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Vista de la fábrica de Bayer en La Felguera y varias imágenes de sus instalaciones y del proceso de síntesis del ácido acetilsalicílico. JUAN CARLOS ROMÁN
La mina de oro blanco de La Felguera

La mina de oro blanco de La Felguera

En los 80, la alemana Bayer concedió a su fábrica en La Felguera el privilegio de elaborar todo el ácido acetilsalicílico que vende al mundo: 20 millones de aspirinas al día

Isabel Ibáñez

Miércoles, 10 de abril 2019, 04:29

Esto recuerda bastante al dicho de 'entre Pinto y Valdemoro', sin saber bien aquel hombre dónde estaba cuando saltaba de una a otra orilla del río... hasta que cayó dentro. O eso dicen. Y pasa en Asturias entre Lada y La Felguera y su eterna disputa sobre quién tiene en su territorio la factoría de Bayer de La Felguera, porque así se llama, aunque lo cierto es que está en territorio de Lada. Si en realidad solo los separa el puente sobre el Nalón... Ambos núcleos pertenecen al concejo de Langreo, el lugar donde la farmacéutica alemana se instaló hace 77 años y donde decidió, en 2014, que se iba a sintetizar absolutamente todo el ácido acetilsalicílico que emplea para crear sus aspirinas, el nombre de la marca que sirve para llamar comúnmente a todos aquellos preparados con ese principio activo, como ocurre con los kleenex, el rímel o las tiriras. Pero aspirina es la de Bayer –hay otras muchas compañías que en todo el planeta crean preparados similares a partir del mismo principio activo– y de aquí, de La Felguera, perdón, de Lada, salen camiones con sacos de entre 50 y 800 kilos llenos del polvo necesario para fabricar 20 millones de comprimidos cada día, que irán a parar a rincones de todo el mundo. Si hasta viajó a la Luna formando parte del botiquín del 'Apolo XI'...

Pues solo se crea aquí. En los años 80, la firma alemana Bayer tenía su producción dividida entre la factoría asturiana y otra situada en suelo germano, concretamente en Wuppertal, la cuna donde nació la empresa, en 1863. «Pero el proceso era mucho más efectivo en la nuestra», destaca el director de la planta española, Jorge Álvarez, que lleva trabajando en distintas secciones de la misma desde 1996. «La calidad era igual, pero los alemanes veían que las cosas se hacían de mejor manera aquí, con más efectividad. Lo llamaban el 'proceso Carlón', en referencia a Julián Carlón, un antiguo director de la planta. La balanza se inclinó a favor de Asturias y la fábrica alemana acabó por cerrar. Hay que decir que si estamos hoy aquí es por lo bien que se hicieron las cosas cuando todo era mucho más difícil, gracias a la gente que trabajó en los años 40, 50, 60, en plena dictadura». 400 trabajadores llegó a tener, mientras que hoy son 100 las personas contratadas, más otras 50 de empresas externas que cumplen dentro su jornada completa.

Álvarez aporta una explicación a por qué La Felguera y no Lada, aunque tampoco contentará a los más soliviantados de este lado del puente: «Cuando Bayer se instaló aquí, en 1942, todas las fábricas estaban en La Felguera; no había sitio de tanta concentración, y esto ni siquiera se llamaba Lada. Y aunque tuvieron que moverse a la otra orilla, todo en Bayer estaba a nombre de La Felguera, y así se quedó». Las cosas han cambiado mucho a lo largo del tiempo; si la empresa alemana se acercó a Langreo para fabricar su ácido acetilsalicílico fue al calor de las minas de carbón y de la siderurgia, porque a partir del carbón se producen el anhídrido acético y el ácido salicílico necesarios para crear este principio activo –hoy se obtienen del petróleo–. «Esta zona era una potencia económica, la industria era de la más avanzada de España, hasta que poco a poco todo eso fue cerrando y solo quedamos nosotros y alguna otra», añade el director de la factoría.

Imagen principal - La mina de oro blanco de La Felguera
Imagen secundaria 1 - La mina de oro blanco de La Felguera
Imagen secundaria 2 - La mina de oro blanco de La Felguera

En ella trabaja Tomás González González, 57 años. Y no solo trabaja, sino que lleva toda su vida en ella, puesto que nació dentro de sus muros, en las viviendas pensadas para los 'currelas', «encima del laboratorio», dice. Su padre fue uno de aquellos que ayudaron a que esta planta arrebatara el monopolio de la fabricación del principio activo de la aspirina a la planta alemana con la que competía. «Ahora, como es normal, hay otra política de contratación, pero en aquellos tiempos era muy habitual que entraran a trabajar familias enteras: padres, hijos, hermanos... Mi padre entró en 1949, con 19 años. Yo nací en 1961 y empecé a su misma edad en 1980, y ahí sigo... voy para 38 en la empresa. Acababas la carrera y entrabas. Mi hermana también trabaja aquí».

