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AZAHARA VILLACORTA
Domingo, 1 de septiembre 2019, 02:44
Falta exactamente una semana para que Asturias celebre su gran día, la fiesta oficial de la comunidad autónoma. Un festejo que cumple 35 años, porque fue en 1984 cuando la Ley 5/1984, de 28 de junio, instituyó legalmente el Día de Asturias. Aunque ... hay que remontarse cuatro años atrás, a 1980, cuando un decreto del Consejo Regional amparó los primeros actos, celebrados en Cangas de Onís, a la vez que se iniciaba el procedimiento de declaración oficial de la festividad.
Una fiesta en la que fueron claves dos hombres: el entonces presidente del Consejo Regional, Rafael Fernández, y el que era arzobispo de Oviedo, Gabino Díaz Merchán, también al frente de la Conferencia Episcopal Española.
En aquel 1980, el socialista pensó que «un Día de Asturias bien podría ser un elemento cohesionador para la nueva etapa democrática», según ha explicado su hijo, Rafael Fernández Tomás. Y se le antojó, además, que podría revelarse también como «una herramienta para la reconciliación» entre las dos Asturias, aquellas que se habían enfrentado a sangre y fuego y que lo habían llevado al exilio de México.
Así que, cuando conoció a Díaz Merchán y entre los dos surgió la «química», empezó a alumbrar una idea que cobró forma durante una comida en Trascorrales que, conociendo el talante de ambos, se desarrolló con la mayor discreción. «Ambos tenían un concepto compartido de una España de reconciliación», abunda Fernández Tomás.
Un encuentro en el que decidieron que el Día de Asturias debía coincidir con la fiesta de la Santina, patrona de los asturianos. Y en ello empezaron a trabajar con sigilo.
El plan era sencillo, pero al tiempo delicado: el presidente acudiría a Covadonga a acompañar al arzobispo -para extrañeza de propios y extraños, que se quedaron pasmados cuando vieron a un hombre que ni siquiera se había casado por la Iglesia ni había bautizado a sus hjios como él arrodillado ante la Virgen de Covadonga- y, después, sería el prelado quien acudiese, durante esa misma jornada, al acto institucional en Cangas de Onís. Y llegó tarde, pero llegó. «Aunque algunos socialistas pusieron el grito en el cielo, él entendió la importancia de hacerlo, dado que la mayoría de los asturianos eran católicos», resume Rafael Fernández Tomás.
«Pienso honradamente que este primer Día de Asturias tiene que ser un punto de arranque válido para que crezca cada día y cada año ese sentimiento regionalista sano y fecundo que ha de llevar a esta región nuestra al lugar que le corresponde dentro del Estado», dijo en Cangas Fernández, que también habló de la crisis económica que atravesaba Asturias y de su voluntad autonomista, además de citar a Jovellanos y poner a la región «como ejemplo de convivencia y solidaridad».
La declaración efectiva de la fiesta en los calendarios laborales de 1983 y 1984 tuvo lugar tras la aprobación del Estatuto de Autonomía mediante sendos decretos de la Consejería de Trabajo y Acción Social del Principado.
Y, sin embargo, «en estos años iniciales, no gozó de unanimidad». Y es que la elección de los lugares de celebración y su coincidencia con la festividad dedicada a la Virgen de Covadonga propiciaron la presentación, en octubre de 1983, de una iniciativa del Grupo Parlamentario Popular para cambiar la fecha de la conmemoración.
Así que, para tratar esa cuestión, tal y como recoge un informe del Parlamento asturiano, el 20 de noviembre de 1983, la Junta General acordó «constituir una Comisión Parlamentaria Especial».
La comisión en cuestión, constituida finalmente el 20 de enero de 1984, contó con un representante de cada grupo parlamentario (socialista, popular y comunista), y elaboró un dictamen que estimaba conveniente la declaración de un «Día de Asturias» con carácter de «fiesta regional».
Además -concluía- el 8 de septiembre parecía el día más indicado de celebración y una suerte de rotación de lugares del Oriente asturiano, la apropiada para ser el escenario de los festejos, sin perjuicio de que en el futuro se centrasen en la «zona de Cangas de Onís».
