El gran desafío del siglo XXI: 26.000 adolescentes asturianos sufren problemas de salud mental

«Muchos de los trastornos graves que vemos en los adultos tienen su origen en la infancia y la adolescencia. Es muy importante que se diagnostiquen pronto para un tratamiento precoz que evite sufrimiento y daños en el desarrollo hacia la edad adulta», expone Elisa Seijo, un referente dentro y fuera de Asturias en la especialidad de Psiquiatría Infanto-Juvenil. Especialidad que comprende un grupo etario en el que la demanda asistencial «no ha dejado de aumentar» desde la pandemia del coronavirus.

Es la realidad de una región que el próximo jueves celebrará el Día Mundial de la Salud Mental en lo alto de las estadísticas relativas al suicidio, los cuadros depresivos y el consumo de ansiolíticos. Situación que ha llevado al Gobierno del Principado a diseñar un plan con más de 200 actuaciones y a promover un pacto político para mejorar la atención de la salud mental en Asturias. Una hoja de ruta que, según dejan caer psicólogos y psiquiatras, «habrá que dimensionar según la situación actual y nuestras necesidades reales».

En la población infanto-juvenil, esa situación resulta muy preocupante. En torno a la mitad de los problemas mentales detectados en niños y jóvenes están aflorando antes de los 14 años. «Hablamos de edades en las que les afecta mucho todo lo que les rodea. Y las redes sociales no ayudan, porque en ellas todo se imposta; cambian la forma de socializarse; la difusión de cualquier problema es enorme; y la exposición, permanente», señala la doctora Seijo. «Ni hay que banalizar que un adolescente diga que quiere morirse ni hay que psiquiatrizar cuestiones que no son psiquiatrizables», precisa.

Lo que vendría a enlazar con una de las consideraciones que, coincidiendo con la inminente celebración del Día Mundial de la Salud Mental, hace el presidente de la Sociedad Asturiana de Psiquiatría: «De cada diez consultas que tenemos, más de la mitad son por malestares emocionales, no por un trastorno mental». El matiz tiene su importancia y explicaría, en buena medida, por qué en los centros de salud mental «tenemos las agendas saturadas» y la presión asistencial crece anualmente en torno a un 5%. «Nos piden herramientas para gestionar sus emociones, para no sentirse mal ante problemas de la vida que no tienen tratamiento médico», incide Luis Jiménez.

Y pone un ejemplo que ayuda a entender mejor lo que está ocurriendo: «Esto es como ir al traumatólogo para no tener agujetas después de un ejercicio intenso. Es normal tener agujetas después de hacer ejercicio. Que pase ese dolor lleva un tiempo; hay que gestionarlo y esperar». El problema radica en que, «si se acaba derivando a los centros de salud mental a personas que están pasando un mal momento, estos se sobrecargan, lo que repercute en los pacientes que sí tienen una enfermedad mental».

Por eso, defiende Jiménez, «deberíamos volver a poner el foco de la salud mental en las personas con trastornos severos», porque «desde el punto de vista sanitario lo que tenemos que hacer es eso, atender y tratar de sanar a los enfermos». Y lo cierto es que, «si hace 10 años revisábamos a los pacientes al mes», ahora la fecha de revisión «está en unos cuatro meses».