Recuerda la febril actividad cuando era niño y salía de casa para jugar en las mismas instalaciones donde su padre se ganaba la vida: «Imagina 400 tíos trabajando aquí, cuánto movimiento. En los años 60 tuvimos también una reconversión y se eliminaron muchos puestos, pero seguimos, mientras toda la industria de la zona iba desapareciendo. Recuerdo que de niño había ruido por todas partes, de las minas, de la maquinaria de la siderurgia de otras fábricas... Todo aquello fue muriendo, llegó el paro, fuimos una de las zonas más castigadas... Solo quedamos la central térmica de carbón, que va a cerrar, y nosotros. Y ahora, con 100 que somos, hacemos todas las aspirinas que se consumen en el planeta, que para una multinacional somos cuatro pelagatos, pero mira qué proyección a nivel mundial», argumenta, no sin cierto orgullo. Confirma que las producciones salen adelante sin problema, y que «hay capacidad de hacer más».

Desde Langreo, el ácido acetilsalicílico en polvo viaja hasta ocho centros que Bayer tiene repartidos por el globo, situados en los países donde disfruta de mayor volumen de mercado. En la actualidad encabezan la lista Estados Unidos, donde la marca tiene gran predicamento, y China, y ahí es donde se comprimirá en grageas, preparados efervescentes, masticables, granulados... que más tarde se distribuyen por los cinco continentes.

La aspirina vivió en España una época dorada; en cada casa había siempre una buena provisión de ella en los botiquines, prácticamente hasta finales del siglo XX. Pero la llegada del XXI trajo consigo otros nombres con los que empezamos a familiarizarnos y que en muchas ocasiones se emplean indistintamente en la automedicación, cuando no debería ser así: principalmente el ibuprofeno y el paracetamol, cuyos genéricos son, además, más baratos. Luego están las hemorragias y los problemas estomacales, como las úlceras, que puede provocar el ácido acetilsalicílico. Y, por otro lado, la aspirina infantil dejó de prescribirse en 2003 a los menores de 16 años para tratar la fiebre o el dolor por estar asociada a una complicación infrecuente pero grave conocida como el Síndrome de Reye, que suele producirse durante la gripe y la varicela y que puede llegar a causar la muerte.

En dosis

  • Con los comprimidos fabricados en 77 años de vida de la planta asturiana y puestos en fila se podría ir y volver tres veces a la Luna. La aspirina fue el primer medicamento que viajó a nuestro satélite, y lo hizo en el botiquín del 'Apolo XI'.

  • Publicaciones: La aspirina de Bayer es protagonista de unos 2.000 estudios al año publicados en revistas científicas, y su principio activo, en en unas 3.500. Para 'Newsweek', hay cinco inventos imprescindibles del siglo XX: el automóvil, la bombilla, el teléfono, el televisor y la aspirina.

  • 1952: En ese año, la aspirina se convierte, según recoge el Libro Guinness de los Récords, en el analgésico más consumido en todo el planeta. En 1936, la Real Academia Española convirtió la marca Aspirina de Bayer en sustantivo común.

  • En la Literatura: 'Crónica de una muerte anunciada' (García Márquez): «La había despertado cuando trataba de encontrar a tientas una aspirina en el botiquín». 'Greguerías' (Gómez de la Serna): «La Luna es la pastilla de aspirina que de vez en cuando se toma el terráqueo para sus terribles dolores de cabeza...».

  • La fábrica asturiana: Además del principio activo de la aspirina, la fábrica de La Felguera también produce otras sustancias activas y fármacos, como Canestén (crotimazol), un tratamiento antifúngico, y productos veterinarios como Catosal (butaphosphan), para fomentar el metabolismo animal, o Advantix (imidacloprid), la pipeta que previene la leishmaniosis canina. También, y como subproducto de la síntesis del ácido acetilsalicílico, se obtiene ácido acético, una especie de vinagre que se vende para uso químico, destinado a la limpieza o curtido de pieles –nunca se comercializa para uso alimentario–.

