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OLGA ESTEBAN
GIJÓN.
Miércoles, 1 de julio 2020, 02:17
Tenían muchas cosas en su contra. Sin clases presenciales desde marzo, sin posibilidad de haber terminado el temario de segundo de Bachillerato en muchos casos y la obligación de cumplir con unas normas estrictas en el examen más importante al que se han enfrentado ... hasta ahora. Los alumnos asturianos, 4.975 concretamente, estaban llamados ayer a la EBAU sin duda más extraña de la historia. El coronavirus lo cambió todo y el examen de acceso a la Universidad, también. Para empezar, ha modificado de forma notable el número de estudiantes matriculados en la prueba. Casi mil más que el año pasado. El rector de la Universidad de Oviedo, Santiago García Granda, reconocía ayer algo que algunos alumnos habían ido poniendo sobre la mesa en las últimas semanas: que se han notado las circunstancias excepcionales de este curso, que «seguramente hay más estudiantes que han pasado el curso». Silvia Heres, alumna de Luanco, lo advertía hace solo unos días en un reportaje de EL COMERCIO. «Se ha hablado de que con toda esta situación podrían ser más flexibles y que mucha gente que no contaba con hacer la EBAU ahora va a presentarse, pero esperemos que todo vaya bien», decía. En su caso, no le parecía justo porque «muchos llevamos todo el año preparándonos para ello».
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Decía García Granda ayer, mientras comprobaba en primera persona que todo estaba funcionando bien en el Palacio de Deportes de Gijón, una de las catorce sedes preparadas para la prueba, que aún es pronto para saber si la situación influirá también en las calificaciones. Pero sí tiene la sensación de que «la facilidad que tienen este año de elegir entre varios temas les va a ayudar a sacar una buena nota. O al menos para pasar». Está por ver, es evidente. Se sabrá el 9 de julio, cuando se publiquen los resultados. Pero lo cierto es que la sensación de muchos estudiantes, cuando concluyeron ls pruebas de ayer, fue buena. «No han ido a pillar». «Ha sido fácil». «Desde luego no ha sido para estar tan nerviosa como estaba». Tras una edición, la del año pasado, marcada por la polémica por las diferencias de exámenes y de criterios de corrección entre comunidades, había ayer una cierta sensación de que se había tratado si no de facilitar al menos no perjudicar a unos alumnos que bastantes dificultades han tenido que superar en estos últimos meses. Al menos, decían, la opcionalidad que se ha introducido en los exámenes para suplir el temario no estudiado, puede haberles beneficiado. «Entiendo que han querido mantener el rigor y el sentido de la prueba al tiempo que, al facilitar una mayor optatividad en la elección de las preguntas, no perjudicar a ningún alumno por razón de las circunstancias vividas». El director de un centro asturiano resumía así la sensación.
Sea como fuere, la primera jornada está superada. Una jornada en la que se examinaban casi 5.000 estudiantes pero también la propia Universidad de Oviedo, que ha tenido que organizar en un tiempo récord una EBAU completamente distinta. Nuevas sedes, nuevas reglas, nuevos requisitos. Alumnos citados con muchísimo tiempo de antelación (los primeros grupos accedieron a las instalaciones a las dos y cuarto, cuando la primera prueba no empezaba hasta las cuatro menos cuarto). Mascarillas obligatorias. Acceso escalonado. Voluntarios de la Universidad, miembros de Protección Civil y fuerzas de Seguridad del Estado controlándolo todo. Gel hidroalcohólico en cada rincón. Docentes con guantes. Sin duda, una EBAU distinta, que ni la 'generación COVID' ni la Universidad de Oviedo olvidarán.
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