O. VILLA
GIJÓN.
Jueves, 16 de junio 2022, 02:03
Fue hasta 2011 obispo de Sigüenza-Guadalajara, diócesis últimamente muy vinculada a Asturias, porque su titular es el cangués Atilano Rodríguez. Ambos preparaban ayer las maletas para viajar, juntos, a Asturias para asistir mañana al funeral de quien fuera su arzobispo cuando ellos ejercieron de ... obispos auxiliares de Oviedo. José Sánchez vive hoy retirado canónicamente, pero no por falta de capacidad de una cabeza que sigue brillante a los 87 años, en la casa sacerdotal de Salamanca, desde donde recuerda para EL COMERCIO la figura de Díaz Merchán.
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-¿Cómo se encuentra?
-Bien, bien. Disfrutando de las semanas que el Señor quiera darme todavía.
-Se le escucha fresco, bien.
-Bueno, ya sabe que el último cumpleaños de uno es el de 'qué bien se te nota'.
-Le supongo triste...
-Mucho. Pero también con un recuerdo cariñoso, agradecido y admirativo por una de las personas más interesantes de la historia de España del último siglo, con el que tuve la suerte de compartir diez años, casi once, en Asturias. Fueron años muy interesantes, en los que Gabino fue un permanente ejemplo y modelo de pastor y de lo que debe ser un obispo. Con él, que fue un padre, un hermano, un pastor y un compañero para mí, aprendí a ser obispo. Incluso compartimos la misma vivienda ocho o nueve años, hasta que mi madre enviudó y se vino a vivir conmigo a Gijón dos o tres años. A Merchán le tuve que suplir varias veces, por sus obligaciones como presidente de la Conferencia Episcopal Española, siempre condicionado a que la suya era la última palabra.
-Y en momentos duros, a veces.
-Sí, por ejemplo el atentado de Alí Agca contra Juan Pablo II me pilló con Don Gabino ausente, en momentos en los que la inmediatez de las comunicaciones no era como ahora.
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-Dice usted que Merchán le enseñó a ser obispo. ¿Qué es ser obispo?
-Pues él me enseñó que es ser pastor de los cercanos, pero también de los alejados. Es serlo siempre con la perspectiva de la Justicia y el bien común como guía. Es serlo siguendo la doctrina del Evangelio y siempre en comunión con los demás hermanos, tanto con los fieles como con los obispos y los papas. Don Gabino siempre fue muy respetuso con los sucesivos papas, aunque a Pablo VI le tenía un especial cariño. Con Juan Pablo II fue con quien más tuvo que relacionarse, por su cargo al frente de la Conferencia Episcopal Española, y siempre mantuvo muy bien el tipo.
-¿Supuso Juan Pablo II una decepción para los padres conciliares, de los que Merchán era el último que quedaba vivo en Europa?
-No, no. Juan Pablo II fue del Concilio hasta las últimas consecuencias, aunque es cierto que no con el estilo de Pablo VI o del actual Papa Francisco. Hay que tener en cuenta que sus experiencias previas al Papado fueron muy diferentes, y que en su política de nombramientos para un país como España pudo haber cambios en función de los informes que le llegaban.
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-No le fue fácil la labor a Merchán.
-No, pero es que no era un tiempo fácil, ni en Asturias, ni en España. En Asturias, con toda la problemática de la minería y con los cambios políticos. A Don Gabino ya le conocía cuando estaba yo de capellán de los españoles en Alemania, en los tiempos de Tarancón, y puedo decir que siempre fue un pastor ejemplar, con una actuación brillante en situaciones muy complejas, el final del franquismo, el cambio a la democracia y una situación social en Asturias muy viva y agitada. Y él siempre actuó desde la libertad. Era un hombre evangélico, nunca fue de ningún partido, y siempre se rigió por la doctrina social de la Iglesia, que era su norma de vida. Y si tenía que decir algo a cualquier partido, lo decía con total libertad. Siempre fue un ejemplo de mente abierta y de libertad.
