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AZAHARA VILLACORTA / DAVID S. FUENTE
Viernes, 7 de septiembre 2018, 04:11
Santa Ana con 'eyeliner' y unos labios rosa fucsia más dignos de una actriz de Hollywood que de la patrona del pueblo. San Pedro con la mirada estrábica. La Virgen con el pelo verde turquesa y el Niño con un 'look' que recuerda más a las figuras de 'Playmobil' o al universo 'kitsch' de las películas de Almodóvar que al estilo tardo-románico popular al que pertenece. Ese es el «crimen artístico» perpetrado en la ermita de Rañadorio, un núcleo rural de apenas dieciséis habitantes en la raya entre Salas y Tineo que acaba de convertirse en un nuevo ejemplo de restauración fallido, en una muesca más de la senda hacia el precipicio estético iniciada con el 'Ecce Homo' de Borja (Zaragoza) y continuado, más recientemente, por el San Jorge de Estella (Navarra). Solo que, en esta ocasión, las víctimas de este «desastre absoluto» son tres tallas datadas por los expertos «a finales del siglo XV» y conservadas en ese pequeño templo tinetense. Y todo, gracias a la intervención de una mano aficionada con un resultado que los especialistas califican de «paupérrimo». O dicho en asturiano fetén: «No hay por donde cogerlo».
Las imágenes en cuestión son una talla de Santa Ana (patrona de la localidad) acompañada por la Virgen y el Niño, una maternidad que representa a María y Jesús y la tercera, una imagen de San Pedro, que alguien del pueblo decidió pintar por su cuenta y riesgo. Con la bendición eclasiástica, eso sí.
Y ese alguien bienintencionado no fue otro que María Luisa Menéndez, Marisa, estanquera en La Espina, que ayer no alcanzaba a entender el revuelo causado por su intervención. Así que, mientras despachaba, defendía su trabajo: «Yo no soy una pintora profesional, pero siempre me gustó, y las imágenes tenían mucha falta de pintarse. Así que las pinté como pude, con los colores que me parecieron, y a los vecinos les gustó. Pregunta en el pueblo y verás», reta a quien le pregunta.
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Pero es que, además, María Luisa alega en su defensa que «las tallas estaban horrorosas» y que contaba «con el permiso del párroco» a cargo de la ermita, que no es otro Arturo García, famoso por sus incursiones en la política, que fue suspendido 'a divinis' por la Iglesia durante tres años por presentarse a las elecciones de 2011 por el Partido Democrático y Constitucional (PDyC) y destinado posteriormente a Salas, según confirmaron a EL COMERCIO fuentes del Arzobispado de Oviedo.
Las mismas fuentes apuntaron que «los vecinos plantearon la idea», que incluía pintar la ermita, y el sacerdote «quedó contento con el resultado». Así que aquí paz y después, gloria.
Uno de esos habitantes de Rañadorio que respalda el trabajo de 'Marisa la del estanco' es Fabián Fernández, que ayer hacía de cicerone improvisado del templo cual guía de museo mientras explicaba un proceso largo y laborioso. Tanto, que «empezó ya hace dos o tres años».
«A Marisa le llevó mucho tiempo. Iba haciéndolo a ratos libres. Igual estuvo más de un año restaurándolas porque tuvo que darles varias manos. Las trajo para la fiesta, porque Santa Ana sale en procesión el primer domingo de septiembre, pero tuvo que volver a llevarlas a casa para terminar. Hay que conservar un poco esto, porque si no se viene todo abajo», detallaba.
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Y buena parte de los moradores del enclave situado en pleno Camino de Santiago, agradecidos: «Los colores son un poco chillones, pero antes estaban feas, sin forma, del color de la madera, y ahora están guapas. Además, ella lo costeó todo. La verdad es que trabajó, que se molestó... Y, oye, que también hay que saber».
No opinan lo mismo los expertos, que claman al cielo tras descubrir las imágenes, probablemente salidas de talleres locales. Tiene «un enorme valor histórico y artístico» y ahora están cubiertas con «una pintura moderna, de las que se utilizan para pintar casas o muebles, tipo Titanlux», aclara, para que todos nos entendamos, el restaurador Luis Suárez Saro.
«Ni la técnica ni los colores tienen nada que ver con los originales», abunda Suárez Saro, el encargado de acometer en 2003 la última restauración profesional de las tallas, en un estado de conservación deplorable y cercadas por la carcoma, gracias a una subvención de 1.500 euros con cargo a las arcas del Gobierno del Principado y que ahora reclama «que se pidan responsabilidades tanto a quien lo hizo como a quien le dio permiso» por tamaña «aberración».
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Una intervención «lamentable» a decir también de otros vecinos del pequeño enclave de Tineo, que critican que «el Niño parece un alevín de un equipo de fútbol, con una camiseta verde fosforito» y que «cúando se vio».
Pero lo cierto es que la intención de echar un cable de María Luisa Menéndez -por supuesto, sin someter las figuras a un estudio previo y con nulas nociones de restauración en su currículum- es aún más grave si tenemos en cuenta que «dos de las imágenes, las de San Pedro y la Maternidad, estaban, en origen, policromadas», con lo que ahora «habrá que estudiar si la intervención es o no reversible. Si se eliminó la pintura original antes de aplicar la nueva o no. Porque, en el primer caso, estaríamos hablando de un desastre de dimensiones aún mayores».
Y, así, en descargo de Marisa únicamente pude alegarse que no fue la primera en envalentonarse, porque, a lo largo de los siglos, ya fueron pasto de otros bienintencionados que plasmaron su arte sobre ellas, de manera que en 2003 los expertos encontraron hasta ocho capas de pigmentos superpuestas.
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