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Licenciada y doctora en Medicina por la Universidad de Oviedo, la psiquiatra Elisa Seijo (Oviedo, 1976) es psiquiatra infantil y de la adolescencia en el HUCA, donde los intentos de suicidio son la principal causa de ingreso de jóvenes y adolescentes. Tanto es así, ... que la unidad ha sido ampliada recientemente de cinco a ocho camas ante el aumento de ingresos que han provocado los casos recientes, por lo que Seijo, quien también es vicepresidenta del Colegio de Médicos, analiza en el programa La Lupa de ELCOMERCIO.es la preocupante situación que se está dando en la región.
«No hay una causa del suicidio y no podemos simplificarlo tanto como para llevarlo a una sola cosa. Es un conjunto de aspectos que, al final, convergen en una persona y le hacen llegar a un estado en el que cometa suicidio. Hay edades más vulnerables, como la adolescencia, pero ahora también hay un incremento en las personas mayores. Hay una serie de factores físicos, psíquicos y sociales que aumentan el riesgo; los clásicos serían ser varón, vivir solo, tener alguna dependencia a tóxicos o tener una enfermedad crónica».
«La edad en la que hay más suicidios es la edad media, entre los 45 y 60 años. Si vemos las estadísticas, en esa franja hay un pico. Pero a lo que hay que atender es: ¿dónde está aumentando? Ahora estamos con todo este tema de los adolescentes porque, si miramos desde 2018, por ejemplo, en España había habido siete suicidios de menores de 14 años. En 2019, otros siete. En 2020 ya sube y nos ponemos en doce. Y de repente llega 2021 y hay 22. Frente al grueso de suicidios que hay en España (que fueron 4.001 en 2021), 22 parece que no son muchos, pero es muchísimo para estar hablando de menores. Eso es altísimo».
«La etapa adolescente es una etapa definida por la impulsividad. Los adolescentes son bombas de relojería, porque son mucha emoción con muy poco control. Esas características también los hacen más vulnerables al suicidio. Si se discute con un amigo, si se rompe con una pareja o si hay una discusión, es terrible. Todo se vive con gran intensidad y ahí es donde aparece la idea de que no merece la pena vivir. Y si no merece la pena vivir, esto es una escalada: no merece la pena vivir y además no veo ninguna salida, no tengo apoyos, nadie me puede echar una mano. En ese momento, se entra en un secuestro emocional y uno no puede pensar. Llega a un nivel de tanto estrés, tanta angustia y tanto malestar, que deja de pensar. Lo único que quiere es dejar de sufrir, dejar de sentir eso. Ahí es donde el adolescente tiene mucho más riesgo, porque la conducta es muy impulsiva. Muchas veces vemos adolescentes que estaban muy convencidos del acto que iban a hacer, pero se les interrumpe y a las 12 horas te dicen que cómo se le habría ocurrido hacer eso. Es una situación muy complicada y lo es también en la prevención».
«Si lo que nos cuentan es que se imaginan cómo se suicidarían y eso les relaja, si verdaderamente el imaginar cómo uno se muere es algo relajante, eso tenemos que estudiarlo. Hay que hablar de determinadas cosas porque hay cosas que no son normales, como esta. Hay que evitar normalizar el suicidio o el hecho de haberse intentado suicidar, porque lo empiezas a ver en los chicos y en las pandillas. Te dicen 'pues cuatro de mis amigas ya se intentaron suicidar'. Ahí es donde todos tenemos un papel».
«La sintomatología depresiva en adolescentes y preadolescentes se manifiesta con irritabilidad. Estando enfadados con el mundo, mucho más irascibles. Hay que fijarse en alteraciones en el sueño o en la comida, o en una compañera que nunca repetía ropa y ahora lleva una semana poniéndose lo mismo. Cualquier cambio llamativo en la rutina debería hacernos pensar que, por lo menos, debemos preguntar».
«La familia es el sistema fundamental. Ahí se construye, en una primera etapa, todo lo que tiene que ver con el vínculo y el apego. Es como si estuviésemos construyendo un edificio. Primero hay que construir la estructura, que se juega en los primeros años y en la que es fundamental el papel de los padres y la familia. Con quién vives, quién está más en casa, cuál es tu vida habitualmente, quién es tu figura de referencia... Los estilos de apego, los estilos vinculares y los estilos educativos son fundamentales, es lo que ha estructurado la base».
«En el colegio entra en juego cómo uno se sitúa frente a los demás. Eso te posiciona frente al mundo y es fundamental para el desarrollo posterior. Ahora se trabaja mucho el currículum emocional. No hace tanto, a nadie se le ocurría ir a decirle a un profesor 'estoy triste' o 'tengo una crisis de angustia', ni siquiera sabíamos lo que era. Ahora ya son cosas que los niños saben identificar. Se trabaja mucho en ello y hay que hacer mucho hincapié en que se sepa identificar la emoción, porque cuando uno es capaz de ponerle nombre a algo, también es capaz de luchar y lidiar con ese algo. Si no, solo encuentra el desasosiego. Por eso cada vez se va necesitando más coordinación entre la salud mental y el colegio. Es donde se juega toda la socialización y es donde puede aparecer el 'bullying' o situaciones de acoso que con las que hay que lidiar y ver cómo se sale de ahí».
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