico. Y que eso dio lugar a una trampa estratégica que derivó en tres años de guerra estática de trincheras, básicamente en el frente occidental. ¿Nos puede estar pasando algo similar, en un momento en el que las guerras se libran más en los grandes mercados internacionales que en los campos de batalla?

-No. El problema que tenemos ahora es de otro tipo. Es que Europa ha sido acostumbrada durante décadas con la idea de un gasto de defensa, sobre todo nacional, mí­nimo, y vivía en el convencimiento que habrí­a un paraguas o un escudo que alguien nos ofrecerí­a si fuese necesario. Esto ya no existe. Esto es nuestro problema. Que esta certeza, esta ilusión de que podrí­amos hacer otra cosa y no defensa europea se está esfumando y me llama mucho la atención, me sorprende positivamente, que en estos temas hace 5 ó 10 años habrí­a conflictos, follones en el Parlamento Europeo, en el Consejo Europeo, pero ahora ya hay una convergencia polí­tica sorprendente entre los lí­deres, incluso en paí­ses reacios, como Alemania, donde hay una mayorí­a aplastante para ir rápido por este camino.

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-De hecho, Grecia acaba de anunciar también un plan de 28.000 millones de euros para la actualización de su propio Ejército.

-Sí, esto es una nueva página, un nuevo capí­tulo de la integración europea. Pero habrá falta un apoyo polí­tico en todos los paí­ses. Y esto, digo, en el interior de cada paí­s. Y tenemos ya algunas señales que no son muy prometedoras.

-En España esas señales son muy claras, con un enfrentamiento entre los partidos de la coalición del Gobierno.

-Nó sólo en España, en Francia también, en Francia, la semana pasada votaron contra todo esto, tanto Le Pen, que es extrema derecha, como Jean-Luc Mélenchon, de extrema izquierda. Y me parece que en España por ahí­ van los tiros, tanto Vox como los independentistas y la izquierda están en contra.

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-Se acaba de referir a los independentistas, y el traspaso que se acaba de hacer a Cataluña del control de fronteras parece ir en contra de la filosofía que sustenta a Frontex...

-El control de las fronteras no es un control exclusivo comunitario, seguirá siendo una competencia nacional. Y por lo tanto esta decisión es de competencia nacional. Lo que queremos construir nosotros, de hecho lo estamos construyendo, es al lado de cada gobierno, de cada Estado miembro, poner un componente europeo importante, significativo a través de Frontex. Que tengamos sinergias. Esto es importantí­simo.

-Usted ha dicho que la actitud de occidente, ya no de Europa, deberí­a ser la de trabajar en origen para que la gente no se vea impelida a salir de su propia casa, que es algo que en el fondo nadie quiere. Es decir, el desesperado que cruza el Mediterráneo en una balsa lo hace por, literalmente no tener otra opción.

-Efectivamente. Y tenemos que seguir trabajando más y mejor con los paí­ses de origen de tránsito, de flujos migratorios hacia Europa. Y ahí­ la buena noticia es que estos paí­ses no son infinitos. Estamos hablando de 25 paí­ses. Estos son los paí­ses que nos interesan.

-¿Cuáles son estos 25 países?

-Los de África del Norte, los del África Occidental, pero también Turquí­a, Siria, Jordania, India, Bangladesh. Con estos paí­ses, tanto de origen de tránsito, hay que ofrecerles medidas. No hay que pedirles que gestionen la migración para nosotros. Lo que hay que hacer es llegar a acuerdos fuertes de cooperación que toquen inversión, que toquen todo lo que Europa puede ofrecer: Inversión, preferencias comerciales, visados, becas Erasmus. Con todo eso, hacer una oferta a estos paí­ses para que lo utilicen para crear mejores vidas para su gente. Y también parte de esos acuerdos tienen que ser potenciar sus controles de fronteras de ellos y recibir los retornos de sus ciudadanos que no tienen derecho de estar en Europa. Eso lo hemos hecho con mucho éxito en los cinco años que yo tuve la responsabilidad. Lo hemos hecho y ya estamos viendo los primeros resultados. De hecho, tenemos cifras mucho mejores de migración como consecuencia de este trabajo y esto ya está plasmado, en la polí­tica migratoria. De hecho, en la nueva comisión hay un comisario para el Mediterráneo y para hacer otras cosas también. Esto ya es una realidad y funciona.

