CHELO TUYA
GIJÓN.
Jueves, 11 de marzo 2021, 02:53
«Cuando era policía en Madrid y veía que algunas víctimas de violencia de género llevaban la orden de alejamiento en el bolso pensaba 'pobres, todo el día con esto encima'. Y mírame ahora a mí». Lo dice mientras revuelve en su propio bolso ... para comprobar lo que ya se sabe de memoria. Que su expareja no puede acercarse a ella a menos de 500 metros. Que ya no podía hacerlo desde mayo de 2018, (en aquel momento, a 400 metros) cuando se celebró un juicio rápido en Gijón. Y que ahora ha visto ampliada la protección tras ser condenado él por el juzgado de lo penal número 1 de Avilés.
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Una condena firme y contra la que no cabe recurso, porque «ha reconocido ante la jueza que me acosaba, me vigilaba y me seguía a todas partes». Reconoció incluso incidentes violentos, «al provocar un altercado con otros compañeros». Reconoció, en definitiva, que era verdad todo lo que ella denunció el 2 de mayo de 2018. Así que aceptó ser condenado por un delito de acoso a no poder tener ningún tipo de contacto ni acercarse a ella a menos de 500 metros, a cumplir 80 días de trabajo en beneficio a la comunidad y a pagar las costas. Y una multa de 900 euros a entregarle a ella. Y, claro, a entregar las armas.
Porque ella es Sonia Franquet (Tarragona, 1980). Policía nacional en la comisaría de Gijón y, sobre todo, o también, campeona de tiro. Medalla de plata en los Juegos Europeos de Bakú, de bronce en los campeonatos europeos de Deauville y Maribor y diploma olímpico en Río de Janeiro son algunos detalles de su amplio palmarés.
Y su expareja es un corverano también campeón de tiro, deporte en el que se conocieron y por el que ella se vino a vivir a Asturias. «El 2 de mayo de 2018 le obligaron a entregar las armas. Ahora no podrá recuperar la licencia hasta que no pasen dos años y 80 días desde que cumpla la condena», explica Franquet.
Dos años y 80 días es lo que necesitará su expareja «para solicitar que le cancelen los antecedentes y solicitar, de nuevo, licencia de armas». Menos tiempo pasará sin poder acercarse a ella, ya que la orden de alejamiento de 300 metros cuenta desde el primer juicio ganado por Franquet, el 3 de mayo de 2018. «En mayo próximo se cancela».
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No sabe Sonia Franquet qué ocurrirá a partir de ese momento, pero tiene muy claro todo lo que ocurrió en los últimos años de su vida. «Realmente he vivido el síndrome de la rana hervida», reconoce. Es decir, «las cosas iban pasando, sin que yo me diera cuenta», aunque sí lo veían los que la rodeaban. «En los Juegos de Londres, en 2012, cuando estábamos esperando por la ropa no sé exactamente qué me dijo delante de todos, pero sí sé que todo el mundo se quedó en silencio. A partir de ese momento, cuando coincidía con algunas personas que lo había presenciado, siempre me preguntaban si ya había roto con el maltratador».
Pero, como la rana a la que meten en una cazuela de agua fría y ponen a hervir, Franquet iba adaptando su cuerpo a la violencia psicológica que vivía, hasta quedarse casi sin fuerzas para saltar de la cazuela y morir hervida. «Si no hubiera denunciado, creo que hoy no estaría aquí», y no por que él la hubiera agredido, ya que «nunca hubo violencia física», sino porque «yo ya no podía más».
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Así que, en la Navidad de 2017 cambió, de repente, sus planes de vacaciones. «Me tocaba el turno de fin de año e íbamos a pasarlo en Tarragona, con mi madre, pero le pedí un favor a un compañero para irme en Navidad». Y sola. Le dijo a su pareja que necesitaba tiempo para pensar sobre su relación, dudas que realmente no tenía y que, no obstante, su madre se encargó de disipar: «Menos mal que ya te has dado cuenta de que tienes que dejarle», le dijo.
Y eso hizo. Y a partir de ahí, comenzó la persecución. «Me llamaba continuamente, al móvil y a casa. Me seguía. Sabía cuándo entraba, cuándo salía, dónde estaba. Me lo encontraba en todas partes». El caso más grave fue en los mundiales de Corea, en abril de 2018. «Aunque no participaba, fue allí. Pedí que no se me acercara, pero llegó a irrumpir en mi habitación. A la vuelta, decidí denunciar».
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Pero, como en el 'caso Nevenka', de plena actualidad por el documental que recuerda el infierno que vivió la concejala Nevenka Fernández hace veinte años acosada por el entonces alcalde de Ponferrada, el rechazo social lo sufrió la víctima en lugar del acosador: «He sufrido maltrato por parte de la federación de tiro. Tanto de la asturiana como de la española», asegura Sonia Franquet. «Cuando les conté lo que me estaba pasando, me dijeron que no le denunciara, que los trapos sucios se lavan en casa».
Tras hacerlo, se sintió «completamente abandonada. He pasado estos años escuchando en los campos de tiro que él perdió la licencia por mi culpa». Hubo compañeras que llegaron a decirle que «si no me había pegado ¿para qué denuncié?». Pero Franquet lo tiene claro «denuncié porque lo que él me hacía es un delito. He estado callada hasta la sentencia». Una en la que él reconoce que la acosó, la siguió y la vigiló. Que ella no mintió.
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¿Cómo se presenta una denuncia en la misma comisaría en la que una trabaja de policía? «Pues muy tranquila, porque mis compañeros me han respaldado en todo». Cuando Sonia Franquet decidió denunciar a su expareja por acoso continuo, su propio jefe, en la sección de armamento de la comisaría de Gijón «me acompañó ante los compañeros de la Unidad de Familia y Mujer (Ufam) para presentar la denuncia». Una que, recomienda, «hay que hacer asesorada. Yo lo hice con una letrada». Al día siguiente, al juicio rápido, acudió acompañada «por otros dos compañeros». Al contrario del «maltrato» sufrido en el ámbito deportivo, que ha cerrado filas con su acosador, Franquet solo puede destacar «el apoyo que siempre he sentido entre mis compañeros».
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