ANDRÉS SUÁREZ
Martes, 26 de mayo 2015, 00:53
Que en términos políticos Asturias entra ahora en una etapa de inestabilidad es un hecho objetivo e incuestionable. Con una Junta General conformada por seis partidos, con ideas y propuestas en algunos casos radicalmente opuestas, y sin opciones -así lo admiten la mayoría de dirigentes- de forjar pactos estables, quedando todo al albur de los acuerdos puntuales y esporádicos, el Principado encara un tiempo de incertidumbre. El panorama se complica si cabe un poco más si se tiene en cuenta que a la vuelta de la esquina, a finales de este año o principios del próximo, se convocarán otros comicios, esta vez generales, en los que estará en juego la pieza más preciada del tablero electoral: La Moncloa. Todas las formaciones tienen un ojo aquí y otro en Madrid para tratar de casar sus intereses en ambos escenarios. Esa combinación convierte en deslizante el suelo que se pisa y augura unos meses tensos e intensos.
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Ya sin tener en cuenta esa próxima convocatoria en la que se decidirá si Mariano Rajoy continúa al frente del Ejecutivo central, si el PSOE vuelve al poder tras un desierto de ocho años o si alguna de las nuevas formaciones, Podemos o Ciudadanos, consigue dar la sorpresa y quebrar de forma definitiva el bipartidismo, el escenario postelectoral en Asturias se presenta muy abierto. La victoria del PSOE es incuestionable y, aunque muy ajustada, con solo 14 escaños frente a los 17 logrados hace tres años, sitúa a los socialistas en la primera posición de la parrilla de salida a la hora de pensar en formar gobierno. Será Javier Fernández, pues, quien tome las riendas de las negociaciones. El escenario parece proclive a un segundo mandato como presidente, por más que la popular Mercedes Fernández, que ha obtenido 11 diputados, también haya anunciado que se presentará a la investidura aunque sus opciones parezcan mínimas. Habría una tercera alternativa, la de una alianza entre Podemos e IU que permitiría llegar a los mismos 14 parlamentarios del PSOE, aunque es, de momento, solo una hipótesis. León y los suyos están «analizando todos los posibles escenarios», sin descartar ninguno a priori pero tampoco sin decantarse por ninguno.
Todo apunta a un gabinete de la izquierda en Asturias para los próximos cuatro años y Fernández es el mejor situado para ocupar el sillón presidencial. Para ese primer paso podría bastarle con el apoyo de los diputados de su grupo, pero para el segundo, para gestionar y hacer efectivo ese poder, no. La mayoría de 23 escaños que otorga las victorias en el pleno de la Junta está ahora muy lejos del resultado obtenido por los socialistas y los pactos son imperativos.
Ese es el camino que ahora se empieza a recorrer y, a modo de aperitivo, tanto Podemos como IU ya le han enviado el primer mensaje al PSOE. El partido que encabeza Emilio León dejó claro ayer, tras la primera reunión de análisis del resultado del domingo, que los hipotéticos acuerdos pasan porque la clase política renuncie a «buena parte de los privilegios» que, sostiene, ha acumulado en estos años. Limitar el sueldo a tres veces el salario mínimo -unos 1.900 euros- y restringir la permanencia en la actividad pública a dos legislaturas son algunas de las propuestas, junto a normativas que acaben con las 'puertas giratorias' entre el sector público y el privado y regulen la actividad de los grupos de presión. El líder de IU, Gaspar Llamazares, advirtió por su parte a los socialistas sobre caer en la tentación de jugar a la 'geometría variable' -buscar apoyos varios en función del tema que se discuta en lugar de optar siempre por los mismos aliados- y remarcó algunas de sus exigencias: 'blindaje' de servicios públicos, un acuerdo sobre el impulso de las infraestructuras prioritarias para Asturias y medidas en favor de la transparencia y la regeneración.
Para llegar a esos 23 diputados, el PSOE solo tiene dos opciones. O esta ahora mencionada -en términos estrictamente matemáticos basta con la suma de los socialistas y Podemos aunque la lógica apunta a sumar a IU- o un giro de 180 grados que lleve al PP. No es algo descabellado porque los dos grandes partidos han mantenido una relación fluida en Asturias en la etapa reciente, con el acuerdo sobre los presupuestos de 2015 como principal exponente. Pero es aquí donde mejor se puede constatar la influencia que sobre la política asturiana jugarán esas elecciones generales de finales de 2015 o comienzos de 2016.
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Por parte del PSOE, la consigna es clara y se ha podido escuchar de boca del secretario general, Pedro Sánchez: nada de pactos con el PP. Es verdad que es una alusión a los acuerdos estables, pero es igualmente cierto que en la sede socialista de la madrileña calle Ferraz no gustan consensos de ningún tipo con los populares con las generales casi a la vista, en un momento en que se combate con virulencia con Podemos por erigirse en principal referente de la izquierda.
Y tampoco es que en la otra orilla esa posibilidad se reciba con entusiasmo. El PP asturiano aprobó leyes, créditos y presupuestos en la antesala del 24-M para intentar marcar un perfil propio frente a Foro, su rival directo. Los frutos han sido escasos -el partido de Francisco Álvarez-Cascos ha perdido nueve escaños y los populares solo han ganado uno- y ahora las cosas han cambiado. Y mucho.
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Hoy, cerca de las generales, al PP no parece interesarle mucho aparecer cerca del PSOE y fomentar la imagen de que los dos partidos son lo mismo y representan lo mismo. Durante toda la campaña asturiana los populares han hecho pivotar su argumentario sobre el riesgo de que llegase al gobierno «la izquierda radical» y en el PSOE sospechan que ese discurso será el que también mantengan en los próximos meses. Que Mercedes Fernández, únicamente con 11 diputados, tres menos que Javier Fernández, vaya a lanzarse a la investidura es buena muestra de que vienen tiempos de hostilidad entre las dos formaciones.
Es verdad que el virus de las generales también puede afectar a otras formaciones. Es el caso de Podemos, cuya influencia en la política regional será decisiva, o de Ciudadanos, cuyos tres escaños no parece que vayan a tener especial trascendencia sobre el terreno. Ambas organizaciones han crecido a partir de un voto transversal, ajeno a las ideologías clásicas, así que el hecho de que ahora tengan que decantarse por una u otra opción, derecha o izquierda, puede pasarles factura por algún lado. Como también puede hacerlo el que, por no querer 'mojarse', la ciudadanía las identifique como formaciones demasiado preocupadas por el tacticismo y el interés propio.
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En la estabilidad del futuro gobierno autonómico influirá además otro factor: el local. Parece lógico pensar que el entendimiento de la izquierda en los grandes ayuntamientos -Somos Oviedo podría desbancar al PP con la ayuda socialista y el PSOE podría recuperar Gijón con Xixón Sí Puede e IU dejando a Foro en la cuneta- facilitaría los consensos en la Junta General. Pero hasta llegar a ese punto todavía queda mucha tela que cortar.
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