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-Entre sus funciones como comisario para el estilo de vida europeo, el mantenimiento del estilo de vida europeo, ¿estaba también llevar ese estilo de vida fuera de nuestras fronteras?

-Sí­, pero de una manera que no todos entendieron. Tuve que explicar muchas veces que la exportación de modo de vida europeo, nuestro modelo de sociedad no tiene que ser obligatoria. No podemos exportar este modelo por decreto y tampoco lo podemos imponer. Pero lo que sí podemos hacer, y eso se está haciendo, es utilizar todas nuestras ventajas para inspirar a otros. Tenemos un modelo de sociedad que gusta en el mundo, que muchos lo ven como algo aspiracional. Por eso viene tanta gente o quiere venir a Europa. Aquí nuestra prioridad no es forzar a otros a seguir nuestro camino, sino inspirarles, con el éxito de lo que hacemos, a seguirlo. Eso está pasando también, sobre todo en algunas partes de paí­ses cercanos, como en norte de África, en Oriente Medio, hay mucha gente que nos sigue con interés.

Aranceles como arma política

-Hay guerras económicas previas a los conflictos armados. Lo estamos viendo con el intercambio de golpes en forma de aranceles. Los últimos que acaba de plantear Europa se centran en producciones estadounidenses de Estados en los que Trump tiene clara mayoría de votos. ¿Hay una intención directa de socavar su base electoral, o es mera casualidad?

-Después de tantos años en polí­tica europea, una de las cosas que aprendí­ es que no hay ganadores en las guerras comerciales. De hecho, en el momento que entras en una guerra de comercio, de tarifas, lo primero que buscas es cómo salir. Esto es un hecho. Y otro hecho es que nada es accidental en el diseño de estas guerras. Es decir, si nos hacen daño, vamos a hacer daño de la misma manera para igualar el nivel de impacto y poder organizar una retirada. Yo todaví­a espero, sobre todo viendo la volatilidad que hay en Washington sobre este tipo de decisiones que se toman, y que se cambian, todaví­a espero que no llegaremos al peor escenario, sobre todo porque hay mucha gente en Washington en la nueva administración Trump que son empresarios que vienen del mundo de la economí­a real y se dan ya cuenta perfectamente de lo que implica quitar uno o dos puntos del crecimiento mundial, qué significa que la bolsa de Nueva York se esté hundiendo o qué impacto tendrá esto en la sociedad.

-Dicho de otra forma, que Wall Street podrí­a acabar frenando a Trump, si no quitándolo de escena directamente.

-Efectivamente, esta Administración tiene mucha gente que viene de la economí­a real y la gente que viene de la economí­a real a la polí­tica seguirá, supongo yo, considerando la evolución de la economí­a real como un instrumento de medir su éxito. Pero estamos todaví­a en la primera fase y hay que dejar un poco de tiempo para consolidar todo. Hay que ver también si los americanos son capaces de lograr algo en Ucrania y luego en oriente medio. Eso ayudará también a normalizar un poco, a bajar la temperatura geopolí­tica mundial. Ya veremos. Es todaví­a pronto.

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Trump y Zelensky en el despacho oval

-Como ciudadanos, hemos visto pasar en meses a EEUU de respaldar a Ucrania con la Administración Biden a un escenario con Trump que nos ha descolocado a todos. Y la escena de la reunión de Trump con Zelensky nos dejó a todos estupefactos. Lo más similar que se recuerda tal vez sea la entrevista de Hitler en 1938 con el canciller de Austria, Kurt von Schuschnigg, justo antes de proceder a la Anschluss, anexionando Austria al Reich. ¿Qué significó la escena de Trump y Zelensky, con su perspectiva?

