Illán Gómez y Fidel Álvarez en primer término. Tras ellos, Alberto Arrojo. En la fila de atrás, Alfredo Valdés, Iván Álvarez y Suso Mínguez. Todos ellos son tripulantes del Berriz Amatxo y el Esmeralda III. MARIETA

Embarcados en la costera

El Berriz Amatxo y el Esmeralda III, de Oviñana, son los dos primeros barcos asturianos en salir hacia las Azores en busca del bonito. A mediados de junio se unirán a la campaña otros seis: dos de Puerto de Vega y otros tantos de Luarca y Cudillero

PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA

Domingo, 27 de mayo 2018, 05:17

Son las primeras horas de la mañana en el muelle de la Nueva Rula de Avilés y la tripulación del Berriz Amatxo lleva ya un buen rato trajinando por cubierta. La semana anterior, este barco de Oviñana de 21 metros de eslora y singular nombre ... vasco (en eusquera significa «Otra vez, mamá»), desembarcaba las últimas capturas de la temporada de xarda y hoy toca quitar los aparejos para preparar la nave ante la siguiente batalla mar adentro: la costera del bonito. Es la campaña más esperada y la más importante en términos económicos para los ocho buques asturianos que en las próximas semanas saldrán rumbo a las Azores para seguir el viaje que cada año, por estas fechas, emprenden los bancos de túnidos hacia aguas del Golfo de Vizcaya.

Publicidad

El patrón Fidel Álvarez, ante las cajas destinadas a albergar las capturas. MARIETA

Las cifras de la costera de 2017 no dejan dudas de la envergadura que aún sigue teniendo esta campaña para los profesionales de la pesca de nuestra región: 1.521.230,22 kilos capturados y un total de 6.735.539,79 euros de facturación en las rulas. Los resultados de la temporada a punto de empezar aún son una incógnita para quienes ahora aparejan sus barcos, contando los días que quedan para salir a la primer marea. «Siempre es así –explica Fidel Álvarez, armador junto a su hermano Iván, del Berriz Amatxo y del Esmeralda III–, hasta que no llegamos a la zona y no vemos lo que hay, poco se puede saber». Hay indicios, en cualquier caso, que sí permiten albergar mayores o menores expectativas: «Este año hay mucha sardina y anchoa, eso es bueno porque el bonito entra en el Cantábrico siguiéndolas. Es su principal alimento con la xarda y el jurel. Pero habrá que ver», expresa con prudencia este patrón con casi dos décadas de costera a sus espaldas y trece campañas trayendo el 'campanu' del bonito a puerto asturiano.

Embarque del entablado para separar en capas las piezas almacenadas en la nevera. MARIETA

Las primeras mareas son imprevisibles y ni los marineros más experimentados pueden aventurar la duración de la singladura. Unas cuatro jornadas son las que se emplean en el trayecto hacia las Azores y otras tantas en el regreso. A ellas hay que sumar el tiempo transcurrido hasta localizar los bancos. El armador pixueto calcula que estarán unos veinte días si todo va bien, aunque tanto el Berriz Amatxo como el Esmeralda III van pertrechados con combustible, hielo y víveres para un mes. Es el tiempo fuera de casa para el que van mentalizados los miembros de la tripulación y el estímulo que les ayuda a encarar las duras jornadas en la zona de faena es el de volver lo más pronto posible para cumplir otro año el orgullo de rular el 'campanu' del bonito. Y es que en estas marea iniciales serán las únicas embarcaciones asturianas en salir a la costera. A mediados de junio se unirán a la campaña otros seis barcos: dos de Puerto de Vega y otros tantos de Luarca y Cudillero.

Alberto Arrojo trepa en el mástil para enlazar la vara. MARIETA

Sobre las diez de la mañana el Berriz Amatxo ya ha desaparejado los útiles de la temporada de xarda y los marineros limpian la cubierta a golpe de manguera y escobas. Si se le pregunta al armador por el balance de la campaña recién concluida, el semblante amable y risueño de Fidel se le tuerce en una expresión de disgusto: «No estuvo mal, el problema son las cuotas que nos dejan en Asturias y las que asignan a otras comunidades. Es un despropósito», opina. Y se explaya en relatar de cómo se beneficia en el reparto a flotas como la del País Vasco o Galicia. Sabe de lo que habla. Durante varios años fue patrón mayor de la Cofradía de Avilés y le tocó estar en las mesas de negociación en Madrid sobre estos repartos. Se siente decepcionado del papel de los representantes políticos de su tierra en estas reuniones y del peso que tienen en las decisiones finales asuntos aparentemente ajenos al pesquero: «¿Has visto a los vascos hablar de independencia en los últimos años? ¿Sabes por qué?», pregunta y él mismo se responde imitando con las manos el gesto de lanzar cebo a una boca invisible. Confiesa que dejó el cargo en la cofradía por fatiga ante estas situaciones: «Mi trabajo está aquí en la mar, lo tengo claro. Nosotros comemos de esto», añade volviendo a sonreír. Luego sigue dirigiendo las operaciones con un pie en el barco y un brazo en los palés de madera que hay sobre el muelle: «Cargamos las tablas y vamos por las varas».

Los tripulantes introducen a bordo una de las varas. MARIETA

Fidel y su hermano Iván son los patrones, pero en este oficio las jerarquías no excluyen de arrimar el hombro a nadie y para que las tareas se ejecuten todas las manos son necesarias. En poco más de una hora, el trabajo en equipo y en cadena de la tripulación consiguen que las abigarradas pilas de tablas de los palés, destinadas a separar las capas de pescado en el congelador, pasen a cubierta y allí a ser encajadas cada una en su sitio. Alfredo Valdés –uno de los marineros más experimentados– es el encargado de cuadrar el encaje con martillo y clavos. Su apellido y él mismo corren de un lado a otro de cubierta, sin un momento de respiro. Desde el muelle, su tocayo Alfredo Iglesias (el único de Cudillero en una cuadrilla en la que todos son de Oviñana) es el cocinero de a bordo y mientras ayuda a cargar, enumera la lista de imprescindibles para pasar un mes lejos de todo: patatas, sal, pimienta, leche, café («fundamental») y resume en un dicho tradicional todo lo demás: «El que quiera a Dios en la mar que lu lleve de tierra».

Publicidad

Embarque del equipo de extintores. MARIETA

Cerca del mediodía todos los hombros vienen desde los almacenes de la Rula cargando con las herramientas principales de su trabajo en la costera: las dos varas de 17 metros –auténticos mástiles– en las que aparejarán los carretes con los anzuelos de cacea (cebo artificial) para la captura de los túnidos. Embarcarlas y calzarlas en la 'coz' (su base fija) es una compleja operación en la que intervienen brazos humanos, las grúas y poleas de la embarcación y la destreza de los tripulantes para que todo quede a punto antes de emprender la singladura hacia las Azores. Días antes de zarpar embarcarán los víveres y llenarán los depósitos del buque con las 20 toneladas de gasoil necesarias para navegar durante un mes. Todos confían un año más en que la primera marea de la costera los traiga de vuelta a casa algo más pronto. Hasta octubre –el fin de la temporada– aún queda mucha mar en medio para venir cargados de bonito y rularlo en puerto.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

3 meses por solo 1€/mes

Publicidad