«El currículo está descompensado. Predominan los contenidos, excesivos, redundantes y memorísticos, y se descuidan las destrezas y las actitudes. ¿Por qué? Porque hay tal saturación de contenidos, que no da tiempo para abordar estos dos aspectos». Lo dice el director del colegio de Llanera, ... Jesús Riesco, que ha sido seleccionado por el Ministerio de Educación –junto con Ricardo Saavedra y Coral Baz, profesores de Lengua Castellana y Literatura del IES Carmen y Severo Ochoa de Luarca– para ofrecer su experiencia en el diseño de un nuevo aprendizaje tras la aprobación de la LOMLOE. Lo hacen en el foro telemático que se viene celebrando desde la pasada semana.
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Los tres están de acuerdo en que «hay que hacer una buena selección de contenidos, quedarse con los esenciales y que en este sentido 'menos es más'». Comparten también «el giro audaz» del curriculum hacia un enfoque competencial para que «los alumnos sepan resolver situaciones problemáticas de la vida real y sean ciudadanos competentes del siglo XXI».
Riesco subraya la importancia de ahondar en «el desarrollo computacional en una sociedad tan tecnológica como la actual, en la que, por ejemplo, los asistentes virtuales ya forman parte de la cotidianidad y hay que saber programarlos y entenderlos». Pero también hace hincapié en «la necesidad de incorporar la inteligencia emocional para abordar las relaciones interpersonales, la empatía, la resiliencia, el cuidado por el entorno... Un aspecto en el que, ya de por sí, va implícito el trabajo para garantizar una buena convivencia (el respeto, evitar el acoso, la violencia de género...)». «Los contenidos –afirma– han de venir definidos con esas tres dimensiones de forma clara y explícita y compensados».
Partiendo de esta base, coinciden en la necesidad de poner en marcha un aspecto recogido en la nueva ley: la autonomía de los centros para desarrollar proyectos y líneas pedagógicas propias. En ese sentido, Riesco habla de que «los centros puedan flexibilizar alrededor de un 10% de los contenidos para crear los nuestros propios, relacionándolos, por ejemplo, con el entorno en el que están o con las características de los alumnos».
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De «flexibilizar horarios y ámbitos de conocimiento» hablan también Coral Baz y Ricardo Saavedra. Si la idea del ministerio –y que comparten– es aprender mediante «proyectos interdisciplinares», hay que poner fin «a la rigidez horaria y departamental. Si no, es muy difícil coordinarse con profesores de otras materias para desarrollar proyectos comunes». En este sentido, indican que «las clases de 45 minutos de este curso en Secundaria en Asturias «han permitido abrir espacios en el horario para una mayor coordinación».
La flexibilización –añaden– también es necesaria a la hora de evaluar, dicen. «En los proyectos trabajamos distintas destrezas: comprensión oral, lectora, expresión oral, escrita, digitalización... A partir de las necesidades de los alumnos y su evolución, habrá que asignar, a la hora de evaluar, valores cualitativos diferentes. Dar más peso a unos aspectos que otros», al tiempo que resaltan que «los criterios de evaluación han de ser descriptivos y orientativos y las plantillas, claras y sencillas».
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Ambos, que trabajan en Secundaria, hablan de «armonizar los enfoques de la ESO y Bachillerato. Sería incoherente –manifiestan– que el currículo estableciera un enfoque competencial en la ESOy no se diera continuidad en Bachillerato», una etapa «determinada» por la prueba de acceso a la Universidad, la EBAU, y que «sigue las pautas de la metodología tradicional, con un ejercicio escrito y puramente memorístico. La EBAU tendría que diseñarse con un enfoque competencial, darle un giro radical. Sabemos que es un tema conflictivo, pero es clave», señalan.
En referencia a qué necesita el profesorado para esta transformación curricular, Jesús Riesco, que intervino este lunesen el foro, habló sobre ello. Cree básicos cuatro puntos: «Contar con un equipo directivo bien formado, con capacidad de liderazgo pedagógico y que cuente con autonomía y recursos necesarios; un profesorado bien capacitado, que a su formación inicial sume la que vaya adquiriendo en el centro, trabajando en equipo y de forma colegiada y sepa conectar emocionalmente con el alumnado y utilizar todas los recursos multimedia para presentar los contenidos, lo que contribuye a una mejor gestión de su conocimiento, y, por último, una cultura de centro, con una identidad manifiesta, inclusiva y colegiada».
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Sobre este cambio metodológico, Baz y Saavedra advierten de que «es importante planificar una formación inicial del profesorado realista y eficaz. A menudo no se animan porque se les presentan ejemplos maravillosos, pero complejos y lo ven irrealizable. Es mejor empezar con modelos sencillos y asequibles».
Y, por último, coinciden, en que es importante «estar todos a una» en los proyectos de centro y no quedar a la elección del docente hacerlo o no».
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