«Un nuevo santo intercesor»
-Pero también tuvo que ser difícil para él dejar de ser arzobispo de Oviedo tras 33 años...
-Él siempre ejerció su ministerio entre sus compañeros, incluso después de jubilado, pero hay que decir que nunca se metió en el gobierno de la Diócesis tras su relevo, lo que también es de elogiar. Estoy muy triste, decía, pero también me alegro, porque ahora tenemos un nuevo santo intercesor en el cielo, porque si Merchán no va directo al cielo, ¿quién va a ir?
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-¿Está pidiendo una pronta canonización?
-No, pero estoy convencido de que era un santo, por tres motivos. Uno, por su condición humana, ya que era un buen manchego, alegre y positivo, en el mejor de los sentidos. Dos, por su educación esmerada, que le dieron sus padres primero y luego sus tíos, que le llevó a tener una gran trayectoria como sacerdote en Toledo, como obispo en Guadix-Baza y como arzobispo en Oviedo. Estaba muy bien preparado y era un lector permanente de muchos temas interesantes, en particular de teología, y también fue un gran profesor. Y tres, porque era un hombre muy piadoso, con un gran sentido de la religiosidad, que cultivaba la vida cristiana desde las sagradas escrituras y las celebraciones. Estos factores hicieron de él una persona que supo responder a circunstancias muy duras, a la persecución de la República y a desgracias muy grandes en Asturias. Siempre estuvo donde le tocaba estar como un buen pastor, con un criterio abierto, respondiendo con sentido de Iglesia a las circunstancias que se iban creando.
-¿Por qué cree usted que Don Gabino no llegó al cardenalato?
-Porque no me tocaba a mí distribuir esos cargos. Siempre esperé que lo nombrasen cardenal, por su trayectoria.
-Su elección como presidente de la Conferencia Episcopal coincidió con el golpe de Estado del 23-F. Tuvo que ser un momento difícil.
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-¡Y tanto! ¡Estaba aquello que no veas! Estábamos en la votación de sondeo e hicimos una pausa para tomar un café, un obispo puso la radio y vino alarmado a decir 'que han asaltado el Parlamento. No se sabe si es ETA, el PCE o los militares'. En ese momento no sabíamos a qué atenernos, y la reunión se fue diluyendo, porque los que tenían casa en Madrid se fueron yendo. Al día siguiente, cuando los militares estaban dejando el Parlamento, continuamos con la votación y salió elegido Merchán, que luego fue renovado y completó dos periodos.
-Era una Iglesia diferente.
-En la Conferencia Episcopal había muchos obispos de gran categoría intelectual. Con don Elías Yanes y don Fernando Sebastián, don Gabino formó un gran equipo, y aún seguía gente como Tarancón, Montero, el obispo de Pamplona o los vascos, y no quiero discriminar a los demás. Era una conferencia muy rica y diversa, con personas que habían vivido el franquismo e incluso la guerra civil y que entendían muy bien la libertad que tenía que tener la conferencia. Y gracias a eso se generaron grandes documentos, muy importantes para la vida social y política de España, por mayorías absolutas, porque todos sabían ceder en detalles para lograr objetivos mayores.
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-Y, con todo, la Iglesia de hoy ha perdido peso social.
-Peso social, exactamente. La sociedad se ha desarrollado mucho y han surgido muchos partidos, y la gente ha madurado en su compromiso social, aunque, en contraste, detecto una gran inmadurez en algunos políticos, que solo viven para la sociedad del bienestar, para las redes sociales y que no han sufrido las carencias de generaciones anteriores. Hoy se pone en duda todo y se supervalora la opinión personal y la libertad individual, quitándole valor a bienes absolutos como la vida, la libertad y la religión. Ha cambiado mucho la sociedad y el papel de la Iglesia.
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