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JOSÉ CEZÓN
Domingo, 6 de septiembre 2020
Enol nació con la trisomía 8, una enfermedad denominada también síndrome de Warkamy, que se caracteriza por tener tres copias del cromosoma 8 en el núcleo de las células, lo que provoca malformaciones en diferentes órganos. En su caso, le afectó a los tendones, que le quedaron retraídos y no crecían con el resto del cuerpo.
Enol comenzó a andar a los tres años y a los diez ya surgieron los problemas de movilidad. En el verano de 2008, entró por primera vez en el quirófano en el HUCA y fue el germen de un auténtico calvario. Tras permanecer un mes escayolado, aquel niño no podía caminar, ni tan siquiera estirar las piernas. Y sufría «unos dolores horribles que le afectaban al nervio ciático», según recuerda su madre, Rosana Castaño.
Dos años después, se operó por segunda vez en el Hospital Gregorio Marañón, de Madrid, donde los médicos informaron a la familia que la intervención serviría únicamente para quitarle los fuertes dolores, pero que en ningún caso volvería a caminar. «Le compramos una silla muy cara y nos mentalizamos de que iba a ser así», comenta la madre.
Transcurrieron ocho años de resignación hasta que en el verano de 2018 presenciaron en un telediario al doctor Pedro Cavadas, quien acababa lograr que un chico tetrapéjico moviera las extremidades superiores. Esa noticia devolvió la esperanza a esta familia polesa. «Pensamos que si Enol no tenía ninguna lesión medular, por qué no iba a poder caminar», fue la reflexión de su madre. Contactaron por correo electrónico con el cirujano y, un mes más tarde, obtuvieron respuesta para concertar una consulta.
En noviembre se desplazaron a Valencia y le llevaron los informes médicos, que se limitó a ojearlos sin demasiada atención. Cuenta la progenitora que tumbó a Enol en la camilla, lo palpó y, al instante, afirmó: «Es fácil: se cambia la musculatura de atrás a adelante, se coloca la rótula en su sitio, que está desviada, rehabilitación y a caminar». Los padres quedaron boquiabiertos. No obstante, para mayor seguridad, Cavadas les sugirió realizar una radiografía en un hospital cercano. Una vez observada la imagen digital, les espetó: «Sin ninguna duda, es lo que yo pensaba».
Seguidamente, les remitió a una persona de su equipo para abordar el tema económico y que decidieran si querían solicitar una cita para la operación. La familia no dudó en engrosar la amplia lista de espera de este prestigioso cirujano que realiza mil quinientas operaciones al año y que presume de ser una de las personas que más tiempo ha dedicado al estudio de todo el planeta. Hubo otro detalle que les animó a dar el paso. «Nos dijo que él nunca interviene si no ve que el caso es operable o que no vaya a dejar al paciente mejor de lo que está», comenta Rosana Castaño.
Fueron necesarias tres operaciones en el Hospital de Manises, entre el 31 de enero y el 1 de marzo del año pasado, dos de ellas de cuatro horas de duración y la última un poco más corta. En mayo le quitaron las escayolas en Valencia y en junio comenzó la rehabilitación en el centro Reintegra, de La Corredoria, donde sigue acudiendo tres días a la semana.
Los resultados fueron tangibles. En la primera semana de rehabilitación, Enol pudo recuperar la verticalidad auxiliado con una grúa, aunque sufría bastantes mareos. A finales de julio, comenzó a utilizar un andador, que fue donado por los alumnos del Instituto Río Nora, de Pola de Siero, donde Enol había cursado sus estudios de Secundaria. En diciembre, lo sustituyó por dos muletas. Y, desde hace dos meses, solo necesita una muleta para salir a la calle, mientras que en casa se mueve sin ningún apoyo. En noviembre tendrá una nueva revisión en Valencia y espera que ya le den el alta. Como anécdota, cuenta la madre que, en la primera revisión, el propio cirujano «quedó sorprendidísimo de lo rápido que había evolucionado».
La curación de Enol Jordán ha sido una entrañable historia de solidaridad. La madre vendió papeletas para una cesta de Navidad para costear la operación y recibió la ayuda de bares y tiendas locales, además de gente a título particular. También colaboraron el plan de Acción Social de la Guardia Civil, amigos y familiares, en especial, la tía del paciente, Isabel Castaño, y Claudia, la hermana Enol. «El doctor Cavadas nunca sabrá lo que hizo por nosotros», concluye la madre.
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Jon Garay e Isabel Toledo
J. Arrieta | J. Benítez | G. de las Heras | J. Fernández, Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras y Julia Fernández
Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras, Miguel Lorenci, Sara I. Belled y Julia Fernández
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