-Es un termómetro del clima polí­tico que hay en Washington en estos momentos. Pero yo no me quedo ahí­, voy más allá. Siempre me gusta comentar de las cosas no que se hacen, sino de las que se puede hacer. Entonces, si esto sirve finalmente para pasar página en Ucrania, a lo mejor olvidaremos de la escena. En cambio, si esta escena es caracterí­stica de una Administración que no es capaz de solucionar cosas, sino sólo de pelearse, esto será la primera etapa de un proceso que nos tiene que preocupar mucho.

-También defiende usted que hay que caminar rápido hacia la Unión Bancaria Europea. ¿Tal vez toda esta situación en la geopolítica mundial ayudará a vencer más rápidamente la reticencia de los ciudadanos europeos hacia crear una unión, ya no sólo bancaria, sino como realmente unos Estados Unidos de Europa?

-La Unión Bancaria es uno de los deberes que tenemos aquí­ en la mesa y hay que decirlo claro y alto, donde Europa ha fracasado. La idea es buena, buscar un sistema de Unión de Capitales que funcionarí­a en paralelo del sistema bancario. Es algo que existe en Estados Unidos y que funciona. Obligar a todo el mundo a pasar por la banca no es siempre la mejor manera de financiar el crecimiento, las nuevas ideas, el I+D. Hasta ahora no lo hemos logrado, sigue siendo una prioridad importante. Espero que en estos próximos cinco años se hará.

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-¿Y las reticencias de los ciudadanos?

-Ahí­ tengo una idea muy clara, que es que los ciudadanos exigen a Europa y de Europa es buena polí­tica. A los ciudadanos no les importan los esquemas teóricos, ideológicos; los que les importa es una Europa que les dé soluciones. Cómo lo hemos hecho con las vacunas de la covid, como lo hemos hecho con el fondo de recuperación, como lo hemos hecho con el control de las fronteras; es decir, cosas que les ayuden en su cotidiano. Si hay buena polí­tica de Europa, la gente la sigue. Si Europa es incapaz de producir buena polí­tica, la gente desconecta. Es así­ de claro. lo que empuja a Europa hacia la buena polí­tica es siempre, a lo mejor sorprende, pero es así­, son siempre las crisis y la presión exterior. Es triste, pero es así­. El peor enemigo de Europa es este sentimiento de complacencia y de que todo va bien. Esto lo hemos pagado muy caro en el pasado. Mientras, estos momentos de crisis y presión exterior, como es el que vivimos también ahora, es ahí­ donde Europa se levanta y actúa.

-Es parte de la condición humana. Avanzamos cuando hay conflicto. Se ha visto con los saltos tecnológicos de las dos guerras mundiales, por ejemplo.

-En un sistema como el nuestro donde hay muchos actores y hay muchos niveles de entendimiento, esto ayuda a que la gente se entiende rápidamente y que vea claro que la complacencia es fruto de esta mentalidad de 'bueno, ya veremos, nosotros somos Europa'. Nos vemos tan ricos, tan antiguos, tan queridos... pero nos hace falta eso, hace falta tener nuestra propia energí­a, nuestras propias vacunas...

La receta de Schinas para el futuro de Asturias

-A eso iba. Las consecuencias de esta guerra de Ucrania para la Unión han sido duras para Europa. Nos han puesto ante la evidencia de que la transición ecológica energética se ha afrontado con excesiva prisa. En el caso de España no se ha garantizado la autosuficiencia en el suministro energético. Se han cerrado centrales térmicas de carbón y no sólo se han cerrado, se han derribado, sin mantenerlas como reserva estratégica. Se sigue con el proceso de cierre de las nucleares, demonizadas. ¿De la misma forma que nos tenemos que replantear el tema militar, tendrí­amos que replantearnos el tema energético con menos exigencias de transición y más exigencias estratégicas?