  • 2.000: empleados de Bayer trabajan en España en diferentes centros, cien de ellos en la planta asturiana. En total, son 100.000 personas contratadas por la multinacional alemana en sus fábricas y laboratorios de todo el mundo. Fue en 1942 cuando decidió instalarse en La Felguera, para aprovechar las minas de carbón y la siderurgia, en un momento complicado para aquel país, inmerso en plena Segunda Guerra Mundial. Un comprimido de aspirina corriente tiene un diámetro de 1,2 centímetros, un grosor de 6 milímetros y un peso de 0,65 gramos.

Con todo esto, el consumo de este fármaco fue descendiendo en nuestro país, aunque desde la planta de La Felguera, muy ocupada en dar respuesta a toda la demanda mundial –y que no ofrece datos sobre producción actual ni acerca de la curva de evolución en el tiempo–, no están demasiado preocupados por ello, según explica su director: «El ácido acetilsalicílico tiene dos aplicaciones: por un lado, su efecto analgésico, antipirético y antiinflamatorio. Y, por otro, su efectividad en la prevención de enfermedades cardiovasculares. Esta segunda ha crecido mucho, en nuestro país y fuera, mientras que la analgesia lo sigue haciendo aunque de manera más liviana, porque es cierto que, especialmente en España, hemos notado mucho la competencia del paracetamol y el ibuprofeno. Pero, en conjunto, nuestra producción sigue aumentando».

Para hablar de esta tríada de medicamentos, que en muchas ocasiones tienen confundidos a los consumidores, está Jesús Aguilar, presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos de España. «La aspirina es un medicamento que ha tenido y sigue teniendo mucha prescripción en la medicina española. Yo mismo debo tomarla diariamente porque tuve un problema cardiaco. Pero, según hemos ido avanzando, han ido surgiendo moléculas nuevas con un mayor o menor efecto para similares indicaciones. La aspirina ha batido todos los récords y sigue batiéndolos, y en todos sus años de vida, que son 120. Imagínate si ha sido estudiada».

En las fotos en blanco y negro, Tomás González (con barba) y otros tres operarios de Bayer La Felguera hace 30 años. En medio, la factoría en otros tiempos. T. GONZÁLEZ
Imagen principal - En las fotos en blanco y negro, Tomás González (con barba) y otros tres operarios de Bayer La Felguera hace 30 años. En medio, la factoría en otros tiempos.
Imagen secundaria 1 - En las fotos en blanco y negro, Tomás González (con barba) y otros tres operarios de Bayer La Felguera hace 30 años. En medio, la factoría en otros tiempos.
Imagen secundaria 2 - En las fotos en blanco y negro, Tomás González (con barba) y otros tres operarios de Bayer La Felguera hace 30 años. En medio, la factoría en otros tiempos.

Pero insiste el profesional en que cada fármaco está indicado para una situación concreta, y que para eso están los farmacéuticos, «para explicar cuándo va bien el paracetamol, la aspirina o el ibuprofeno, porque no se trata solo de que te duela la cabeza, sino de qué otros síntomas lo acompañan. Y luego están los efectos secundarios de cada uno de ellos; la aspirina puede provocar hemorragias intestinales y problemas estomacales, pero como también el ibuprofeno. Y este y el paracetamol pueden causar a su vez daños en el riñón o en el hígado... El caso es no banalizar la toma de medicamentos. Hay que recordar siempre que son drogas».

De vuelta a la fábrica, para sintetizar el principio activo se necesitan fenol, que antes venía del carbón y ahora del petróleo, y anhídrido acético, de las mismas fuentes. Y en el proceso de consecución del ácido acetilsalicílico se generan residuos, mejor subproductos, y es aquí donde trabaja Tomás González: «Ahora estoy en las columnas de destilación; en la producción de aspirina generas residuos que son reutilizados, como el ácido acético, un tipo de vinagre al que no damos uso alimentario, sino que lo vendemos a empresas químicas para utilizarlo en limpieza o en curtido de pieles». Rebuscando en su casa, ha encontrado unas viejas fotos donde se le ve de crío en el interior de las casas de la fábrica, cuando ésta tenía restaurante y bar para los trabajadores; a su madre sentada en las escaleras de acceso; a su padre muy elegante como jefe de planta; y a él mismo hace 30 años con una poblada barba que ya se afeitó. «Explica bien por qué esto se llama La Felguera, que luego la gente de Lada se mosquea –alecciona–. Y es solo cruzar el puente, si casi no te das cuenta cuándo estás en un sitio o en el otro...». Ya, como entre Pinto y Valdemoro.

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