Asimismo, el horario de los actos institucionales debería ser compatible con el de los actos de Covadonga y su contenido y programación sería competencia del Consejo de Gobierno, previa propuesta preceptiva y no vinculante de una comisión colaboradora de carácter permanente creada dentro de la Junta.
Ya en 1986, se entregaron las Primeras Medallas de Asturias. Y, en la categoría de Medallas de Oro, el palmarés fue inaugurado por el entonces Príncipe de Asturias, Felipe de Borbón y Grecia, al que seguirían en 1987 los equipos de Salvamento del País Vasco.
Precisamente, uno de ellos había sufrido un accidente en los Picos de Europa meses antes, cuando siete personas, seis hombres y una mujer (Lourdes Verdes, madre de la presentadora Anne Igartiburu), fallecieron al estrellarse el helicóptero con el que participaban en las labores de búsqueda del niño ovetense Germán Quintana Blanco, extraviado en la zona cuando participaba en una excursión de su colegio.
La nómina -en la que no hay ninguna mujer a título individual- de treinta distinciones la completarán este 2019 el que fuera presidente del Principado, Vicente Álvarez Areces -a título póstumo- y la Brigada Central de Salvamento Minero, que alcanzó reconocimiento internacional tras participar en las labores de búsqueda del pequeño Julen. Y a ellas se sumarán las Medallas de Plata a la presidenta del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Rosa Menéndez, a la escultora María Jesús Rodríguez y a la red de casas de acogida del Principado.
También las distinciones de Hijos Predilectos y Adoptivos han sido esquivos para las mujeres, ya que, desde 1987, únicamente se han concedido ocho. Todas a hombres. Un listado que inauguró Barjola en 1987 como Hijo Adoptivo de Asturias (también lo son Antonio Pérez Casas, Plácido Arango y Díaz Merchán, distinguido en 2001) y que abrochó en 2011 José Antonio Nespral, nombrado Hijo Predilecto (igual que Enrique Iglesias, Juan Cueto y José Ramón Álvarez Rendueles). Desde entonces, nada.
Y, si la paridad es una de las asignaturas pendientes, lo que ha quedado más repartido son las localidades donde se han celebrado los actos festivos desde 1980, empezando ese año por Cangas de Onís y siguiendo por Gijón (en 1981), Avilés (1982), Vegadeo (1983), Arriondas (1984), Mieres (1985-1986), Corvera (1987), La Morgal (1988-1993), Cangas de Onís (1994), Nava y Oviedo (1995), de nuevo La Morgal (1996-1999), la que suma más celebraciones, Trevías (2000), Gijón (2001), Oviedo (2002), Avilés (2003), Mieres (2004), Pravia (2005), Nava (2006), Navia (2007), San Martín del Rey Aurelio (2008), Cudillero (2009), Ribadesella (2010), Amieva (2011), Tineo (2012), Villaviciosa (2013), Candás (2014), Colunga (2015), Taramundi (2016), Llanera (2017 y Caso (2018).
Este año, la folixa se trasladará a Cabrales, un concejo que «ha sabido mantener su tradición y cultura, pero ha sabido abrir camino a través de ese desarrollo turístico», según ha destacado el presidente del Principado, otro socialista, Adrián Barbón, que, si todo marcha según lo previsto, volverá a acudir en la Santa Cueva a la misa que presidirá el arzobispo Jesús Sanz Montes. Lejos de reivindicaciones como la protagonizada por el ya exconcejal ovetense de Izquierda Unida Roberto Sánchez Ramos 'Rivi' y organizaciones como Asturias Laica, que han propuesto que el Día de Asturias pase a ser el 25 de mayo para recordar cómo en 1808 la Junta General se proclamó soberana y declaró la guerra a la Francia de Napoleón.
Era la primera vez, en Asturias y en toda España, que se reconocía la soberanía popular, uno de los pilares de la democracia moderna, pero esa es otra batalla.
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