-Esta discusión se tiene que poner en contexto. Yo participé como miembro del Colegio de Comisarios en estas decisiones de la Europa Verde, de la Europa de la Transición. Pero quiero recordar que cuando nuestro colega holandés, Franz Timmermans, presentó esto, el mundo era distinto. No tení­amos pandemia, no tení­amos la guerra en Ucrania, no tení­amos la explosión en Oriente Medio, no tení­amos inflación, no tení­amos altos precios de energí­a. Era una Europa de crecimiento en los tres años previos, de cero paro, de tipos de interés al cero o menos. Era del dinero barato y disponible, un mundo sin problemas. Es normal que Europa en este momento quisiera liderar esta transición justa y además convertirla, esta era la idea, en un modelo de crecimiento suyo, propio, apoyado también con recursos y nada. Lo que pasa es que, y esto pasa en polí­tica, justo después de estas decisiones que han sido aceptadas, recuerdo, por los Estados miembros y el Parlamento Europeo es justo después que todo cambió. Y en la polí­tica, cuando las circunstancias cambian, tiene que cambiar las polí­ticas también. Es de sabios rectificar.

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-¿Hasta qué punto se está rectificando? Igual es un poco tarde para la industria electrointensiva asturiana y española. Y para los trabajadores que han perdido sus empleos en el sector energético.

-Muchas de estas leyes, sobre todo en sectores crí­ticos como agricultura, como industria, se están adaptando. En el tema energético hemos hecho cosas con cierto éxito, pero hay muchas cosas que hacer todaví­a. Hemos podido liberarnos un poco de la dependencia de Rusia, que no era poca cosa, hemos pasado del 64% al 12% de dependencia. Pero claro, es verdad que la energí­a ahora es más cara que antes y que las renovables, que crecen, no son capaces de dar la respuesta completa. Estamos viendo opciones como el hidrógeno limpio, el hidrógeno verde y esperemos que también veamos la normalización en Ucrania. Una de sus primeras consecuencias será, al menos un poco, la normalización de relaciones energéticas con Rusia, en base comercial. El tema de la energí­a es un poco como arenas movedizas, es un asunto donde no hay una dimensión o un botón que aprietas y paras. Es más multidimensional pero sé que que hay mucho esfuerzo en todas estas dimensiones de la polí­tica energética para conseguir soluciones.

-Pero mientras tanto, en Asturias se han eliminado esas centrales térmicas, cuando además es una región de industrias electrointensivas. Desde Arcelor se han lanzado advertencias, al igual que desde otras empresas estratégicas, con cierres y parones de actividad. En cuanto a la industria armamentística, parece que sí tenemos una buena oportunidad de futuro, con el incremento del gasto en defensa y la adquisición de El Tallerón por Indra, además de la creciente actividad de la Fábrica de Trubia.

-El futuro de Asturias, aparte de las apuestas tradicionales que tiene que conservar son dos apuestas modernas en las que puede jugar un papel protagonista. Lo primero es la Defensa, sin lugar a dudas. Y me alegro de que mi estancia aquí­ coincida con la decisión de Indra de hacer esto. Y también veo mucho interés y anuncios de universidades privadas. Esto es el futuro para Asturias, crecer en la industria armamentística. Habrá mucho dinero, como decí­amos antes, habrá mucha voluntad polí­tica y es una gran oportunidad para Asturias, porque Asturias tiene industrias conectadas, una tradición industrial, tiene un tejido que puede servir. Y la educación y la formación, en una una región tan bonita, que lo tiene todo, pueden también ayudar para paliar el problema demográfico. Veo el futuro de Asturias con optimismo, también mirando de cómo eran las cosas cuando yo vine por primera vez aquí­, hace 40 años. yo creo que Asturias tiene un prometedor. Sé que hay problemas, sé que si comparas con otras regiones todaví­a no está como debe, pero hay movimiento. Como decimos en griego, que el agua está hirviendo.

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