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Licenciado y doctor en Medicina por la Universidad de Navarra (2006 y 2011), el oftalmólogo Javier Zarranz-Ventura, que desarrolla su función en el Hospital Clínic de Barcelona, participó ayer en las VI Curso de Retina y Vítreo del Instituto Oftalmológico Fernández Vega, donde charló sobre los avances tecnológicos de la inteligencia artificial (IA) que están ayudando a comprender mejor la patología de la retina.
-En su ponencia habló de inteligencia artificial en el día a día. ¿En qué punto se encuentra?
-La inteligencia artificial en la medicina, y concretamente en la oftalmología, está cogiendo cada vez más importancia. La charla está más centrada en retina, pero la inteligencia artificial se está aplicando ya en muchas áreas de la oftalmología: el cálculo de lentes intraoculares, las ayudas al diagnóstico, los sistemas de cribado poblacional y también para predecir resultados de tratamientos o posibles complicaciones futuras. Hay un área muy importante para poder inferir datos de enfermedades del cuerpo a través de la retina, es decir, mediante imágenes del fondo del ojo. Se llama oculómica; es una ciencia que ha empezado hace unos tres años y que permite establecer relaciones que antes eran impensables.
-¿Puede poner un ejemplo?
-A través de una foto del fondo del ojo se puede identificar la edad, el sexo, las enfermedades cardiovasculares, las enfermedades neurológicas... Es un rendimiento sobrehumano. Nosotros vemos un fondo de ojo y no sabemos si un paciente es joven o mayor, pero estas aplicaciones clavan la edad, la tensión arterial, las cifras de hemoglobina en los diabéticos y un montón de factores que están fuera del alcance de los médicos. Es una ayuda que tenemos y que cada vez va cogiendo más importancia. A muy corto plazo lo usaremos en las consultas diarias.
-También habló de 'deep learning'. ¿Qué es?
-Es un subtipo dentro del aprendizaje automático, que es una parte muy concreta de la inteligencia artificial. Básicamente, se refiere al 'aprendizaje profundo'. Son programas de ordenador que simulan la estructura que tienen nuestras neuronas y establecen asociaciones entre los parámetros que nosotros añadimos en un campo de datos. A partir de ahí, nos permite identificar etiquetas de datos a raíz de registros precedentes. Es como ver una película que sabes cómo acaba. Si tienes una serie de datos, por ejemplo de un tipo de enfermedad, con unas imágenes determinadas y sabes cómo han acabado esos pacientes en el tiempo, puedes generar un programa de ordenador que, al darle una imagen que nunca ha visto, te va a dar el resultado más probable en base a esos datos previos y la probabilidad de tener eso.
-¿Y cuál es el margen de error?
-Depende. Ese es el gran caballo de batalla ahora: hacer un programa de ordenador que sirva para cualquier tipo de dato, en cualquier población y en cualquier continente. El tema es llegar a un punto donde eso sea estandarizable y sirva en todo tipo de poblaciones. Los márgenes de errores dependen de los programas de ordenador y de los algoritmos que utilicemos, pero hay algunos que son espectacularmente precisos. Estamos hablando de un 98% de precisión al registrar el sexo de un paciente a través de una retinografía o de obtener las cifras de tensión arterial con un 90% de precisión.
-¿El uso de la inteligencia artificial ya está consolidado o sigue siendo novedoso?
-En el ámbito de la medicina hubo un 'boom' entre los últimos 10 y 5 años y, desde entonces, cada vez se va incorporando en más áreas. En la oftalmología hay programas de ordenador que ya están aprobados por los organismos reguladores, en este caso la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos, para usarse con humanos. Entonces, ese tipo de aplicaciones son una realidad en el día a día. En el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido, los cribados de retinopatía diabética ya se hacen con estos algoritmos y, en España, es cuestión de tiempo que vaya siendo cada día una realidad mayor en determinadas tareas concretas de la oftalmología.
-¿Se está fomentando la formación en inteligencia artificial entre los profesionales sanitarios?
-En algunas universidades ya se están impartiendo cursos o asignaturas de inteligencia artificial. Es algo que va cambiando y ahora empieza desde la carrera. También hay universidades que están empezando a hacer las aplicaciones de inteligencia artificial para tener los conocimientos básicos de estos sistemas. Pero lo que más se ha llevado hasta ahora son colaboraciones con grupos de expertos, normalmente de Ciencias de Computación o facultades de informática, que mediante el aprendizaje automático ('el denominado 'automated machine learning') han puesto sobre la mesa la posibilidad de que gente sin experiencia ni conocimientos de computación, a través de un set de datos, pueda clasificar imágenes etiquetadas y entrenar al algoritmo por sí mismos.
-¿Y cómo recibe el paciente la aplicación de la inteligencia artificial en sus tratamientos?
-Lo recibe bien. Hemos participado en estudios para evaluar si las imágenes que hacemos con los escáneres de retina, enriquecidas por inteligencia artificial, nos ayudan a la toma de decisiones y los pacientes están muy motivados. Están encantados de que el cuidado que les damos normalmente tenga también este punto innovador de utilizar nuevas herramientas para intentar aportar más al manejo de sus enfermedades. Al final, con la incorporación de estas herramientas gana el paciente, ganamos los médicos y gana todo lo que es la asistencia en su conjunto, ya que nos permite hacer predicciones de respuestas a tratamientos o diagnósticos mucho más precisos.
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