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En la noche de San Juan tocó fiesta, mucha y repartida por distintas localidades de Asturias. Las hogueras se sucedieron en la playa de Poniente, la plaza de la Catedral de Oviedo, la plaza de Pedro Menéndez en Avilés, Trasona ... , Cangas del Narcea o Ribadesella, y la magia de la noche más corta del año tuvo hueco además para múltiples actividades infantiles, musicales y tradicionales.,
El buen tiempo acompañó a la celebración más mágica del año y las ganas de folixa también por lo que, a pesar de la brevedad de esta noche, esta alargó a golpe de verbena.
Los maderos se apilaban en la playa de Poniente a la espera de que comenzase la quema. Una pira de cuarenta toneladas de madera, diez metros de altura y ocho de diámetro compartió día despejado con los bañistas pero, a partir del ocaso vio como corrillos de jóvenes –y no tan jóvenes– se iban acercando y cambiando toallas por leños para recrear fogatas de distintos tamaños, dispuestos a teñir de naranja la noche gijonesa.
¿Perderse la folixa con tan buena temperatura? Imposible. Mientras en la plaza del Marqués los miembros de Andecha de Cultura Tradicional 'Na Señardá' procedían al tradicional enramado de la fuente de Pelayo, Poniente se iba llenando con las ilusiones de familias y grupos de amigos que se asentaban en la arena. «Vamos sin botellón porque en una fiesta así no hace falta: las clases acaban de terminar, empieza nuestro último verano antes de Bachiller y venimos a quemar los apuntes de Historia para cerrar una etapa y empezar con ganas la siguiente», comentaba Lola Maujo recién llegada al arenal. Según Enrique Álvarez, de 20 años, «no es necesario ni orquesta para pasarlo bien aquí, hay animación suficiente».
Sí había, no obstante, música. Instantes antes de la medianoche, llegó el momento señalado para que las bandas de gaitas Villa de Xixón y Noega calentaran el ambiente con sus notas. Allí bailaban, al ritmo de 'En el pozo María Luisa', Víctor Cases (6 años) y su amiga Sara. No era su primer año pero como afirmaba su padre, Pedro Cases, «seguro que es la primera hoguera que quedará en su memoria». La sonrisa de los pequeños, ya iluminada por las llamas de algunas pequeñas fogueras que crecían repartidas por la arena, era reflejo del ambiente que se respiraba en una playa repleta de gente con ganas de disfrutar.
En las manos de Juan Manuel Humanes, encargado de la empresa pirotécnica valenciana Ricardo Caballer –que también se ocupará de los fuegos de Begoña y el Restallón– estaba inundar de ruido el cielo con pirotecnia que anticipara el encendido, a mano, de la mecha de la hoguera de Poniente, «más grande incluso de las que se ven en Levante». Y por fin, a medianoche, puntual como siempre, los malos augurios comenzaron a arder. «Las cosas malas del año pasado son para quemarlas y empezar un verano mejor», afirmaba John Kall (11 años). Estaba acompañado de su abuela María Gracia Tai, venida de Venezuela nueve meses atrás – «así, divino, divertido, era nuestro país hace unos años», decía con nostalgia–. «Aquí los niños lo pasan muy bien, pero casi mejor los mayores», reía Jairo González, mientras echaba al fuego los apuntes de su hija Daniela.
Un rito ancestral que alarga la noche más corta del año y la llena de buenos presagios, una fiesta multitudinaria en Poniente pero que en Gijón se extiende desde Contrueces hasta Cimavilla, de Mareo a Ceares. En los distintos barrios, las hogueras también brillaban en la clara noche también con fuerza. La de Cimavilla casi dio pena prenderla. Es cierto que después del impresionante barco pirata que encalló en el cerro el año pasado antes de que ardiera era difícil superarse, pero la Comisión de Festejos llevaba quince días trabajando en crear lo que para muchos era «prácticamente una falla», un barco rojiblanco que miraba a la ciudad desde lo alto y frente al que visitantes y gijoneses se retrataban minutos antes de que todo ardiera. En Contrueces fueron también tres las toneladas de madera que ardieron en el prau de la fiesta.
