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RAMÓN MUÑIZ
GIJÓN.
Lunes, 4 de junio 2018, 02:43
Era un día de faena en el campo. El objetivo, «limpiar una escollera natural, un cortado que hay en la finca porque este invierno llovió y nevó mucho y cayeron árboles, con el riesgo de que hay viviendas debajo». Lo cuenta Julián Jarillo, que vive a caballo entre Gijón y Villar, pequeño pueblo de Teverga. Allí andaba trabajando la tierra cuando Arturo, el chaval que le ayudaba, dio la voz de alerta. En una oquedad entre las calizas de la escollera desenterró una granada, luego otra, y otra más. «Espera, espera, que esto puede ser peligroso. Mejor llamamos a la Guardia Civil», conminó el gijonés.
Agentes del cuerpo Técnico Especialista en Desactivación de Artefactos Explosivos (Tedax) se desplazaron durante dos mañanas, protegidos con chalecos, aplicando el protocolo habitual. El primer equipo se llevó las tres granadas a un rincón del bosque lejos de todo peligro y las hicieron explotar. Al día siguiente otra pareja de artificieros peinó toda la finca con un detector de metales. «No paraba de pitar el aparato», recuerda Jarillo. Terminaron sacando unas quince bombas más.
«Algunas estaban perfectas, se les veía inscritas las letras 'B' y 'W', que según dijeron, indican dónde se fabricaron, que era Polonia», cuenta el gijonés. Preguntó si le podían desactivar un par, de recuerdo, pero aunque lo intentaron, el material no era seguro. Las décadas pasadas deterioraron el mecanismo y lo procedente fue decretar su traslado lejos. «Hemos tenido ahí ese peligro, pero si no llega a haber llovido tanto, ahí se habría quedado para la eternidad», reflexiona.
El hallazgo ocurrió hace mes y medio, y desde entonces todos le buscan explicación. «Creo que las guardaron los maquis. Una paisana mayor me dijo que hubo uno por aquí, puede ser que las escondieran», aventura el gijonés. Destaca el lugar elegido, una escollera de unos treinta metros de altura, un punto que «le daría un tiro perfecto para cargarse al fascista que pudiera pasar por ahí».
La zona fue estratégica durante la guerra civil. El Comité de Guerra en Asturias desplegó parte de los efectivos por la cordillera, para impedir el paso de la Falange de León. La defensa de Quirós y Teverga recayó en el batallón 'Asturias-39', con unos 300 milicianos. El avance de los legionarios desde Lugo fue finalmente el que obligó a replegar el frente de forma oficial, pero quedó un núcleo de guerrilleros ejercieron la resistencia.
El historiador Ramón García Piñeiro, autor de 'Luchadores del ocaso', estima que al terminar la contienda habría unos mil resistentes, que fueron menguando hasta alrededor de 400 ó 500 hacia 1940. El núcleo de los fugados eran combatientes del bando republicano, a los que se sumaron quienes se escapaban de las cárceles o se sentían perseguidos por los falangistas. También recibieron el respaldo de los maquis, término introducido por quienes venían de Francia.
Las granadas de Teverga forma parte de una de las tareas más habituales de los Tedax. Disuelta la banda terrorista ETA, los atentados de corte yihadista y la munición sembrada por España durante la guerra civil constituyen las principales ocupaciones del cuerpo. Cada año son centenares las llamadas por la aparición de munición olvidada durante décadas que la tierra devuelve a la superficie.
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