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Miércoles, 5 de enero 2022, 21:00
Siempre discreto y hasta tímido, según dicen quienes le conocían, el llanerense Francisco Álvarez Martínez, cardenal y arzobispo emérito de Toledo, falleció ayer en Madrid, a los 95 años de edad. Álvarez, nacido en Santa Eulalia de Ferroñes el 14 de julio de 1925 y ... ordenado sacerdote el 11 de junio de 1950, es el último asturiano que ocupó el cargo de Primado de las Españas, entre 1995 y 2002, al ser nombrado arzobispo de Toledo por Juan Pablo II. En ese periodo se dio la circunstancia de que un toledano, Gabino Díaz Merchán, seguía al frente del Arzobispado de Oviedo, mientras que el asturiano Francisco Álvarez ascendía a la principal sede arzobispal de España, la de Toledo.
Francisco Álvarez cursó estudios eclesiásticos en el seminario de Oviedo. Realizó el doctorado en Derecho Canónico en las Universidades Pontificias de Salamanca y Comillas entre 1956 y 1963. Su ministerio sacerdotal lo desarrolló en la diócesis de Oviedo donde fue, entre otros cargos, secretario del arzobispo Francisco Javier Lauzurica y Torralba (1950-1956) y canciller del arzobispado con el anterior y con Vicente Enrique y Tarancón entre 1957 y 1969.
Don Francisco Álvarez reposará eternamente en la Catedral Primada de España, la de Toledo, de la que fue titular entre 1995 y 2002, después de que Juan Pablo II le designase para dirigir la principal archidiócesis del país.
Como es costumbre, los restos del arzobispo emérito de Toledo serán enterrados en la propia sede catedralicia, tras un acto exequias que tendrá lugar mañana a mediodía, y que será presidido por el actual arzobispo de Toledo, Francisco Cerro Chaves y en la que el Arzobispado de Oviedo anunció ayer que asistirá su titular, Jesús Sanz Montes. Más adelante, cuando la situación sanitaria lo permita, se celebrará la misa funeral en el templo primado.
El cardenal Francisco Álvarez Martínez reposará eternamente en la Capilla de la Descensión de la catedral toledana. Se ubica entre las dos naves menores y en el segundo pilar a los pies de la Catedral. Esta capilla, que fue fundada por Enrique II de Trastámara, rey de Castilla, en el siglo XIV, es el verdadero origen de la Catedral, pues allí estuvo el altar mayor de la antigua basílica visigótica y, también, está allí radicada la venerable tradición del milagro de la bajada de la Santísima Virgen para imponer la casulla al obispo San Ildefonso, por lo que es una de las dependencias de la Catedral Primada más querida por los fieles toledanos.
El retablo de la Capilla de la Descensión está trazado y firmado por Felipe Bigarny, y terminado por su hijo, Gregorio Pardo, y representa en su centro la Descensión del cuerpo de Cristo de la Cruz. A los lados están representados los cuatro padres de la Iglesia; en el ático, la Asunción y en la predela, pequeños relieves de la vida de la Virgen, la Aparición de Santa Leocadia y la Predicación de San Ildefonso. El cardenal Sandoval ordenó restaurarla en tiempos de Felipe III, en 1610, constatándolo una inscripción en el friso. Aquí también se encuentra enterrado el cardenal Moscoso y Sandoval (1665), en un sepulcro realizado por Fanelli y Salinas en 1668.
Fue nombrado obispo de Tarazona en 1973 y en 1976, obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño. Estuvo al frente de esta diócesis hasta que en 1985 fue nombrado obispo de Orihuela-Alicante. En ese periodo, desarrolló una gran amistad con el nuncio apostólico en España, Mario Tagliaferri, que en 1995 sería designado como nuncio en Francia, el mismo año en que Juan Pablo II nombró a Francisco Álvarez arzobispo de Toledo, donde el asturiano acabaría su ministerio episcopal siete años más tarde.
En la sede toledana, según recordaba ayer el actual arzobispo, Francisco Cerro, «desarrolló las inicitivas para la nueva evangelización propuestas por la Santa Sede con ocasión del paso al Tercer Milenio. Además, configuró la Archidiócesis Primada en su actual estructura pastoral y desarrolló numerosas iniciativas de acción evangelizadora y social, entre ellas la creación del Hogar 2000 para la acogida y tratamiento de enfermos de sida, o la creación de la televisión diocesana».
El Papa, que en 2001 le había creado cardenal del título de Santa María Reina de la Paz en Monte Verde, aceptó su renuncia como arzobispo de Toledo por edad el 24 de octubre de 2002.
Sin embargo, Francisco Álvarez siguió ejerciendo como cardenal hasta los 80 años, motivo por el cual participó en el cónclave que el 19 de abril de 2005 eligió, tras cuatro rondas de votaciones, al cardenal alemán Joseph Aloisius Ratzinger para el Papado, que este ejerció durante ocho años con el nombre de Benedicto XVI. El cardenal Álvarez, que con los 80 años a punto de cumplirse no figuraba entre los favoritos para ser elegido Papa, fue el último asturiano en participar en un cónclave.
Aunque llevaba mucho tiempo retirado del primer plano, Francisco Álvarez seguía siendo muy querido, en particular en Oviedo, cuyo Ayuntamiento le nombró Hijo Adoptivo en 2001, durante el mandato de Gabino de Lorenzo, como en su Llanera natal, que también le distinguió como Hijo Predilecto en 2000.
El alcalde de Oviedo, Alfredo Canteli, indicó ayer que «lamento profundamente el fallecimiento del cardenal monseñor Francisco Álvarez Martínez, una persona ejemplar y que destacó especialmente por su entrega a los demás. Siempre vinculado a Oviedo, hizo mucho por nuestra ciudad. Deseo enviar un sentido pésame a su familia.
Por su lado, el primer edil llanerense, Gerardo Sanz, indicó que «he procedido a declarar tres días de luto oficial. Francisco Álvarez ha sido una figura muy importante en la Iglesia Católica, y una persona que a lo largo de su dilatada e intensa vida siempre tuvo a bien destacar sus orígenes llanerenses en su larga trayectoria pastoral. Hizo de la caridad y la evangelización su forma de vida, alcanzando grandes cargos, y llevando siempre con orgullo el nombre de su Llanera natal», cuyo párroco, José Julio Velasco, apuntó también que «era resolutivo, eficaz y con enorme visión pastoral», así como «un fiel hombre de iglesia q le ha valido para mantener una estrecha relación con el añorado San Juan Pablo ll, quien le encomendó tareas importantes como participar en el Sínodo para la Evangelización de Europa. Doy gracias al buen Dios por enriquecerme con su amistad, por sus atinados consejos, por su cercanía, por tantas visitas a nuestra querida Llanera».
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