Los vecinos de Mareo acompañaron su gran hoguera con la magia de los fuegos artificiales, mientras que Ceares celebró con similar fuerza la noche en la que la primavera queda definitivamente atrás.
Cayó la noche y la plaza de la Catedral se llenó de ritos, música y pintura que culminaron con el encendido de la hoguera de San Juan cuatro minutos antes de la medianoche. El cuélebre fue el encargado de dar paso a las llamas en las que ardió el trabajo de Toño Velasco y quedó silenciada la música de Hector Braga. El fuego en el que los ovetenses despidieron los malos augurios, quemaron los demonios y danzaron junto a los miembros del grupo L´Andecha Folclor d´Uviéu.
El arranque de la noche más corta del año se produjo quince minutos antes de las once y corrió a cargo del artista langreano Héctor Braga y sus músicos. Durante 45 minutos y sobre el escenario situado al lado de la estatua de Ana Ozores cantó canciones como 'El tren de la vida' o 'El chorro de voz' o 'A mi manera', acompañado de violín, zanfona o las gaitas. Además, confesó sentirse el «Magistral al estar al lado de La Regenta».
Bajo este escenario, el protagonismo recayó sobre tres actores del grupo de teatro Margen que interpretaron y bailaron las canciones de Braga. Para esta ocasión especial se enramó la fuente con flores de color blanco. Una vez que Braga se despidió de los ovetenses comenzó el Mercau Astur, donde se representaron los elementos de la mitología asturiana como las xanas o los trasgos. A su vera, era el artista Toño Velasco el que fue el encargado de decorar la hoguera.Tenía forma hexagonal y hasta las doce de la noche estuvo cubierta por una caja de cartón donde estaba escrito el mensaje 'El sueño de la razón produce monstruos'. Sobre él, Velasco pintó corazones y ojos que consumieron las llamas.
Dispositivo de seguridad
Desde primera hora de la noche se desplegó un dispositivo de seguridad en la plaza de la Catedral. Estaba formado por un camión de Bomberos, dos patrullas de la Policía Local, otra de la Nacional, dos vehículos de Protección Civil, una ambulancia y una UVI móvil.
La noche de ayer se tornó a tonos anaranjados y rojizos. Reflejo del fuego que depuró los malos recuerdos del pasado para forjar con ansia los deseos del futuro. Decenas de hogueras se prendieron la pasada media noche para dar la bienvenida al verano con las pilas recargadas de buenas energías. Un ritual ya tradicional en Asturias, que no dejó ajena la comarca, que animó las horas previas y posteriores con actuaciones de música celta.
La fiesta comenzó primero en el entorno del pantano de Trasona. Allí, la música de DJ y el payaso Tato daban la bienvenida a los visitantes a una larga noche. Un año más optaron por idear dos piras, una para los niños y otra para los adultos, ambas con el palomar de Nubledo como protagonistas. Tras la quema de las hogueras iba a actuar el gaitero Hevia y el grupo Tsarigando. Pronto también se inició el programa previsto en Avilés. Antes de que el fuego prendiera en la madera, Luis Nuñez y LosFolgazanes animaron El Muelle con su música y dieron paso así a la quema de los malos recuerdos para culminar con la tradicional danza prima.
Estos escenarios no fueron los únicos en sumergirse de lleno en la noche más corta del año. En Castrillón se había previsto prender otras tantas piras repartidas entre Salinas, Arnao, Coto Carcedo, Las Bárzanas y La Braña, que animaron sus noches con música y actividades para compartir entre todos los vecinos la magia del verano.
San Juan de La Arena celebra estos días sus fiestas locales y ayer, además de quemar su propia hoguera, animaron la jornada con un bautismo infantil de paddle surf, acogieron a decenas de vespas en la concentración anual y asistieron al concierto del Corón E.M.Mieres.Igual que el resto de concejos, la música puso el colofón a la noche de la mano de la orquesta LaFórmula.
A partir de este domingo, los días será más cortos y las noches, por consiguiente, más largas. Por delante esperan tres meses de verbenas hasta el amanecer y fiestas de oriente a occidente. Lo próximo será recibir al otoño, pero eso es otra historia.
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